jueves, 31 de diciembre de 2009

Carta al año viejo


Querido 2009:
Hoy parecen lejanas aquellas voces que te recibían, bulliciosas, cuando apenas terminabas de llegar. Abrazos, risas, brindis interminables, buenos deseos, promesas cargadas de un optimismo que las hacia no solo posibles, sino reales. “Este año obtendré el trabajo que siempre quise”, “Desde mañana empiezo mi dieta”, “Volveré a comunicarme con mi padre con quien no hablo desde hace años”, “Prometo ser un mejor esposo y acercarme mas a mis hijos”, “Este año me caso”, “Me voy de viaje”, “Me compró el carro”, “Me eligen presidente”. En fin, tantas promesas y deseos como personas, y teniendo como único límite nuestra capacidad de soñar. Tú parecías observar todo ello en un silencio sabio y reverente, digno de quien conoce lo efímeros que pueden ser ciertas promesas, más aún entre los hombres.

Hoy, que todos piensan en despedirte, seguramente debes observarnos ya no con el gesto sereno de tus primeros días, donde cada deseo era nuevo e iba acompañado de ritos, tradiciones, símbolos y colores que buscaban ‘torcer’ el destino a favor nuestro. Hoy, probablemente, te encuentras con las mismas promesas, los mismos deseos, intenciones similares que recibieron tu llegada. Y creo comprender también tu cara de asombro al encontrar promesas similares y te preguntarás: “¿Qué paso durante un año si los deseos siguen siendo los mismos? ¿Es que acaso no se alcanzó nada? ¿O lo logrado no es suficiente? ¿Por qué repetir todo ello con aquel que esta por llegar si conmigo al parecer no funcionó? ¿Qué es aquello que los empuja a hacer lo mismo cada año? ¿Qué les hace creer que todo tiempo nuevo es mejor? Puede ser igual e incluso peor. Ninguno tiene mas peso que la otra en la balanza del destino.”

Pues, de igual modo que tus antecesores, iras llegando a una conclusión a medida que tu agonía va creciendo con cada segundo que pasa. Estas preguntas no se pueden responderse fácilmente porque se estrellan contra la complejidad de la condición humana. Aún cuando el pincel de la evolución nos haya brindado diferentes matices, al parecer compartimos mas cosas de la que creemos. Tal vez un año ha sido suficiente para percatarte de nuestras contradicciones. De lo impredecibles que podemos ser. De lo mucho que se han esforzado las ciencias de la sociedad tratando de establecer leyes que puedan, al menos, predecir comportamientos individuales y colectivos, y lo frustrante que puede ser no lograr encontrarlas.

Y es que, también un año basta, habrás encontrado entre nosotros de todo. Si, todos compartimos la condición humana, pero esa universalidad es tan solo el marco de la diversidad. Podemos ser fuente de bondad infinita y conmovedora. Ver al otro como un hermano, al necesitado como un pariente en desgracia, al miserable como un llamado permanente al servicio. Pero también has podido conocer nuestra cara monstruosa, aquella que lucra con la miseria y se congracia con las guerras. Aquella que nunca abandonó la torre de marfil y regodeada en autosuficiencia termina convirtiendo en instrumento a todo: a la naturaleza, a los recursos, a los animales y al hombre. Te preguntarás si estas frente a dos tipos de hombre. Me apena decir que esta frente a la misma especie, que reproduce fielmente la metáfora que utiliza Robert Luis Stevenson para expresar la lucha interior del bien y el mal que todos libramos a través del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde.

Ha sido también, y en ello debemos agradecer tu generosidad, un año de nuevos descubrimientos, avances científicos y desarrollos que confirman ese deseo indeclinable que posee el hombre en avanzar a pesar de los obstáculos. Sin embargo, nuevamente el ego de muchos se desinfla al reconocer los límites de estos avances y las tareas que quedan por hacer. Conocemos un poco más el mundo que nos rodea, pero lo seguimos contaminando. La medicina sigue mostrando desarrollos inimaginables, pero una gripe de nombre complicado nos hizo sentir, mas que nunca, parte de este mismo vecindario llamado tierra y apreciar lo vulnerables que podemos ser frente a lo desconocido. Desgraciadamente, estos baños de humildad frente a nuestros propios límites, los olvidamos fácilmente y nuevamente volvemos a contemplarnos como la especie destinada a dominar el planeta. Que fácilmente olvidamos que somos inquilinos recientes, solo hace 6 millones de años, un suspiro en la vida de la tierra y casi nada en la del universo.

No te extrañe entonces que no solo se repitan las promesas, sino también las contradicciones y los indescifrables sinsentidos y ambigüedades que poseemos. Somos así, no es nada personal. Incluso estas contradicciones parecen ser, al mismo tiempo, la fuente de nuestra aparente grandeza y la causa de nuestras desgracias. Antes de despedirme, solo un pedido final: no te vayas del todo. Quédate un poco mas para ayudar a conocernos mejor y no convertir tu partida en tan solo una vuelta de página, en una excusa para ser felices por una noche y volver a ser los mismos la mañana siguiente. Es siempre necesario tener una suerte de guardián que permanezca vigilante y quien mejor que tu, ahijado del tiempo, que es infinito.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El pishtaco y el espía


Si al amable lector le preguntara que tienen en común esta banda de pishtacos que asesinaban personas para robarles la grasa y luego venderla al extranjero, con el hace poco descubierto espía que enviaba frecuentemente información a nuestro vecino del sur por varios miles de dólares, intuyo que en un primer momento dos podrían ser las respuestas: la primera relacionada con la simultaneidad en la aparición de las noticias, habiendo entre ellas algunos pocos días. La segunda es el revuelo mediático que han originado ambas, resaltando el carácter mítico de la primera y en la segunda la confirmación para muchos sectores que el afán expansionista chileno no sería cosa del pasado. Sin embargo, hay un tercer elemento que parece unir a ambos e, incluso, establecer cierta relación de causalidad entre uno y otro, que va mas allá de la pretendida tesis del psicosocial que se asocia con los pishtacos. En este artículo inicialmente brindaremos algunos datos importantes sobre el pishtaco para, posteriormente, poder presentar el vaso comunicante entre uno y otro.

Inicialmente es pertinente indicar que el termino pishtaco no es de uso generalizado en la sierra de nuestro país. Mientras en Ayacucho es conocido como pishtaco, en Puno se le conoce como karasiri y en Apurímac (y el norte) lo denominan nakaq. El mito da cuenta de un hombre vestido de monje, o de traje parecido, que ataca a los viajeros solitarios en los caminos alejados. Los adormece y le despoja de la grasa (unto). Luego los abandona en el camino mientras se marcha con su botín. Cuando el viajero se despierta, cree que todo ha sido un sueño y sigue su camino. Fallece días después, sin conocer el motivo (Morote Best, 1988: 156)

Esta grasa es vendida por el pishtaco para que las campanas de las iglesias suenen fuerte, dar brillo al rostro de los santos o funcionen mejor las máquinas. En versiones más modernas, se cree que era vendida al extranjero para crear medicina, máquinas de alta tecnología o para pagar la deuda externa. El destino de la grasa vendida por la banda recientemente descubierta eran los productos de belleza y la investigación científica. Finalmente, ¿por qué grasa humana? Para los hombres del campo, el unto (grasa) es la fuerza vital del ser humano. Un hombre robusto es capaz de someterse a grandes jornadas de trabajo, a diferencia de uno más delgado.

Ahora bien, ¿Cuál es la relación entre uno y otro? Gonzalo Portocarrero, a propósito de un episodio que se originó en Lima entre noviembre y diciembre de 1988 desliza una tesis más que interesante que pretende explicar como irrumpen repentinamente estas historias que parecen estar latentes en el inconciente colectivo. Portocarrero da cuenta que en esta época aparecieron numerosos casos de niños raptados de sus centros educativos, o de lugares solitarios. Se afirmaba que sujetos de tez blanca (extranjeros) y algunos negros les extraían los ojos y otros órganos vitales: luego los abandonaban con dólares en algún bolsillo del infante. Estos órganos se vendían al extranjero al mejor postor.

Para el autor esta situación coincidía con “…semanas de agudización de la crisis económica y la parálisis del gobierno con una hola de huelgas y el colapso de los servicios públicos.”(Portocarrero, 1991: 21) Los denominados ‘sacaojos’ (variante funcional del pishtaco en un entorno urbano) aparecen no solo como una reacción frente a la coyuntura que genera mucho miedo y ansiedad, además pasan a convertirse una suerte de mecanismo para aliviar la tensión.

Pero es también importante resaltar que la tensión que se genera es fuertemente alimentada por la figura del ‘otro’ como amenaza, como peligro, como usurpador de lo más valioso que posee cada individuo o comunidad. Tanto los pishtacos como los sacaojos son descritos como extraños, ajenos a la comunidad. En el caso del pishtaco como mestizo, blanco o extranjero. Los sacaojos, en el trabajo de Portocarrero, son descritos como médicos blancos y ayudantes negros. Conviene preguntarnos entonces: ¿En que medida, este fantasma que hemos heredado desde la Guerra del Pacifico que concibe a Chile como amenaza y usurpador permanente (antes Arica, hoy el pisco), expresada hoy a través de un espía, se ha convertido en elemento clave que genera la reactivación de un mito latente en el inconciente colectivo? ¿Por qué esta irrupción casi simultánea?

Estas tan solo son algunas preguntas que pretenden reconocer que subyace en medio de estos fenómenos y también indagar como nuestra sociedad va procesando determinados sucesos. Como refería Carl G. Jung, la vida es como una planta que vive siempre de su rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura solo un verano. El rizoma siempre permanece.

viernes, 13 de noviembre de 2009

¿Hacia donde va la universidad?


Hace pocos días se celebró un aniversario más de creación de la Universidad Nacional de San Agustín. Para muchos agustinos, esta ocasión más que motivo de celebración es una oportunidad propicia para reflexionar acerca del rol de la universidad pública en nuestro país. ¿Hacia donde va? ¿Cómo emprenderá este camino? ¿De que recursos dispone? y ¿Hacia quienes esta dirigida? Es innegable el avance tecnológico y el papel fundamental que desempeña la universidad en muchas sociedades, no solo como espacio de formación profesional, sino de manera fundamental, como fuente incesante de creación de conocimientos que tengan como sentido la solución de problemas, tanto ordinarios como extraordinarios. Vamos a evaluar brevemente la situación de la universidad, no como un ejercicio que busque insistir en las debilidades y carencias, sino más bien como oportunidad para pensar donde estamos y hacia donde vamos.

Uno de los instrumentos más comunes para medir el lugar que ocupa las distintas universidades en el mundo es el Ranking Web de Universidades (1). Este ranking es una iniciativa del Laboratorio de Cibermetría, que pertenece al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el mayor centro nacional de investigación de España. Este ranking utiliza cuatro variables: tamaño, visibilidad, ficheros ricos y scholar (estudiantes). Es interesante constatar en este ranking que las 21 mejores universidades del mundo están ubicadas en los EE.UU. ocupando en primer lugar el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Recién en el puesto 22 aparece la Universidad de Cambridge del Reino Unido y en el puesto 24 la Universidad de Tokio de Japón.

