miércoles, 28 de abril de 2010

Prometeo o la historia de una promesa incumplida


¿Recuerda el amable lector quien fue Prometeo? Prometeo fue un titán de la mitología griega cuyo mérito más importante fue robarles el fuego a los Dioses del Olimpo. La historia cuenta que Zeus privo a la humanidad del fuego por un engaño previo del mismo Prometeo (en un sacrificio hizo que Zeus eligiera los huesos de un buey antes que su carne). Sin embargo, Prometeo consiguió devolverles a los hombres el fuego.

Zeus se venga de esta segunda ofensa a través de la no menos célebre Pandora, quien se casa con Epimeteo (hermano de Prometeo) quien en su casa poseía una caja que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad, la famosa ‘Caja de Pandora’. Epimeteo se casó con ella (a pesar de la advertencia de su hermano de no recibir regalos de los dioses) quien terminaría abriendo la caja tal y como Zeus había previsto. En el caso de Prometeo, Zeus hizo que le llevaran al Cáucaso, donde fue encadenado y envió un águila para que le comiera el hígado. Siendo éste inmortal, su hígado volvía a crecerle cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día. Este castigo había de durar para siempre, pero Hércules pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo y le liberó disparando una flecha al águila.

A estas alturas el lector probablemente se pregunte: ¿Y que tiene que ver Prometeo con nuestra vida actual? ¿Qué importancia tiene un mito griego en pleno siglo XXI? ¿Qué tipo de relación se puede establecer entre esta historia y nuestra sociedad actual? ¿Cuál es la promesa no cumplida? Pues, en realidad, tiene mayor importancia de la que podemos creer. Empecemos mencionando que los mitos, en diferentes tradiciones culturales, han cumplido un rol esencial en la vida social: responder preguntas como el quienes somos, quien nos creo, por que las cosas suceden de este modo y no de otro y, no menos importante, hacia donde vamos. Constituían una verdad (tal como ahora podemos percibir a la misma ciencia) que se transmitía de generación en generación y que permitía entender el mundo que nos rodea.

Con el paso del tiempo y con la hegemonía de la racionalidad occidental (no es que los mitos sean irracionales, mas bien constituyen una forma de racionalidad propia de cada pueblo), los mitos parecen perder terreno como fuente de explicación y sentido. Las preguntas que parecen resolver ahora son abordadas por la ciencia, cuyos métodos y técnicas parecen incuestionables en la búsqueda de la verdad. El pensamiento mítico pasa a tener un rol subalterno, menospreciado por el espíritu científico y asociado con estados inferiores de desarrollo cultural.

Sin embargo, y a pesar del predominio del pensamiento racional, los mitos no pierden su dimensión simbólica, es decir, su capacidad de representar una idea de manera no solo imperecedera, sino también universal. El mito de Prometeo podemos relacionarlo de manera contemporánea con el descubrimiento y auge de la ciencia para el hombre moderno. Con la revolución científica que se inicia en la modernidad, el hombre, al estilo de Prometeo, cree haberles arrebatado el fuego a los dioses y se siente capaz de conseguirlo todo. Con esta nueva luz, que generosamente distribuye entre sus congéneres, siente que sus posibilidades de dominio sobre la creación se multiplican infinitamente. Para Josep Lafuerza: “… el hombre aprendió a sobrevivir en el laberinto telúrico dirigiendo primeramente sus actuaciones hacia la transformación y aprovechamiento del mundo de la physis, de sus potencias y recursos ocultos, en aras de una vida mejor y menos gravosa ayudándose de los saberes: astronomía, aritmética, lenguaje, agricultura, medicina, navegación y comercio. El saber recién adquirido propicia que la acción práctica del hombre cobre efectividad en su lucha contra la desmesura y hostilidad del hábitat.” (1)

Sin embargo, este poder que constituye la posibilidad del conocimiento ilimitado no termina resolviendo todos los problemas del hombre. Aquí podemos reconocer otro símbolo. Pandora, al abrir la celebre caja, desata una serie de desgracias entre los hombres: la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen, etc. ¿Cómo el hombre, recién poseedor del fuego del conocimiento, no puedo hacer frente a todas las desgracias que llegaron con la caja? ¿Es que acaso el fuego no era suficiente? ¿Las desgracias reubican al hombre en su mortalidad: “no eres un Dios, eres un mortal con un juguete divino”?

La ciencia, con todos los avances que registra de manera cotidiana, no resolvió todos los problemas de la humanidad. Sus logros son deslumbrantes, pero los costos de su autonomía innegables. Basta apreciar los desarrollos bélicos durante el siglo XX y los resultados de todo este ingenio puesto al servicio del mal. Prometeo repartió el fuego, pero este al parecer se quedo en muy pocas casas, alumbrando el interés egocéntrico de algunos y dejando en la oscuridad a la mayoría de los hombres. Hay, como vemos, una promesa no cumplida.

