jueves, 5 de marzo de 2009

Museo de la Verdad


Cada cierto tiempo se reaviva un viejo debate cuyo hito más importante parece ser el año 2003. Dicho año, luego de dos años de trabajo, concluyó su labor la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) presentando al país su Informe Final. Este documento buscaba dar respuesta a los 20 años de violencia política que había vivido el país (1980 – 2000), indagando sobre causas profundas que pudieran explicarlo, narrando los hechos mas importantes de este conflicto, reconociendo a los actores y proponiendo un conjunto de recomendaciones que pudieran conducir al país hacia la ansiada reconciliación. La donación de 2 millones de dólares que ha ofrecido el gobierno alemán para construir un museo que busque rememorar lo acontecido estos años ha mostrado nuevamente los frentes de esta disputa y sus visiones particulares sobre tres elementos esenciales de este trance de nuestra historia: la verdad, la reparación y la memoria. Veamos brevemente cada una de ellas.

Partamos por definir ¿Qué son las Comisiones de la Verdad? “…son organismos de investigación creados para ayudar a las sociedades que han enfrentado graves situaciones de violencia política o guerra interna, a enfrentarse críticamente con su pasado, a fin de superar las profundas crisis y traumas generados por la violencia y evitar que tales hechos se repitan en el futuro cercano.”(1) Sin embargo, ¿Qué tipo de verdad es la que sociedad espera encontrar? Muchas veces, los informes que presentan las comisiones muestran el lado mas oscuro de nuestra sociedad, no exclusivamente el de victimas y victimarios, sino el de aquellos que, por acción u omisión, permitieron que esto suceda. Como refería Salomón Lerner en su discurso de presentación del informe: “Las dos décadas finales del siglo XX son – es forzoso decirlo sin rodeos – una marca de horror y de deshonra para el Estado y la sociedad peruana”. Es esta verdad la que un sector busca defender frente a otro que la niega de manera sistemática, sea cuestionando la metodología utilizada, el empleo de los recursos e incluso descalificando a los integrantes debido a su posición ideológica. El argumento, que parece resumir su lógica, es que la verdad presentada por la CVR es “su verdad”, no la verdad oficial en la que los peruanos podamos reconocernos.

Un segundo punto álgido en esta discusión parece ser el tema de las reparaciones. Uno y otro bando parecen reconocer la existencia de víctimas producto de este periodo, pero el número de ellas y como resarcirlas nuevamente rompe los puentes tímidamente construidos en uno y otro lado. El sector que niega la verdad presentada por la CVR ha considerado que la donación del gobierno alemán debería destinarse bien a las víctimas o a obras más importantes como escuelas, hospitales, carreteras, en lugar de un museo. Aún en el caso de conceder a este sector el hecho de canalizar recursos económicos a las victimas, ¿ello es suficiente? ¿Es que lo que están buscando? o ¿Es posible establecer un tipo de justicia que no solo retribuya (en este caso económicamente), sino también restaure? La restauración parece ser el nivel más elevado de justicia, por encima de la justicia retributiva (orientada a devolver el daño inferido, a castigar) y de la correctiva (corrección del daño ocasionado). Este tipo de justicia esta orientada a reparar las relaciones de las personas separadas por la injusticia y buscar la reconciliación interpersonal. Aunque el realismo político presenta límites para llegar a este nivel de justicia (volumen de crímenes, tiempo transcurrido, debilidad institucional y voluntad política), su búsqueda es una tarea innegable de nuestra sociedad.

Finalmente, la memoria es un tercer elemento a considerar. El sector que niega el informe de la CVR, duda seriamente sobre el rol de la comisión en la construcción de la misma, al afirmar que su labor ha servido únicamente para reabrir heridas y enfrentar a distintos sectores de la sociedad peruana, en lugar de lograr la ansiada reconciliación. Un museo, precisamente destinado a recordar lo que sucedió, haría mas profundas las brechas ya existentes en nuestra sociedad. El camino para este sector parece ser la vuelta de página. Esto podría conducirnos a la pregunta ¿Cuál es el rol de la memoria en un país? La memoria esta destinada a recordar no solo lo que sucedió en un determinado periodo de la historia, sino a garantizar el compromiso de la sociedad que este episodio infausto no se repita.

¿Qué tenemos que decir el resto de la ciudadanía? ¿Cuánto nos afecta estos temas a aquellos que no sufrimos con los atentados, que no fuimos victimas de amenazas sistemáticas o, peor aún, que no perdimos un familiar producto del conflicto? En realidad el primer paso es reconocer que esta ha sido un problema no de un grupo ajeno a nosotros, sino mas bien un problema de todos. Solo en la medida que el dolor del ‘otro’ sea nuestro, la sociedad moderna dejará de ser tan solo un agregado disperso de individuos, para volver a ser comunidad. Recordar no solo es traer a la memoria un hecho ingrato, es “volver al corazón”, al sentido mismo de las cosas, de aquellas que nos (debería) importar a todos.
(1) Las comisiones de la verdad en América Latina. En: http://www.derechos.org/koaga/iii/1/cuya.html#que (Última consulta: 4 de marzo de 2009)

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