El lector inmediatamente se preguntará ¿Qué lugar ocupan las universidades peruanas? Veamos: la Pontificia Universidad Católica del Perú, la mejor universidad privada del país ocupa el puesto 827. Y a nivel de Arequipa la Universidad Católica Santa María (UCSM) ocupa el puesto 3586. Es pertinente también indicar que solo dos universidades fuera de Lima figuran en el ranking: la UCSM y la Universidad de Piura. Naturalmente podremos encontrar personas que cuestionen tanto la metodología, como los instrumentos utilizados en el diseño e implementación de este trabajo. Sin embargo, nuestra posición en otros rankings tampoco podemos considerarla expectante, ni siquiera en Latinoamérica.

Ciudadanos al Día (CAD) presenta también un informe (2) que da cuenta de la realidad universitaria en nuestro país. Entre los datos más relevantes podemos considerar que, al 2009, existen 98 universidades en nuestro país (35 públicas y 63 privadas). Sin embargo, a pesar que el número de universidades privadas casi dobla el de universidades públicas, la diferencia en alumnos matriculados entre una y otra es apenas 3% del total. Esta dato es particularmente llamativo, ya que podría indicarnos que a pesar del avance y creación interminable de universidades privadas (no todas con una propuesta académica sería) la universidad pública sigue siendo un espacio privilegiado de educación para aquellos sectores con recursos económicos limitados.

Esta situación, de confianza en la educación pública, lamentable contrasta con la calidad de la formación y con la disponibilidad de recursos no solo otorgados por el Estado (51 % según el mismo informe de CAD) sino especialmente en la generación de recursos propios (apenas el 28 % proveniente principalmente de tasas, venta de bienes, prestación de servicios, rentas de propiedad y multas). En la denominada sociedad del conocimiento, este no solo es el bien más valorado, sino también el que mejores ingresos genera. Sin embargo ¿es el conocimiento que genera la universidad altamente productivo? Esta última situación se ve reflejada en la distribución del gasto que hace la universidad, donde el 73% del presupuesto se asigna al gasto corriente y apenas el 27 % al gasto de capital que, como sabemos, es un desembolso de fondos que se espera que produzca beneficios durante un periodo determinado.

Para Manuel Burga, Rector Emérito de la UNMSM: “… es necesario un financiamiento que asegure el desarrollo de la universidad pública peruana como sucede en otros países de América Latina. Pero es igualmente urgente recuperar y asegurar la calidad académica, tanto en la docencia, investigación como la proyección a la comunidad. Pero un financiamiento adecuado y un proceso de aseguramiento de la calidad deben sustentarse en un gobierno eficiente y eficaz de la universidad.” (3) Mayores recursos, por si solos, no garantizan el desarrollo de la universidad. Más dinero con recursos humanos limitados y sin un rumbo claro, no haría mas que repetir el circulo perverso de la pobreza, la improvisación, la corrupción y el atraso.
(1) En: http://www.webometrics.info/about_es.html (Última consulta: 11 de noviembre de 2009)
(2)En:http://www.ciudadanosaldia.org/boletines/repositorio/b66/Boletin_66_Universidades_Sep2009.pdf (Última consulta: 11 de noviembre de 2009)
(3) Burga, Manuel et al (2005) Temas de reflexión en torno a la universidad peruana. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos

lunes, 31 de agosto de 2009

Arequipa: Sus poemas, sus canciones


Al tratar de acercarse a la cultura de un pueblo, las ciencias sociales en general y la antropología en particular, buscan observar aquellas manifestaciones que sean expresión cotidiana y, al mismo tiempo, particular de un grupo humano. Estas van desde lo tangible (alimentación, vestido, herramientas, objetos que se intercambian o venden) hasta aquello que no vemos pero sabemos que es parte de la vida en sociedad de toda cultura (creencias, canciones, leyendas, etc.). En el caso de Arequipa, buscaremos (re)conocerla, a través de dos de sus expresiones emblemáticas: los poemas lonccos (1) y la música arequipeña. Sea usted, amable lector, quien juzgue si estas expresiones siguen siendo un espejo en el cual podemos reflejarnos o si se han convertido en un recuerdo cargado de nostalgia y melancolía.
Iniciemos esta reflexión con un poema loncco llamado “El romance de la lechera”: “Lecherita, lecherita/que vaís pa la ciuda/si el ccala te piropeya/lecherita, no le oigáis./Los piropos de los ccalas/tienen un veneno tal/que si se te mete en el alma/ya no guelve a salir más.” Este breve poema podría hablarnos de una ciudad con dos espacios definidos y en permanente interacción: el campo y la ciudad. Es el loncco, representante del espacio rural, quien no cesa de aconsejar a La Lecherita en su aventura urbana. El ccala, el otro elemento de esta visión dicotómica de las clases sociales en nuestra ciudad, aparece en el poema como peligroso. Pero, aún frente al evidente antagonismo de uno y otro grupo, al parecer ambos encontraron formas racionales de convivencia. De hecho, mucha de la desconfianza del hombre del campo respecto al de la ciudad parece sublimarse a través de la poesía loncca, que no solo expresa suspicacia, sino también cierta sorna y sentido de superioridad frente al ccala. Esto no llego a traducirse en hostilidad abierta de una u otra parte y son las migraciones que vive intensamente nuestra ciudad las que de alguna manera reconfiguran esta suerte de equilibrio estratégico entre uno y otro lado.
Revisemos un segundo poema loncco llamado “La Picantería”: “Cómo poder olvidarte. Picantería de mis pueblos,/donde sonccaba la chicha, la usma o la sayana,/con el picante jayari pa’ apaciguar la mañana;/mascando un chinchucho, con ese chaqque de nabos./Cómo no recordar mis tiznadas paredes de adobe;/tu techo de tijera, con su ccechincha llorona;/ tus claraboyas pintadas por esa paila glotona,/tras la tinaja, un chasca para que no se roben.”. La picantería, como menciona Hernán Cornejo: “… son establecimientos, pequeños restaurantes, instituciones sociales vivas de la ciudad, donde se reproducen costumbres tradicionales, lugares de encuentro donde se confunden las clases sociales…” (2) Sin embargo, Cornejo también reconoce que “La picantería ha resistido mas de cinco siglos, se ha enfrentado a la veleidad de las modas culinarias, a los guisos europeizados, y también a los encantos de cada tiempo…” Parecen conservar los sabores característicos de la gastronomía arequipeña, pero también haber perdido la dimensión más social que las caracterizaba. Un espacio que parecía no solo suspender temporalmente las diferencias sino, además lograr su encuentro, parece haber cedido a una sociedad que parece luchar por jerarquizar las relaciones interpersonales y dar a cada uno “el lugar que le corresponde.”

Finalmente, una canción muy conocida: “Quería verte inolvidable tierra querida/Arequipa ciudad blanca de mi amor/embriagado de distancia, añoraba la fragancia/de tu suelo tu campiña y su verdor./Cuando hace tiempo deje tus lares entristecido/con una pena de los hijos que se van/hubo un límpido aguacero y una lluvia de luceros/que en mis ojos contemplando tu volcán” Esta canción, que pertenece al dúo Los Dávalos, da cuenta dos un elemento mas que sugerente: el poder de la identidad. Son muchos los arequipeños que han dejado la ciudad, sin embargo, sentimientos como el desarraigo y la nostalgia parecen acentuarse de manera especial frente a su tierra. Es interesante percibir como en un mundo globalizado, donde se es ciudadano del mundo y se desarrolla una suerte de cosmopolitismo que adecuadamente describe Anthony Appiah como una creciente interconexión que nos ha convertido en miembros de una comunidad única, en moradores de una aldea global, subsisten arraigos, lazos, vínculos tan profundos con el lugar de origen. En el caso del El Regreso, pareciera dar cuenta de una sociedad en movimiento, con arequipeños globales que al mismo tiempo siguen dando a su ciudad un lugar principal en la construcción de su identidad.

Estas expresiones que brevemente hemos intentado analizar dan cuenta de una Arequipa que ya se fue, pero no del todo. De igual manera de una Arequipa que ya ha llegado, pero no completamente. Y es que la línea entre tradición y modernidad, que algunos se esfuerzan en remarcar, es más bien tenue y llena de pequeños poros que permiten el intercambio de uno y otro ámbito. La clave parece ser la construcción de una sociedad cuyas tradiciones puedan ser el cimiento más importante en la construcción de su porvenir, pero teniendo en cuenta las tradiciones de todos ya que el futuro es compartido.
(1) En: http://linda-arequipa.com/poemas-lonccos/ (Consulta: 25 de agosto de 2009)
(2) Cornejo, Hernán (s/f) La picantería arequipeña: cambio y continuidad culinaria. En: sisbib.unmsm.edu.pe/BibVirtualData/publicaciones/revis.../a07.pdf (Consulta: 25 de agosto de 2009)

lunes, 17 de agosto de 2009

Apuntes sobre identidad arequipeña


¿Que es ser arequipeño? ¿Qué define a un arequipeño de ‘pura cepa’? ¿Qué papel juegan variables como el color de la piel, el apellido, el lugar de nacimiento, la ascendencia en esta suerte de “arequipeñometro” con el que solimos medirnos, unos a otros, los habitantes de esta ciudad? ¿Cuánto ha cambiado la identidad arequipeña a partir de las migraciones? ¿En que se ha convertido la Arequipa de ayer, la del eterno cielo azul y puro sol? Son varias las preguntas que abren esta breve reflexión sobre Arequipa y son tres historias distintas las que pretenden mostrar como la identidad arequipeña, al igual que la materia, no se crea ni se destruye, solo se transforma.

Empecemos con Ricardo Palma, quien a través de una tradición llamada “El ahijado de la providencia” narra la pelea de Alonso de Luque con un fraile dominico por quedarse con el último pescado para la cuaresma (este alimento era especialmente escaso y buscado en Arequipa dadas las distancias de aquellos tiempos con la costa). Sin embargo, mas allá de lo llamativo que puede sonarnos esta disputa, la tradición trae una historia particularmente interesante respecto a las aristocráticas pretensiones de los arequipeños. Palma refiere que: “…con carácter de proverbio, decíase en Lima: Arequipa ciudad de dones, pendones y muchachos sin calzones; y si no miente D. Bernardino de Pimentel, duque de Frías, he aquí el origen del refrán, tal como lo relata en un librejo que lleva por título Deleite de la discreción(…)Diz que a la puerta de una posada se hallaba un muchacho vestido de harapos, en circunstancias de llegar caballero en briosa mula un fraile de campanillas, el cual dirigiéndose al mozalbete, dijo: “Mancebo, téngame el estribo y darele un real de cruz.” Ofendiose el de los harapos y contestó: “Padre, mida sus expresiones y sépase que habla D. Fulano de Tal, de Tal y de Tal.” Y vomitó hasta una docena de apellidos. A lo que el fraile contestó con mucha flema: “Pues Sr. D. Fulano de Tal, de Tal y de Tal, vuesa merced se vista como se llama o llámese como se viste.” (1)

Otro aporte interesante, para pensar nuestra identidad, es presentado por Jorge Bedregal (2), en un trabajo donde analiza el discurso periodistico del Diario El Pueblo entre 1960 a 1970. Todo comienza cuando en una columna diaria llamada “Arequipa de Antaño”, el redactor menciona que el apellido Lira corresponde a los descendientes de Yarabamba y Quequeña. Sin embargo, a un lector no pareció gustarle esta vinculación y respondió en una carta que el no era de los distritos mencionados y agrego que “…su bisabuelo, teniente coronel del ejercito español era procedente de TUI (Galicia), según datos de los vestigios nobiliarios de la familia Lira. Continua que su abuelo tuvo tierras en esa zona y que dos familias pasaron a apellidarse así porque parece que les gustó”.

Finalmente, veamos un breve dialogo que tuve la oportunidad de registrar a propósito de un paro que se vivió en nuestra ciudad. Una conocida radio, de amplia difusión en sectores populares, dejó abiertas las líneas para que se comuniquen los oyentes. Un primera llamada trasmite el siguiente dialogo: “Aló, Señor Radio X, yo llamaba para apoyar paro, porque los arequipeños ya estamos cansados de abuso gobierno. Arequipa ha sido un pueblo ribelde que debe salir a las calles a protestar.” Pocos minutos después, ingresa otra llamada: “Aló, llamaba para manifestar mi desacuerdo con el paro y para decir que los verdaderos arequipeños estamos en contra del paro. Yo no se de donde será ese señor que llamo hace un momento, pero seguramente será transplantado, porque los arequipeños queremos trabajar”.

¿Que tipo de lecciones pueden dejarnos estos (des)encuentros? ¿Qué aportes podemos recoger para (re)pensar la identidad arequipeña? Amartya Sen, al reflexionar sobre como se construye la identidad, enfatiza en el papel del entorno y de los individuos con quienes interactuamos en la formación de la misma. El proceso de construcción de nuestra identidad es resultado del intercambio continuo que sostenemos con los demás. La identidad, sin embargo y siguiendo con Sen, parece tener una suerte de “doble filo”. Puede ser fuente de orgullo, alegría, fuerza y confianza, que cohesione comunidades y genere un proyecto común; pero también puede “matar y matar desenfrenadamente”. Una solidaridad interna, en algunos casos, puede ayudar alimentar la discordia entre los grupos.

Es innegable, aún para los románticos, que Arequipa es otra ciudad. Una ciudad que ha vivido intensos procesos de migración y que ha crecido de manera desordenada. Sin embargo, este crecimiento no ha ido acompañado de un proyecto que permita construir una sociedad inclusiva, en la que identidades de viejo cuño no nieguen, ni menos hagan invisibles, aquellas otras que siempre han estado allí, pero que recién están encontrando espacios para afirmar su valor. Las nuevas sociedades, entre ellas la arequipeña, nos plantean un reto impostergable: construir un mundo donde la diferencia antes que en una carga, se convierta en riqueza y potencial.

(1) Palma, Ricardo. El ahijado de la providencia. En: Tradiciones Peruanas. Quinta serie. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com (Última consulta 12 de agosto de 2009)
(2) Bedregal, Jorge (2006) Iconografía y simbolismo: Identidad Arequipeña. Arequipa: U.N.S.A.

domingo, 12 de julio de 2009

Y para usted: ¿Quién es el asesino?


Después de casi dos semanas de bombardeo continuo, me animo a preguntarle al amable lector si no se ha hecho la pregunta que encabeza este artículo. Algunos denominan este fenómeno como “abencialización”: se ha “abencializado” (si es difícil escribirlo, debe serlo mas pronunciarlo) la política, la información, el entretenimiento y, especialmente, la opinión pública. Los compradores no solo consumimos “Abencia”, sino también reclamamos “Abencia” y podemos caer en un síndrome de abstinencia si no nos dan más “Abencia”. Sin embargo, en este afán de “desabencializar” no solo nuestros discursos, sino también buscando reflexionar sobre ese modo típicamente cortoplazista de enfrentar los problemas de fondo, me animo a presentar los datos de tres hechos cuya importancia pareciera ser inversamente proporcional a la cobertura mediática que se les otorga. Me refiero a las muertes ocasionadas por los accidentes de transito, el friaje y aquellas que son producto de la inseguridad ciudadana.
En el caso de los accidentes de transito las estadísticas elaboradas por la Policía Nacional, desde el año 2000 a la fecha han registrado una alarmante cifra de más de 700,000 accidentes que han producido 31,000 muertes. El Ministerio de Salud informó, recientemente, que alrededor de 117,900 personas quedaron discapacitadas de por vida por accidentes de tránsito, en los últimos cuatro años. (1) Manuel Peña, representante de la Organización Panamericana de la Salud informa que “En el Perú, en el 2007 hubo 3.510 muertes por accidentes de tránsito. El 18% de ellas corresponde a conductores o pasajeros de vehículos de cuatro ruedas, el 3% a ciclistas y el 78% a peatones (no hay datos sobre motocicletas). El 11% de muertes por accidentes de tránsito son atribuidas al consumo de alcohol y a pesar de que contamos con legislación sobre el consumo de alcohol y conducción, la eficacia de la aplicación de estas leyes es solo 20%.” Los datos presentados son sin duda aterradores, sin embargo, ¿en que medida ha sido posible lograr un debate continuo y comprometido en la opinión pública, que vincule a los diferentes actores del problema, incluidos los ciudadanos de a pie? Las leyes pueden ser cada vez más drásticas, sin preguntar si una mayor coerción generará cambios de carácter sociocultural en conductores y usuarios.
En el caso del friaje los datos son también dramáticos. El número de niños muertos por neumonía, a la fecha, llega a 246. Puno es el departamento más afectado con este fenómeno, pues ayer se oficializó la muerte por neumonía de otros dos niños menores de cinco años, con lo cual el número decesos en este grupo de la población llegó a 54. En Huanuco se reportó 29 pequeñas víctimas, mientras que Cusco ya son 22 los infantes fallecidos. Muchos especialistas coinciden que las condiciones de extrema pobreza y acceso a la salud son las causas más importantes para que el fenómeno se repita cada año. Sin embargo, la lógica prevaleciente parece orientada a enfrentar únicamente las consecuencias y no los orígenes del problema. Es innegable el rol que ha cumplido la sociedad civil que ha respondido generosamente a la convocatoria realizada por diversas instituciones buscando recolectar alimentos y abrigo para nuestros compatriotas del sur del país. Pero, ¿Qué viene después? ¿Estamos esperando el próximo friaje para nuevamente apelar a la buena voluntad de la ciudadanía?
Respecto a la seguridad ciudadana, la reflexión parece ser tan coyuntural como superficial. En una encuesta realizado por el Instituto de Opinión Pública de la PUCP, Fernando Rospigliosi comenta que “…de los encuestados, 30% afirma haber sido víctima de un delito en el último año. La mitad de ellos han sido objeto de robos al paso (carteras, celulares, etc.). Luego viene el robo de viviendas (19%) y después los atracos con violencia o amenaza (13%). En total 82%. En lo que respecta a la policía, la única política del gobierno es más policías y más patrulleros. Es claro que lo más importante es una reforma policial que combata la corrupción interna, mejore la eficacia, etc.” (2) Es particularmente interesante percibir como la anormalidad (inseguridad) se va naturalizando, es decir, se acepta de manera resignada y fatalista, olvidando la capacidad de agencia que ya ha demostrado la ciudadanía.

Y después de este breve recorrido, para usted, ¿Quién es el asesino? ¿Cómo podemos permitir los peruanos seguir perdiendo vidas de manera tan irresponsable? ¿Cuándo hemos olvidado que nuestro horizonte de sentido y búsqueda permanente debe ser una sociedad mas justa, que respete la vida, que reconozca a todos los que la integran, que permita la convivencia en medio de la diferencia? ¿Qué necesitamos para volver nuestra mirada a los hechos mencionados y mantenerla en ellos, buscando soluciones que involucren la participación de todos? No solo los medios de comunicación debieran tener un rol vigilante, pervertido en ocasiones por una mal entendida lógica de mercado. La ciudadanía en general debería ir desarrollando una actitud crítica que permita separar el atractivo de la inmediatez de la trascendencia de lo importante.
(1) En: http://amantesdelpais.wordpress.com/2009/05/05/los-accidentes-de-transito-en-el-peru/ (Última consulta: 7 de julio de 2009)
(2) En: http://www.pucp.edu.pe/iop/files/sondeo_12.pdf (Última consulta: 6 de julio de 2009)

miércoles, 10 de junio de 2009

Del “buen” y el “mal” salvaje


Hace casi medio siglo, el antropólogo francés Claude Levi – Strauss llegó a la conclusión que el ser humano, buscando entender y explicar el entorno que le rodea, lo divide en dos. Es decir, estructuralmente dividimos la realidad en dos partes que son opuestas y al mismo tiempo complementarias: civilizado – salvaje, desarrollo –sub. desarrollo, bueno – malo. Levi – Strauss afirmaba que esta tendencia era explicada por la estructura de nuestro cerebro, que condicionaba nuestro modo de construir la realidad y era común a todas las culturas. Esta tendencia a dicotomizar puede ser la clave para entender no solo esta estrategia simplista e irresponsable de culpar al rival de turno; sino, y de manera especial, poder apreciar que es aquello que ve el ‘otro’ y que nosotros seguimos sin siquiera poder vislumbrar.

Veamos la primera pareja de términos opuestos: civilizado – salvaje. Los primeros antropólogos académicos (fines del siglo XIX) buscando analizar como había sido el desarrollo de las diferentes culturas, llegaron a la conclusión que el camino a la civilización (representado por la Europa de aquel entonces) era uno solo y que las diferentes culturas no europeas debían recorrerlo si pretendían alcanzar los logros del viejo mundo. La figura que utilizaban los evolucionistas de aquella época era la de una escalera, donde cada escalón representaba el grado de desarrollo alcanzado por cada cultura, siendo el mas bajo aquel que ocupaban las denominadas culturas simples o salvajes. Esta teoría fue posteriormente criticada, ya que proponía un solo camino rumbo al desarrollo y asumía que el mismo se explicaba en virtud de la presencia o ausencia de determinados grupos raciales: los grupos blancos como portadores del progreso y poseedores de una racionalidad mas desarrollada, los “otros” grupos raciales como responsables del subdesarrollo de sus pueblos, dada su condición cualitativamente inferior frente a los primeros.

La segunda pareja de términos opuestos (desarrollo – subdesarrollo) parece desprenderse de la primera. La idea del desarrollo ha sido una forma sobre la que se han vertido diversos contenidos. Inicialmente se concibió el desarrollo desde la acumulación de riqueza. Posteriormente se percibió en la industrialización el camino rumbo al progreso. El comercio e intercambio de bienes (bienes transformados, claro está), ya en el siglo XX, era promovido como la clave para no quedarse en esta carrera de la historia rumbo al bienestar nacional. La tecnología y el conocimiento parecen ser ahora las claves. Naturalmente, el subdesarrollo era definido en función de las carencias de los elementos mencionados: sin riqueza (capital), industrias, comercio y tecnología, eran pocas las posibilidades de emprender el camino del desarrollo. Sin embargo, ¿es tan universal, como pretenden los desarrollistas, su idea de progreso? ¿Todas las culturas deben asumir la misma receta y seguir el mismo camino? ¿La idea de propiedad e intercambio son características en la mayoría de sociedades? Y, a partir de ello, ¿todos poseen una misma imagen de ‘vida buena’?

Finalmente veamos la última pareja de términos opuestos: bueno - malo. Es en el S. XVIII que Juan Jacobo Rousseau propone el concepto de “buen salvaje”. Rousseau pretendía, con esta imagen inspirada en el Robinson Crusoe de Defoe, criticar las instituciones políticas y sociales como grandes corruptoras de la inocencia y bondad naturales del hombre. En contraste con esta imagen que heredamos de la ilustración, aparece una suerte de “mal salvaje” que muchos creen reconocer en el resultado de este enfrentamiento: Los buenos (policías) han sido asesinados salvajemente por los malos (nativos), utilizando lanzas, flechas o armas de fuego que fueron robadas. La imagen del “buen salvaje” de Rousseau contrasta con un discurso que busca resaltar violencia, ensañamiento y crueldad en la actuación de los nativos. Los buenos de la historia buscan el desarrollo y bienestar de las comunidades, que son manipuladas (visión paternalista del “otro”) por dirigentes irresponsables, políticos oportunistas y ONG’S mezquinas que solo velan por su interés personal. Del otro lado, los buenos quieren proteger al “buen salvaje” de Rousseau de cualquier tipo de influencia foránea, negándose a escuchar de manera sistemática cualquier alternativa por mas razonable que esta pueda ser. Ambas imágenes son, por supuesto, extremos inexactos e injustos

¿Qué tipo de lecciones nos podrían permitir superar esta visión dividida de la realidad? Una de ellas la propone Fidel Tubino: “Hoy mas que nunca requerimos de normas post-convencionales construidas dialógicamente que gocen de legitimidad en diferentes contextos. Solo así será posible regular de manera razonable las relaciones entre ciudadanas y ciudadanos culturalmente diversos. La normatividad transcultural – actualmente en proceso de construcción – es de imperativa necesidad para la convivencia ética tanto al interior de los Estados nacionales como a nivel de las relaciones interestatales.” Este, además de un tiempo de explicaciones, debiera convertirse en un tiempo de preguntas, no solo respecto a lo que el “otro” (en este caso los pueblos amazónicos) busca, sino y de manera especial, preguntarnos cuan dispuestos estamos “nosotros” a escuchar y dialogar.

jueves, 4 de junio de 2009

El estado del Estado


El Estado en el Perú parece nunca terminar de construirse. Están por cumplirse 188 años de vida republicana y la precariedad a nivel de las instituciones que lo conforman parece ponerse en evidencia con cada desborde social al que acudimos sin saber exactamente que lo originó ni menos como resolverlo. Algunos sectores reclaman entidades que permitan desactivar conflictos (desde una mirada que privilegia atender consecuencias antes que las causas de los problemas), reformar el Estado (con su tufillo administrativo y burocrático que enfrenta los problemas de manera parcial) o dotar de mejores recursos (olvidando que recursos económicos sin una gestión moderna pueden recordarnos al famoso “mendigo sentado en un banco de oro” de Raymondi). En líneas generales, cualquier alternativa de reforma que no parta de un diagnostico real, integral y sistémico sobre la situación del Estado será casi como restaurar la casa descuidando los cimientos. Veamos tan solo dos ejemplos que pueden ampliar nuestra mirada sobre el Estado en el Perú.

La Defensoría del Pueblo ha presentado su último informe denominado “Fortalecimiento de la Policía Nacional: Cinco áreas de atención urgente”. (1) Este informe se convierte en una excelente línea basal que nos permita reconocer y priorizar los problemas mas importantes de esta institución. Veamos tan solo algunos datos que presenta: 73 % no recibe uniforme nuevo desde hace 4 años, 53 % de las comisarías no posee una cama por agente en día de alerta, 19 % no posee una cama por agente en una jornada normal, 63 % no accede a bases de datos, 67 % no accede a la base de datos de RENIEC, entre los mas importantes.

La muchas veces difícil relación entre el Estado y la ciudadanía parece a partir de los datos que nos deja el Informe Defensorial, no olvidando que el contacto mas frecuente que tenemos con el Estado es precisamente con sus representantes “de a pie”. La inseguridad ciudadanía, que con cada vez mayor frecuencia ocupa titulares de los medios de comunicación e incrementa la paranoia de buena parte de la ciudadanía, solo parece explicarse desde esta radiografía que nos presenta la Defensoría sobre la institución encargada de velar por ella. Las alternativas que proponen los expertos consultados se orientan a mayores recursos, mejor instrucción de los agentes y lucha intensa contra la corrupción que parece corroer afanosamente los cimientos de la institución.
El caso de las protestas amazónicas también es paradigmático para entender como se ha construido el Estado. Son más de 40 días de protesta que se viven en la selva, sin visos claros de solución. El reclamo más importante parece ser la derogación de un conjunto de leyes (DL 994, 995, 1020, 1060, 1063, 1064,1081, 1083 y 1089) que los pobladores de esta región del país consideran atentatorios contra sus derechos culturales, entre ellos, el derecho a conservar sus territorios ancestrales. Nuevamente es posible reconocer la imagen de la selva no solo como un territorio rico pero desaprovechado, sino parece persistir la figura de la amazonía como un territorio deshabitado y disponible para ser ocupado (colonizado). Nuestro país, que se construyó de espaldas a la sierra, ha invisibilizado una vez mas la amazonía (sabemos que esta allí pero no la vemos ni conocemos).

¿Qué tipo de lecciones es posible extraer de los dos ejemplos utilizados? ¿Es realista pensar en un nuevo tipo de Estado construido por y para los ciudadanos? El filosofo Augusto Castro propone que: “El renacimiento del Estado moderno supone reconstruirlo de cara a la gente, a las minorías, a los individuos, como señala el nuevo espíritu de la democracia en la actualidad, de cara a la diferencia…Esto supone una serie de cambios estructurales en las políticas públicas nacionales, regionales y sectoriales que deben avanzar en colocar al ciudadano común en la toma de las decisiones que le son consustanciales”. (2)

¿En que medida es posible pensar en reformas, reingenierías o reestructuraciones estatales sin considerar el componente ciudadano? ¿Cómo concebir un Estado que responda a los nuevos retos que le impone un mundo cambiante, globalizado, de instituciones fuertes y minorías cada vez más incorporadas a la ciudadanía? ¿Qué rol pueden tener los ciudadanos en la construcción de verdaderas instituciones, entre ellas la policía, que puedan convertirse en los cimientos de un Estado moderno y democrático? ¿De que manera la idea extendida de ciudadanía solo posee una dimensión formal, es decir, no termina de reconocer de manera plena a determinados grupos como sujetos de derecho (los amazónicos o altoandinos, por ejemplo)? Una visión parcial de los problemas insistirá en reformar solo uno de los lados, olvidando que estos tienen dimensiones profundas que requieren se concebidos en su interrelación con toda la sociedad.
(1) Defensoría del Pueblo (2009) Informe Defensorial Nº 142. En: http://www.defensoria.gob.pe/inform-defensoriales.php (Última consulta: 27 de mayo de 2009)
(2) Castro, Augusto (2008) El desafío de las diferencias. Reflexiones sobre el Estado moderno en el Perú. Lima: UARM, CEP e IBC.

martes, 28 de abril de 2009

Lecciones ocultas


Hace pocas semanas concluyo el juicio por violación de derechos humanos y secuestro agravado que se le siguió al ex presidente Alberto Fujimori. Después de presenciar un gran numero de audiencias cargadas de testimonios, argumentos, pruebas esgrimidas de uno y otro lado, finalmente se le declaró culpable y fue sentenciado a 25 años de prisión. Naturalmente el acusado apeló y una segunda instancia definirá su sentencia final.

Estas líneas no pretenden ser un acercamiento de carácter jurídico sobre el proceso en si y las características del mismo. Tienen como intención, más bien, rescatar aquellas lecciones que nos ha dejado este capítulo de nuestra historia y que de momento aparecen de soslayo, casi tímidamente, en la escena pública, pero cuya importancia es innegable. Estas lecciones recogen la dimensión política y ética de un juicio que si bien deja algunas certezas y renueva de algún modo nuestra confianza sobre la justicia y las instituciones encargas de impartirla, también nos presenta nuevos escenarios, cuya configuración solo apenas empezamos a vislumbrar.

Desde lo político podemos reconocer algunas enseñanzas que deja el fallo del 7 de abril último. La primera de ellas es la reafirmación de los principios que organizan y garantizan la vida en democracia: igualdad ante la ley (juzgar a un ex presidente en su propio país deja una precedente de carácter universal), respeto irrestricto a la vida (naturalmente, la de las victimas de Barrios Altos y La Cantuta), acabar con la impunidad (frente a una larga tradición de dictadores que murieron sin ser juzgados). Pero estas lecciones, si bien tienen algo que decirnos a cada uno de nosotros, tienen mucho que decirles a quienes reciben el encargo, a cualquier nivel, de conducir el destino de un grupo de ciudadanos. El gobernante de turno recibe el poder de modo únicamente temporal y con cargo a rendir cuentas a quienes se lo otorgaron mediante el voto. Y ha sido la sociedad peruana, aquella que alguna vez lo eligió como Presidente de la República, la encargado de solicitar tal rendición de cuentas.

Desde el plano de la ética las lecciones son valiosas también. Tal vez la más importante de ellas es la distinción que se hace entre “fines y medios”, logrando deslegitimar un argumento utilizado muchas veces para justificar el crimen y la impunidad. Frases como: “Vivíamos una guerra, en toda guerra hay bajas de uno y otro lado”, “Él (Fujimori) logró vencer al terrorismo y así le pagamos los peruanos” parecen reflejar una mirada maquiavélica de los hechos. Es interesante reconocer en estos discursos una lógica perversa, en la cual “El fin = Vencer el terrorismo”; parece justificar cualquier “Medio = matar indiscriminadamente, ya que el escenario era un conflicto donde no se tuvo claro, casi hasta el final, a quien se le enfrentaba.” La ética establece una distinción entre lo necesario y lo contingente. Para la ética las acciones no suceden bajo una lógica de necesidad, es decir, siempre son así porque tienen que ser así. Desde la ética los hechos son más bien contingentes, vale decir, pueden ser de una manera o de otra. Bajo este argumento en una guerra, aún cuando es seguro que haya bajas de uno y otro lado, siempre es posible elegir entre hacer lo correcto o lo incorrecto. El ex presidente, desde esta lógica y desechando el argumento absurdo de su absoluto desconocimiento de los hechos, siempre pudo elegir hacer lo correcto y tuvo mas de una oportunidad para hacerlo.

Estas son tan solo dos lecciones que es importante recoger y compartir. Sin duda hay otras, pero esta historia aún no termina de escribirse, solo uno de sus capítulos ha concluido para convertirse un referente de nuestra vida política durante un buen tiempo. No perdamos la oportunidad de aprender de ello.

El rol de la universidad


¿Cuál es el rol que tiene la universidad en el desarrollo de un país? ¿Cómo puede vincularse de manera efectiva a los procesos económicos, sociales, productivos, tecnológicos, culturales y políticos de su entorno? ¿En que medida la universidad puede potenciar las fortalezas y oportunidades de cada región, haciendo operativos los proyectos y políticas que se establecen desde el sector privado o público, respectivamente? Este es tan solo un grupo de preguntas que pretenden ser puerta de entrada para un proceso de reflexión mas profundo sobre el rol que tiene “la universidad” como espacio de producción de conocimiento, como institución y desde su dimensión política. Veamos pues el rol de la universidad en este siglo XXI y evaluemos, a modo de test, en que medida nuestras universidades cumplen con algunas de las categorías que proponemos. Es el lector quien finalmente determinará si pasan, o no, el examen.

Desde la ciencia la universidad es el espacio privilegiado para la transmisión y producción de conocimientos. Pero no se trata de un conocimiento estéril, enajenado, divorciado de la realidad, sino más bien de uno que puede potenciar saberes previos y fomentar la construcción de nuevos. La universidad no solo debe reconocer las nuevas tendencias que vive cada sociedad, debe además, poder analizarlos e incluso, construir escenarios de futuros posibles (futuribles) que permitan intuir y solucionar con prontitud los problemas que afectan a los grupos sociales o que podrían afectarlos más adelante. Existe además, en esta búsqueda permanente de conocimiento de calidad, un conjunto de criterios que buscan medir si la institución esta efectivamente preparada para hacerlo. Veamos tan solo algunos de ellos: proporción entre el número de estudiantes y profesores, número de citas en publicaciones, número de docentes internacionales, docentes o exalumnos ganadores de premios Nóbel, entre los más importantes. Como bien refiere Carlos Fosca: “La diferencia, entonces, entre universidades latinoamericanas y las norteamericanas, europeas o asiáticas, es muy grande. ¿A qué se debe esto? Pues, precisamente, al principal indicador de la calidad educativa: la producción científica.” (1)

Desde la institucionalidad, la universidad no solo debe participar activamente como miembro de la sociedad civil, debe ser también un referente de consulta obligado y actor protagónico en los procesos que emprende cada sociedad. La universidad como institución no solo se construye hacia dentro, también lo hace hacia fuera, estando una y otra dinámica estrechamente vinculadas. Hacia dentro una institución universitaria de calidad se construye apoyada en valores como la libertad, la honestidad, la búsqueda permanente de la excelencia, la identidad y la fraternidad. Es sobre estos valores sobre los cuales se puede pensar en relaciones más horizontales entre docente y alumno, en autoridades cuyo horizonte sea el desarrollo de la universidad, en estudiantes que posean no solo conocimientos o habilidades, sino también actitudes que reflejen de los valores de la universidad. Hacia fuera la universidad tiene un compromiso como interlocutora frente a los grandes problemas del país.

La política, finalmente, podría ser una categoría que sintetice las dos anteriores, tanto la científica como la institucional. Ello en la medida que la creación científica debe estar orientada a mejorar las condiciones de vida de la sociedad en general y en particular de aquellos grupos con mayor necesidad. Además, una verdadera institución, no solo buscará el incremento de capital humano y capital social, sino se mantendrá vigilante frente al respeto y promoción de los valores que la identifican en la sociedad. Es pertinente la reflexión sobre el sentido de la política que hace la filosofa judía Hannah Arendt y que podemos relacionarla con el sentido de la universidad: “Misión y fin de la política es asegurar la vida en el sentido mas amplio. Es ella quien hace posible al individuo perseguir en paz y tranquilidad sus fines no importunándole – es completamente indiferente en que esfera de la vida se sitúen dichos fines: puede tratarse, en el sentido antiguo, de posibilitar que unos pocos se ocupen de la filosofía o, en el sentido moderno, de asegurar a muchos el sustento y un mínimo de felicidad”.(2) Es interesante preguntarse en que medida la universidad contribuye con este fin de la política desde su misión institucional.

Hemos presentado tres categorías que pretenden evaluar de alguna manera el rol de la universidad en la sociedad peruana. Como mencionábamos al inicio de este artículo, queda en manos de cada lector evaluar la brecha existente entre el “deber ser universitario” y la situación actual. Solo en la medida que podamos reconocer las carencias y limitaciones de la universidad peruana, podremos proponer alternativas que permitan vincular a la universidad de manera efectiva con la sociedad que la cobija. La universidad no solo es pasado y presente, es también posibilidad.

(1) Fosca, Carlos. La medición de la calidad universitaria en el ranking internacional. En: http://palestra.pucp.edu.pe/index.php?id=326&num=3 (Última consulta: 26 de abrid de 2009)
(2) Arendt, Hannah. (1997) ¿Qué es la política? Madrid: Ed. Paidos p. 67

martes, 7 de abril de 2009

Los peruanos y la democracia


La democracia es definida, de modo casi general, como aquella forma de gobierno basada en la división de poderes, elecciones periódicas, igualdad ante la ley (cada individuo, por ejemplo, representa un voto) y posibilidad de participar en distintos niveles de la vida política, ya sea como elector o como elegido. Sin embargo, más allá de esta concepción formal (que parece reunir todos los atributos de este modelo) la imagen, la definición, la valoración y la práctica democrática en nuestro país parecen tener variados matices. No solo ello, la democracia para amplios sectores de la ciudadanía parece convertirse en causa y al mismo tiempo efecto que explicaría los problemas de nuestra sociedad. Ello explica no solo esa búsqueda incesante de mano dura como solución a los problemas del país, expresadas recientemente en las preferencias electorales de cara a las elecciones presidenciales del 2011, sino también y de manera cotidiana, como nos relaciones entre “nosotros”. Veamos cada uno de los matices democráticos de nuestra sociedad.

Las imágenes construidas en torno a la democracia en nuestro país son varias. Recojamos tan solo una de las más recientes y sobre la que hace mención en una conferencia en la Universidad de Harvard (EE.UU.) la defensora del Pueblo Beatriz Merino. En esta actividad académica presenta una cifra que nuevamente nos pone en alerta: “…solo el 37 % de los peruanos cree en la democracia ya que para ellos…solo favorece a las minorías y no permite el acceso a bienes y servicios públicos primarios de calidad a la mayoría.” Podemos apreciar una imagen deteriorada de la democracia, asociada a la satisfacción de necesidades básicas y excluyente per se, ya que solo beneficia a las mayorías. Este dato es tan solo la puerta de entrada de los que vienen más adelante.

Las definiciones sobre la democracia en el Perú son igualmente interesantes. El Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP por sus siglas en inglés) analiza las concepciones sobre democracia en dos perspectivas, una que pone el acento en definiciones tradicionales (libertad, igualdad, participación y protección) y otra que pone el énfasis en la racionalidad de las creencias. Es decir, si se apoya a la democracia por lo que ella representa o, en cambio, por lo que ella nos puede proveer. En el caso del Perú un 43 % la define como libertad. Sin embargo, el dato más sugerente parece ser la relación directa que habría entre mayor edad, mayor nivel educativo, mejor ingreso y mejor lugar de residencia como características esenciales del grupo que relaciona democracia con libertad. Es decir, una mayoría relativa la define en función de lo que representa, más de lo que provee.

A nivel de valoración, el Informe Latinobarometro 2008 utiliza dos variables que son reveladoras respecto a cuanto estimamos los latinoamericanos en general y los peruanos en particular la democracia: Apoyo y satisfacción. La diferencia entre una y otra esta dada en la medida que un ciudadano puede aprobar una forma de gobierno (apoyo) aún cuando sienta que ella no necesariamente generará algún tipo de beneficio particular para él (satisfacción). El apoyo a la democracia en nuestro país según el informe (45%) se encuentra bastante rezagado en la región, solo por encima de México, Guatemala y Honduras. Los niveles de satisfacción (16%) son más dramáticos aún, siendo últimos en la región. El Informe parece concluir que mientras el apoyo y la satisfacción con la democracia parecen consolidarse (a paso lento, pero firme) en la región, nuestro país parece mas bien condenado a vivir seducido a la opción autoritaria.

Frente a las prácticas democráticas, el PNUD propone que una concepción y valoración negativa de la democracia podría explicarse desde su (poca) práctica en las células sociales: la familia, el trabajo y la vida en comunidad. Preguntas como “¿Han sido formados los peruanos en el espíritu de la democracia? ¿Cómo se comportaron con ellos sus padres, o quienes los criaron, y como ellos, a su vez, crían a sus hijos?” muestran una dimensión mas profunda de la practica democrática. El informe da cuenta de una formación autoritaria de los peruanos, la voz patriarcal era la única voz. 59.7 % de las personas indicaron que las decisiones paternales (o de quien hiciera las veces del padre durante su formación) eran inapelables. Esta concepción de la autoridad nuevamente varia en función de la educación y el ingreso, siendo los sectores mejor educados y con mejores ingresos aquellos donde el autoritarismo paterno registra menores niveles.

Finalmente, el sentido de estas cifras no busca sostener una imagen pesimista sobre el rol que ha jugado la democracia en nuestra vida republicana. Al presentarlos se pretende también dar cuenta de lo avanzado en la construcción de ciudadanía en nuestro país, pero sobretodo insistir en el inmenso trabajo que queda por hacer. Esta no pretende ser una reflexión maniquea de “vaso medio lleno o medio vacío”. Más bien, insiste en un vaso que se ha estado llenando poco a poco. No olvidemos que el fantasma del autoritarismo acecha siempre.

sábado, 28 de marzo de 2009

El mundo se queda sin luz hoy


Este sábado 28 de marzo, en la denominada “Hora del planeta”, diversas ciudades del mundo se unirán en una iniciativa que busca demostrar que enfrentar el cambio climático es posible. Este gesto, de carácter simbólico, se expresará no utilizando energía eléctrica durante una hora. Los organizadores la han denominado la mayor campaña en defensa del medio ambiente de la historia, teniendo en cuenta que en diciembre de este año, los líderes de 192 países se reunirán en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que tendrá lugar en Copenhague, para lograr un nuevo acuerdo global que de continuidad al Protocolo de Kioto. Sin embargo, las advertencias sobre la necesidad de reflexionar sobre la sostenibilidad de los recursos de nuestro planeta no son recientes y es, por lo menos desde fines del siglo XVIII, que algunas voces advierten el peligro que originaría un crecimiento demográfico descontrolado o el empleo irracional de recursos energéticos. Revisemos brevemente las reflexiones de dos hombres de ciencia que, aunque separados por algo más de dos siglos, tienen en común pronósticos poco esperanzadores para la especie humana.

El primero de ellos fue Thomas Robert Malthus, un economista inglés considerado el padre de la demografía. En su Ensayo sobre el principio de la población (1798), se expone el principio según el cual la población humana crece en progresión geométrica, mientras que los medios de subsistencia lo hacen en progresión aritmética. Ello significa que llegará un punto en el que la población no encontrará recursos suficientes ya que su ritmo de crecimiento fue marcadamente mayor respecto a los medios que permiten su subsistencia, generando la extinción del hombre. (1)

El paso del tiempo se encargó de identificar a Malthus con una visión fatalista respecto al destino de la humanidad. Sin embargo, los exegetas de su obra niegan que tal haya sido su sentido, afirmando que la figura maltusiana de crecimiento geométrico de la población humana versus crecimiento aritmético de los recursos para satisfacerla no hacía mas que representar la permanente lucha que ha desempeñado el hombre por sobrevivir. Es más, en la búsqueda de equilibrio entre una categoría y otra, Malthus menciona dos tipos de freno en el crecimiento poblacional: los frenos positivos (guerra, hambre, plagas y enfermedades) y el freno preventivo (prevención, abstinencia sexual y retraso en la edad del matrimonio). Recordemos que el economista ingles reflexiona sobre ello en medio de los siglos XVIII y XIX.
Un segundo científico, ya contemporáneo y de origen latinoamericano, Bruce Hoeneisen Frost, en un artículo de 1999 hace una serie de pronósticos respecto a la población mundial y los recursos necesarios para atenderla que es pertinente tenerlos en cuenta: “Consideremos primero la población mundial. Fue de mil millones en el año 1800, dos mil millones en 1925, cuatro mil millones en 1974 y seis mil millones en 1999. Estimamos que la población mundial llegará a ocho mil millones en el año 2023 y a nueve o diez mil millones en el año 2050.”

Para Hoeneisen, este es justamente el límite con que el planeta tierra aún puede alimentar "bien" con agricultura intensiva de alta tecnología y rendimiento. Sin embargo: “…este nivel de población no es sostenible una vez que se agoten las reservas de petróleo y gas natural hacia el año 2050 y de carbón hacia el año 2100, entonces la población mundial deberá necesariamente decrecer hacia fines del siglo XXI. El límite natural sostenible del planeta tierra una vez que se agoten el petróleo, gas y carbón (y suponiendo que la humanidad tiene la sabiduría de no utilizar reactores nucleares) es de aproximadamente tres mil millones de personas (al nivel actual de consumo de energía por habitante). Esta es la población que pueden sostener las fuentes renovables de energía. ¡Y ya hemos sobrepasado este límite energético a causa del consumo transitorio de hidrocarburos no renovables!” (2) Veamos la Figura 1.

Figura 1



Fuente: http://www.soberania.org/Articulos/articulo_1531.htm
Malthus y Hoeneisen parecen dejar en el horizonte una serie de preguntas. Algunas nos remiten al ámbito político y social, otras más bien pretenden acercarse a la dimensión ética del hombre y su concepción de la vida en sociedad.

A nivel político se busca observar una dimensión poco desarrollada en las instituciones dedicadas a promover conciencia sobre el respeto al medio ambiente: la incidencia política. ¿Cuanto de esta discusión, que se establece a nivel de sociedad civil, podrá trascender el ámbito político? Es decir, cuantas de estas iniciativas podrán transformarse en políticas públicas efectivas que puedan enfrentar un problema que tenemos cerca y al que el Perú no será ajeno. ¿Cuál fue el sentido primordial que motivó la creación del Ministerio del Medio Ambiente (MMA)? ¿Una toma de conciencia profunda y con visión de largo plazo sobre las políticas del Estado en relación con el medio ambiente o tan solo un requisito que había que cumplir para allanar el camino al TLC con EE.UU.? Desde la clase política la imagen del MMA parece más cercana a una institución impuesta frente a un verdadero reconocimiento de su rol en la evaluación y prevención de actividades que tengan un impacto ambiental negativo.

A nivel social ¿que podemos decir? En el momento en que se escribe este artículo no es posible precisar el grado de participación de la población arequipeña en esta iniciativa. Sin embargo, ¿cuan comprometidos estamos en la defensa del medio ambiente? ¿Cuan responsables somos en el uso racional del agua, el tratamiento de los residuos sólidos, el ahorro de energía y la preservación de áreas verdes? Si bien esta iniciativa parte de la sociedad civil, es menester preguntarse si su interés de carácter particular, puede universalizarse y representar el interés de amplios sectores de la población. Al parecer en nuestra ciudad el tema medio ambiental se ha restringido al transporte público y a la preservación de la campiña, concentrando todo el esfuerzo en modernizar y reordenar el parque automotor o frenar la libre disposición de los bienes a través de ordenanzas que tan solo postergan el problema, atentando contra la libertad de los propietarios. ¿Ello será suficiente? ¿No estaremos cayendo nuevamente en el error de enfrentar las consecuencias de los problemas, antes que sus causas? Recordemos que los actores involucrados en una y otra variable son apenas un porcentaje de nuestra población, olvidando la necesidad de involucrar a la mayoría de la ciudad en prácticas y actitudes que fomenten el uso racional de los recursos.

Finalmente ¿es posible un cambio a nivel de los paradigmas que hasta el momento sostienen la modernidad, aquellos que ubican al hombre en el centro de la creación y con potestad incuestionable para disponer de los recursos del planeta guiado por un solo tipo de mirada, la de si mismo? El hombre, con el avance inconmensurable de la ciencia y la tecnología, parece reconocerse únicamente como centro de la naturaleza, por encima de ella y con derechos inalienables para explotarla sin mediar algún tipo de límite. No parece existir ningún tipo de discernimiento ético entre fines y medios, ya que los primeros parecen justificarlo casi todo en aras de un mejor modo de vida, bajo una racionalidad perversa y autocomplaciente. Miradas alternativas buscan rescatar y proponer concepciones de culturas no occidentales que presentan una relación más equilibrada entre el hombre y la naturaleza, basada fundamentalmente en la reciprocidad y el respeto. Sin embargo, este tipo de cambios son de largo aliento, quedando pendiente la duda si el planeta podrá resistir dos o tres generaciones más con la misma visión utilitarista del mundo.

Como podemos apreciar, los pronósticos de uno y otro parecieran tener un mismo sentido. Estos implican la urgencia de cambios no solo a nivel de prácticas, hábitos de consumo, formas de vida y satisfacción de necesidades. También ponen de manifiesto la necesidad de un cambio de mentalidades. Una verdad, casi de perogrullo, afirma que la tierra es nuestro hogar. Sin embargo, tal vez estamos partiendo de una premisa equivocada considerando que todo hombre valora de manera especial su hogar. Nuestras prácticas estarían demostrando que la imagen de hogar no necesariamente es la que mejor describe nuestra relación con el planeta. La naturaleza, en su infinita sabiduría, se encarga de recordarnos cada vez mas seguido que si bien puede ser nuestro hogar, nosotros somos tan solo unos simples inquilinos.
(1) En: http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Malthus (Última consulta: 25 de marzo de 2009)
(2) Citado en: Pinto, José. ¿Cómo será el mundo en el año 2050? En: http://www.soberania.org/Articulos/articulo_1531.htm (Última consulta: 25 de marzo de 2009)

jueves, 5 de marzo de 2009

Museo de la Verdad


Cada cierto tiempo se reaviva un viejo debate cuyo hito más importante parece ser el año 2003. Dicho año, luego de dos años de trabajo, concluyó su labor la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) presentando al país su Informe Final. Este documento buscaba dar respuesta a los 20 años de violencia política que había vivido el país (1980 – 2000), indagando sobre causas profundas que pudieran explicarlo, narrando los hechos mas importantes de este conflicto, reconociendo a los actores y proponiendo un conjunto de recomendaciones que pudieran conducir al país hacia la ansiada reconciliación. La donación de 2 millones de dólares que ha ofrecido el gobierno alemán para construir un museo que busque rememorar lo acontecido estos años ha mostrado nuevamente los frentes de esta disputa y sus visiones particulares sobre tres elementos esenciales de este trance de nuestra historia: la verdad, la reparación y la memoria. Veamos brevemente cada una de ellas.

Partamos por definir ¿Qué son las Comisiones de la Verdad? “…son organismos de investigación creados para ayudar a las sociedades que han enfrentado graves situaciones de violencia política o guerra interna, a enfrentarse críticamente con su pasado, a fin de superar las profundas crisis y traumas generados por la violencia y evitar que tales hechos se repitan en el futuro cercano.”(1) Sin embargo, ¿Qué tipo de verdad es la que sociedad espera encontrar? Muchas veces, los informes que presentan las comisiones muestran el lado mas oscuro de nuestra sociedad, no exclusivamente el de victimas y victimarios, sino el de aquellos que, por acción u omisión, permitieron que esto suceda. Como refería Salomón Lerner en su discurso de presentación del informe: “Las dos décadas finales del siglo XX son – es forzoso decirlo sin rodeos – una marca de horror y de deshonra para el Estado y la sociedad peruana”. Es esta verdad la que un sector busca defender frente a otro que la niega de manera sistemática, sea cuestionando la metodología utilizada, el empleo de los recursos e incluso descalificando a los integrantes debido a su posición ideológica. El argumento, que parece resumir su lógica, es que la verdad presentada por la CVR es “su verdad”, no la verdad oficial en la que los peruanos podamos reconocernos.

Un segundo punto álgido en esta discusión parece ser el tema de las reparaciones. Uno y otro bando parecen reconocer la existencia de víctimas producto de este periodo, pero el número de ellas y como resarcirlas nuevamente rompe los puentes tímidamente construidos en uno y otro lado. El sector que niega la verdad presentada por la CVR ha considerado que la donación del gobierno alemán debería destinarse bien a las víctimas o a obras más importantes como escuelas, hospitales, carreteras, en lugar de un museo. Aún en el caso de conceder a este sector el hecho de canalizar recursos económicos a las victimas, ¿ello es suficiente? ¿Es que lo que están buscando? o ¿Es posible establecer un tipo de justicia que no solo retribuya (en este caso económicamente), sino también restaure? La restauración parece ser el nivel más elevado de justicia, por encima de la justicia retributiva (orientada a devolver el daño inferido, a castigar) y de la correctiva (corrección del daño ocasionado). Este tipo de justicia esta orientada a reparar las relaciones de las personas separadas por la injusticia y buscar la reconciliación interpersonal. Aunque el realismo político presenta límites para llegar a este nivel de justicia (volumen de crímenes, tiempo transcurrido, debilidad institucional y voluntad política), su búsqueda es una tarea innegable de nuestra sociedad.

Finalmente, la memoria es un tercer elemento a considerar. El sector que niega el informe de la CVR, duda seriamente sobre el rol de la comisión en la construcción de la misma, al afirmar que su labor ha servido únicamente para reabrir heridas y enfrentar a distintos sectores de la sociedad peruana, en lugar de lograr la ansiada reconciliación. Un museo, precisamente destinado a recordar lo que sucedió, haría mas profundas las brechas ya existentes en nuestra sociedad. El camino para este sector parece ser la vuelta de página. Esto podría conducirnos a la pregunta ¿Cuál es el rol de la memoria en un país? La memoria esta destinada a recordar no solo lo que sucedió en un determinado periodo de la historia, sino a garantizar el compromiso de la sociedad que este episodio infausto no se repita.

¿Qué tenemos que decir el resto de la ciudadanía? ¿Cuánto nos afecta estos temas a aquellos que no sufrimos con los atentados, que no fuimos victimas de amenazas sistemáticas o, peor aún, que no perdimos un familiar producto del conflicto? En realidad el primer paso es reconocer que esta ha sido un problema no de un grupo ajeno a nosotros, sino mas bien un problema de todos. Solo en la medida que el dolor del ‘otro’ sea nuestro, la sociedad moderna dejará de ser tan solo un agregado disperso de individuos, para volver a ser comunidad. Recordar no solo es traer a la memoria un hecho ingrato, es “volver al corazón”, al sentido mismo de las cosas, de aquellas que nos (debería) importar a todos.
(1) Las comisiones de la verdad en América Latina. En: http://www.derechos.org/koaga/iii/1/cuya.html#que (Última consulta: 4 de marzo de 2009)

Educación, salud, justicia y seguridad: ¿Y las reformas?


Casi a mitad de camino, es importante detenerse y preguntar no solo cuanto falta para llegar, sino también mirar hacia atrás para ver el camino recorrido. Y si bien lo andado puede ser significativo, ello no implica que el trecho avanzado no haya podido ser mejor, especialmente si el viajero de turno estuvo de acompañado de buen clima, dinero en el bolsillo, buenas provisiones y un camino con ciertos baches pero sin ningún obstáculo significativo. Con tanto a favor ¿pudo nuestro viajero haber avanzado más? Esta figura nos servirá para acercarnos brevemente a cuatro áreas cuyas urgencias contrastan con la atención no solo política, sino también mediática que reciben, tratando de evaluar lo andado a mitad de gobierno: la educación, la salud, la justicia y la seguridad.

A nivel educativo la ley de la carrera pública magisterial, las evaluaciones a los docentes y la disputa SUTEP – Ministerio de Educación parecen haber perdido el espacio mediático del que gozaban hace un tiempo. Sin embargo, los viejos problemas de nuestra educación persisten, tal vez esperando que la próxima disputa les permita irrumpir nuevamente en la escena pública. Aún cuando se habla de la “transformación invisible de la educación”, varias preguntas pendientes siguen sin ser respondidas: ¿en que medida la confrontación no terminó mellando la institucionalidad de este sector? ¿Las acciones emprendidas cuanto han mejorado nuestro sistema educativo? ¿Cómo se pretende enfrentar los grandes problemas de este sector: corrupción, ineficiencia, burocracia y falta de motivación? Parece lugar común afirmar que la clave del desarrollo de un país en buena parte reside en afianzar el capital humano de su población, es decir, su educación. Esto permite a un estudiante con buena formación tener mayores opciones laborales y personales. Al parecer, esta educación liberadora que desarrollo capacidades para generar oportunidades aun parece alejada.

La salud es otro de los grandes sectores desatendidos. La estrategia emprendida desde este sector fue similar al de la educación, buscando debilitar y deslegitimar a cualquier otro actor que pudiera hacer sombra al ministro de turno. Sin embargo, los problemas de cobertura, acceso, atención y calidad siguen presentes, ajenos al avatar político del día a día. Los intentos por mejorarlo solo parecen ser paliativos frente a la problemática existente. Es pertinente recordar que en la administración moderna no se trata exclusivamente de mejorar los procesos existentes, sino mas bien preguntarse si estos son los adecuados y responden a las necesidades de la población que busca atenderse. Nuevamente el árbol llama nuestra atención, en lugar del bosque.

De manera similar a los sectores anteriores, el sector justicia solo parece atraer nuestra mirada cuando salta algún escándalo o la amenaza de huelga de los servidores es inminente. Los diagnósticos sobre sus problemas parecen siempre coincidir: elevada carga procesal producto de una alta cultura litigiosa, red burocrática densa, procesos largos y anodinos, sin olvidar la corrupción presente en sus distintos niveles. Es importante reconocer, además, las barreras que menciona Wilfredo Ardito en el acceso a la justicia en el Perú: económicas, lingüísticas, geográficas, culturales y documentales. (1) Aún reconociendo la problemática existente, muchas autoridades parecen haber renunciado a iniciar reformar profundas, sostenibles y transparentes.

Finalmente, pero no por ello menos importante, tenemos a la seguridad ciudadana como una de las preocupaciones más importantes de la población. No solo parece tratarse de asaltos, secuestros, robos, etc. Es también ese aspecto que parece intangible pero que sin duda es importante: la sensación de inseguridad que padece la ciudadanía. Esta no solo es reconocible a través del miedo de salir a la calle a ciertas horas y en determinadas zonas. Esta sensación va minando un elemento poco valorado en nuestra sociedad que es el capital social. Bernardo Kliksberg lo define como esa capacidad de asociatividad basada en el clima de confianza que desarrolla una sociedad. Todo ello aunado a la conciencia cívica y a los valores socialmente compartidos que manifieste y que permitan consolidar redes fuertes entre el Estado, la sociedad civil y la empresa privada. En una sociedad donde casi todos se miran con recelo, casi preparados para defenderse y luego atacar (o viceversa) este tipo de capital se ve seriamente reducido.

Dos anotaciones finales. Si bien algunos de estos problemas tienen carácter sectorial, es innegable el nivel estructural de varios de ellos. La corrupción y la ineficiencia, al no ser característica de un ministerio en particular, requieren propuestas articuladas de reforma que involucren a todo el sistema. En segundo lugar, volviendo a la metáfora que utilizamos al inicio de este artículo y buscando no caer en el pesimismo siempre tentador y autosuficiente que asoma cada vez que pensamos en el país, no podemos negar el trecho avanzado, pero es también vital no olvidar lo que nos queda por recorrer y las necesidades por resolver en este largo camino.
(1) Ardito, Wilfredo. Perú: acceso a la justicia. En: http://www.servindi.org/actualidad/2495 (Última consulta: 26 de febrero de 2009)

domingo, 22 de febrero de 2009

El espejo de Evo


Hace casi dos semanas, el presidente boliviano Evo Morales promulgó una nueva Constitución política. La carta busca refundar el país a partir de valores tan caros como ausentes en muchas sociedades latinoamericanas: igualdad, justicia y dignidad. Sin embargo, el camino no ha sido nada fácil. Solo después de 3 años de marchas y contramarchas se aprobó mediante referendo un texto que parecía condenado desde su nacimiento, en medio de un país que parece enfrentar de manera permanente el fantasma de una escisión territorial. Este artículo busca detenerse y problematizar en algunos aspectos que menciona la nueva Carta Magna boliviana que pueden ser pertinentes para pensar también en nuestro país y en aquellos problemas que podemos compartir con la sociedad boliviana: la igualdad en medio de la diferencia y la inclusión de aquellos que han sido marginados secularmente.

Partamos por la nueva definición del Estado boliviano: “Estado unitario social de derecho plurinacional comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías.” Solo nos detendremos en dos elementos de esta retahíla de definiciones. Al hablar de Estado plurinacional se pretende enfrentar una de las debilidades con las que nacen los estados decimonónicos en nuestras sociedades y esta es reconocer la existencia de dos o más naciones bajo una misma forma de administración. El viejo modelo Estado – nación parece insuficiente frente a la diversidad cultural y étnica, siendo el reconocimiento de esta pluralidad de naciones el primer paso en la construcción de un Estado moderno, atento a las diferencias.

Pero este reconocimiento no es tan sencillo. Implica un conjunto de políticas que desde el aparato gubernamental deben ponerse en marcha para que este reconocimiento no sea únicamente expresión de un deseo para pasar a convertirse en realidad palpable. De este modo el Estado boliviano asume un rol protagónico en la preservación, desarrollo, protección y difusión de las culturas existentes en el país. Dos parecen ser las preguntas que se desprenden de esta pretensión: ¿Cómo será posible asumir esta tarea? y ¿en que medida el Estado no terminará discriminando a algunas culturas en su afán de promover y proteger otras?

Una segunda definición que llama nuestra atención en particular es la “intercultural”. La interculturalidad nos habla de “encuentro entre culturas”, pero no de una manera tradicional en la que una (hegemónica) termina imponiéndose a otra (sometida, subalterna). Este encuentro lleva más bien una carga valorativa particular que nos habla de respeto, tolerancia y comprensión entre individuos pertenecientes a culturas diferentes. La interculturalidad parece convertirse entonces en la clave para resolver viejos lastres como la discriminación, la exclusión, el racismo y la segregación.

Las políticas interculturales han sido implementadas tradicionalmente desde dos sectores en especial: la educación y la salud. No obstante, la búsqueda del nuevo texto constitucional parece ser la de construir una sociedad intercultural, donde el respeto a la diferencia se convierta en una prioridad para el Estado. El antropólogo canadiense Will Kymlicka prefiere hablar de Estados multiculturales (aquellos que adaptan la diversidad en sus leyes e instituciones) y ciudadanos interculturales, partiendo de la premisa que son los individuos quienes pueden enfatizar la necesidad de mayores habilidades interculturales (respeto, tolerancia y comprensión frente a la diferencia cultural) que podrían “…reducir la sensación de aislamiento entre los diferentes grupos, promoviendo una mayor interacción y reduciendo el peligro que esta interacción lleve a sentimiento de resentimiento o malentendidos”.

Sin embargo, una de las tensiones que Kymlicka reconoce en esta propuesta es que muchas personas parecen preferir un interculturalismo global (conocer las culturas de lugares lejanos) antes que uno local (grupos vecinos, en algunos casos tradicionalmente excluidos). Otra tensión importante es partir de la premisa que la apertura hacia otras culturas es una virtud que todo ciudadano debe poseer, sin reconocer el rechazo que puede existir en algunos sectores frente al intercambio cultural. Finalmente una ultima tensión nos presenta el problema de ¿Qué tipo de conocimientos deberíamos estar buscando sobre otras personas y culturas? Un conocimiento superficial y exotizado sobre su vestido, su comida y su música. O uno más profundo que busque acercarnos a sus creencias, anhelos y visiones del mundo.

Es innegable el aire esperanzador que esta nueva constitución ha despertado en muchos grupos, especialmente aquellos que han sido (y son) victimas de la injusticia y el olvido. Muchos pueblos, no solo de Bolivia, creen reconocer en esta carta una suerte de reconciliación con el pasado y una mirada optimista frente al futuro. Sin embargo, es pertinente detenernos y considerar si la imagen que nos devuelve el espejo es que la estamos esperando.

De medios y fines


¿Es posible construir fines que sean socialmente compartidos? ¿El fin justifica los medios? ¿Un medio puede convertirse en fin? Estas son algunas preguntas con las que pretendemos acercarnos a nuestra política local. En el primer caso se busca matizar fines compartidos buscando hacer espacio a intereses particulares. En el caso del segundo justificar los resultados y metas (fines) a cualquier costo (medios). Finalmente, concentrarse en los medios hasta hacer de ellos un fin, buscando convertir en meta aquello que es esencialmente un instrumento.

Desde esta lógica de medios y fines pretendemos acercarnos a tres hechos que hemos podido observar en nuestra política local y nacional. Revisaremos, a nivel local, la aún reciente disputa entre transportistas y la Municipalidad Provincial de Arequipa (MPA). A nivel nacional, nos detendremos en el desalojo del bosque de Pomac, con el costo de vidas que ya todos conocemos. Como tercer hecho nos detendremos en las nuevas revelaciones sobre el tráfico de interceptaciones telefónicas que viene saliendo a la luz. Observemos, en cada uno de ellos, como medios y fines pasan de un lugar a otro según las necesidades, no siempre éticas, de los protagonistas.

Hace poco más de dos semanas la ciudad parecía detener su marcha por una huelga del transporte público que buscaba expresar su rechazo frente a una ordenanza municipal que consideraban injusta. El dinamismo de la ciudad, que parecía detenerse frente a esta medida, encontró salidas creativas que permitieron reconocer a los transportistas que la contundencia de su medida era inversamente proporcional a su legimitidad. Pocos días después y ante la impopularidad de la paralización, nuevamente volvieron a sus labores cotidianas. Sin embargo, todos los actores involucrados (MPA, usuarios y transportistas) en este hecho ¿comparten los mismos fines? ¿Tienen las mismas búsquedas? Naturalmente, están presentes los intereses particulares de uno y otro, pero, ¿Cuan dispuestos están a renunciar total o parcialmente a ellos en búsqueda de lograr un fin compartido? Un mejor servicio de transporte público podría ser el norte al cual dirigirse, no obstante, ¿de que medios disponen para llegar a él y cuan dispuestos están a gestionarlos?

Nuestro segundo caso parece graficar como el valor de los recursos puede relativizarse en aras de conseguir una meta. Un grupo de personas invaden terrenos pertenecientes al Estado. Después de muchos años y de promesas de reubicación incumplidas, se procede con orden judicial en mano al desalojo y recuperación de esta zona de bosque seco. El saldo de la operación durante su primer día da cuenta de 3 efectivos policiales fallecidos y varios heridos de uno y otro lado, sin llegar a cumplirse la meta plenamente. Es durante el segundo día que se recuperan los terrenos ocupados finalmente. Frente a la avalancha de críticas y cuestionamientos a la efectividad de la operación policial, las autoridades no dudan en afirmar el éxito de la operación expresada en la recuperación del terreno, justificando, de algún modo, el precio pagado. El hombre se convierte en medio disponible para alcanzar los fines necesarios, dejando de lado su dignidad. De allí no es extraño el reclamo incesante de los policías sobre sus propios “derechos humanos” de los que se sienten despojados. Si la sociedad me ha encargado la tarea de defender sus derechos, pero llegado el momento no defiende los míos, como puedo comprometerme en esta tarea si puedo intuir el pago que voy a recibir.

Finalmente, nuevas revelaciones se han realizado respecto al tráfico de interceptaciones telefónicas. Se ha descubierto quienes la realizaron (Business Track SAC) pero aun se desconoce quienes pagaron por este servicio. Sin embargo, el debate parece haberse desviado de la corrupción de los ‘petroaudios’ (punta del iceberg únicamente) al derecho a la privacidad de las comunicaciones. Me valdré de una figura para representar en que medida podemos convertir un medio en un fin: Si una persona durante el asalto mata a dos personas, en que deberían concentrar sus energías los policías: ¿En encontrar al homicida o en buscar el arma que acabo con la vida de las personas? Sin duda el arma puede ser una pista (medio) pero la meta es sin duda encontrar al asesino. Al parecer, en el caso de nuestra política, toda la atención esta dirigida y se ha detenido en el arma, el medio, esta vez convertido en fin.

Estos tres casos parecen tener en común una visión particularizada de medios y fines, dependiendo de las circunstancias y de los actores. En algunos casos perdiéndolos de vista buscando atender intereses particulares, en otros justificándolos a cualquier precio y finalmente relativizándolos hasta convertir en fin (‘el chuponeo’) algo que era básicamente un medio. Una de las conquistas más preciadas de la modernidad son las ideas de libertad, de individualidad y de dignidad de todo ser humano. Sin embargo, el peligro es relativizar la dignidad del hombre (fin) para convertirlo únicamente en instrumento (medio). Es fundamental estar siempre atentos y denunciar cualquier intento que pueda mediatizar nuestra conquista mas preciada, la dignidad de todo ser humano.

La cultura del transporte


¿Quién tiene la razón: los transportistas o la municipalidad? ¿Son justos los reclamos de uno y otro lado? ¿Qué otras alternativas se podrían plantear para solucionar este impase? Y, ¿Qué tiene que decir la ciudadanía, en su mayor parte usuarios y afectados, frente a este problema público? Estas son algunas de las preguntas que he podido recoger a lo largo de estos días de paralización, que han sido debidamente analizadas y que sin duda son pertinentes. Sin embargo, no llegan a tocar uno de los temas de fondo de este problemática: ¿Y que hay de la cultura de transportistas y usuarios?

La primera reacción de algunos lectores será afirmar, casi sin dudarlo, la carencia de esta, especialmente del lado de los transportistas. Sin embargo, el presente artículo apela al término cultura no el sentido clásico que denota conocimiento o dominio de algún arte en particular. Utilizaremos el término cultura desde el giro que nos brinda la antropología y cuya acepción más simple es “modo de vida”. Desde la primera definición de cultura (conocimiento) hay grupos que poseen más cultura que otros en virtud de una mayor formación académica. Desde la segunda, todos somos poseedores de cultura en virtud de nuestra condición de individuos que forman parte de una comunidad que comparte un conjunto de prácticas. Considero importante esta breve aclaración ya que ella nos ayudará a acercarnos a la cultura del transporte en nuestra ciudad desde los transportistas y desde el usuario, actores fundamentales de este desencuentro.

Desde los transportistas es interesante recoger algunos elementos. Por un lado la justicia que ellos reconocen en su reclamo, frente a una ordenanza municipal que, desde su punto de vista, muchas opciones no les deja. Argumentan que las condiciones en las que trabajan no son las adecuadas e insisten en que la poca rentabilidad del transporte no les permitiría invertir en una necesaria renovación del parque automotor dedicado al transporte público. Sin embargo, ¿Cuál es la imagen que tiene el transportista del usuario? ¿Cuál dispuesto esta a brindar un mejor servicio? Y una pregunta más cruda aún, ¿Consideran que los usuarios se merecen un mejor servicio? Quienes utilizan el transporte público de manera diaria se enfrentan a frases como: “pie derecho”(para bajar con el carro aún en movimiento), “cuidado con la cabeza choche” (al subir o bajar si, por desgracia, mides mas de 1.70 m en una combi pequeña), “deje la pasada libre pe’ joven, todos quieren viajar” ( para adocenar pasajeros a ambos lados del pasadizo olvidando una de las propiedades de la materia: un objeto no puede ocupar el lugar de otro), “el carro esta vacío señorita” (lo cual significa que puedes viajar parado), “siéntate bonito pe’”(para ubicar en un asiento de 3 personas a no menos de 5) y la clásica e infaltable “al fondo hay sitio”, que no necesita mayor explicación. Dejo a la memoria del amable lector agregar algunas otras frases que sin duda pueden ayudar a reconocer cual es la imagen que tienen los transportistas de los sufridos usuarios.

Pero, es importante observar también el otro lado de la moneda. ¿Como observamos nosotros, los usuarios, a los transportistas? A través de diversos medios de comunicación es posible reconocer la desaprobación de la mayoría de la población hacia este sector, reconociendo en esta la necesidad apremiante de mejorar el servicio. Sin embargo ¿este rechazo abrumador como se expresa en lo cotidiano? ¿Cuánto hemos desarrollado nuestra capacidad de quejarnos frente a un mal servicio, la excesiva velocidad, las competencias entre vehículos que pertenecen a la misma ruta o el maltrato de parte de chofer o cobrador? En mi calidad de observador he asistido a numerosos episodios donde lo que encontraba era un grupo de ciudadanos que sufre resignadamente las situaciones antes mencionadas, asumiendo tal vez que las cosas siempre han sido y serán así, sin esperar y menos reconocer, que se merecen un mejor servicio. Son pocos aquellos que elevan la voz de protesta frente a un abuso, recibiendo únicamente la ambigüedad del silencio de los compañeros de viaje y preguntándose si vale la peña luchar por quienes aceptan la realidad de manera fatalista.

Es sin duda importante cualquier intento que busque mejorar la calidad de vida de la población, en este caso, desde el transporte. El “como mejorar” se puede discutir, pero el fin es, sin duda, el mismo para todos. Es posible comprar nuevos vehículos, capacitar a choferes y cobradores, educar al usuario en sus derechos y deberes como pasajero, pero, en que medida es posible cambiar las visiones que tenemos “uno” del “otro” (transportista – usuario, usuario - transportista) y, sobretodo, la imagen de uno mismo. El transporte no solo urbano, sino también el interprovincial, pueden convertirse en espacios privilegiados desde los cuales podamos poner en práctica nuestra condición de ciudadanos plenos, haciendo valer nuestros derechos y cumpliendo nuestras obligaciones. Finalmente, recordemos algo que parecemos olvidar con facilidad: es posible cambiar para construir una mejor sociedad para todos. Y el cambio empieza desde cada uno.