(1) Lafuerza, Josep. Acerca de los mitos prometeico y fáustico en la tradición cultural de occidente. En: http://www.raco.cat/index.php/Scriptura/article/viewFile/94816/142757 (Última consulta: 21 de abril de 2010)

Los limites de la tolerancia


Hace algo más de un mes recibí un correo electrónico al cual, en principio, no le di mucha importancia. Llevaba como título ‘casamiento musulmán masivo’. Desde mi prejuiciada mirada occidental, la imagen que vino a mi mente era precisamente la de nuestros matrimonios masivos, con varias decenas de parejas de distintas edades, tamaños y colores ávidos por recibir el sacramento del matrimonio, solo que esta vez desde la religión que fundó Mahoma.

Al recibir el mismo correo por segundo vez mi curiosidad no pudo resistir abrirlo y ver de qué se trataba. Efectivamente, coincidiendo inicialmente con la primera imagen que tuve, se trataba de un matrimonio con 450 novios, solo que se casaban con niñas menores de 10 años en Gaza, en el Medio Oriente. Si, ha leído bien, 450 parejas que en agosto del año 2009 se unieron frente a familiares y autoridades locales, todos provenientes del cercano campo de refugiados de Jabalia. La crónica cuenta que cada novio, que en promedio contaba con 20 años de edad, recibió 500 dólares como regalo de boda. Las niñas, además de un vestido y un maquillaje chillón, completaban el ajuar con sendos ramos de novia.

¿Este tipo de unión es excepcional en el mundo musulmán? Al parecer no, ya que el Centro Internacional de Investigación Sobre Mujeres estima que, actualmente, hay 51 millones de niñas desposadas que viven en el planeta tierra y casi todas en países musulmanes. 29% de esas niñas desposadas son golpeadas regularmente y abusadas por sus esposos en Egipto; 26% sufren un abuso similar en Jordania. Es más, la tradición parece apoyarse en el mismo Mahoma, quien desposó a Aisha, tercera y predilecta esposa del profeta, cuando ella tenía 5 o 6 años y Mahoma 54 años. El matrimonio se consumó 3 años después, según narra la misma Aisha: “Mi madre vino hacia mí cuando me estaban meciendo en un columpio entre dos ramas. Mi cuidadora me lavó la cara y me llevó de la mano. Cuando llegamos a la puerta se detuvo para que yo recuperara la respiración. Me introdujeron en la habitación, donde esperaba el Profeta sentado en una cama de nuestra casa. Mi madre me hizo sentar en el regazo de él. Entonces, los hombres y mujeres se levantaron y nos dejaron solos. El profeta consumó el matrimonio conmigo en mi casa cuando tenía nueve años.” (Aisha: Tabari Hadith, 9. 131)

El lector probablemente ya ha establecido una posición que condena, sin duda alguna, este tipo de prácticas y está seguro que debería existir algún tipo de sanción. Sin embargo el asunto no es tan sencillo. A mediados del siglo pasado los Derechos Humanos (DDHH), en un contexto post Segunda Guerra Mundial, aparecían como el instrumento ideal para impedir cualquier tipo de practica que vulnere la dignidad del hombre, al margen de sus características sociales, económicas o culturales. No obstante, una de las barreras más importantes que han encontrado los DDHH es precisamente esta suerte de relativismo cultural con el que se pretende defender ciertas tradiciones. Desde esta mirada, cada cultura posee el derecho de organizarse y vivir en función a los valores, tradiciones, normas y costumbres que considere importantes. Es mas, considera como una intromisión cualquier juicio de valor que se pueda establecer sobre alguna tradición en particular.

Como concepto antropológico, el relativismo cultural aparece en los años 20 del siglo pasado como una respuesta a la mirada eurocéntrica que dividía arbitrariamente en salvajes, bárbaros y civilizados a los diferentes pueblos. Europa, naturalmente, aparecía como el ideal de desarrollo al cual debían apuntar aquellas culturas consideradas premodernas. Este relativismo buscaba revalorar las diferentes tradiciones culturales bajo el lema que no hay culturas superiores o inferiores y que cada cultura se debe juzgar en función a sus propias características. Este nuevo relativismo parece convertirse en la excusa que permite la subsistencia de prácticas cuestionables.

Los DDHH, sin desconocer la potestad que poseen las culturas en manifestarse y vivir bajo sus tradiciones, propone un conjunto de mínimos necesarios para que estas mismas tradiciones no terminen por atentando contra la dignidad del hombre. Aunque muchas veces se les acusa que llevar consigo un origen occidental que les quita cierta neutralidad al juzgar diferentes tradiciones culturales, es preciso no olvidar que una característica esencial de los DDHH es que son autoreferenciales, es decir, que son en si mismos una fuente de referencia por el solo hecho de existir.

Después de estas breves reflexiones las preguntas que parecen desprenderse son: ¿hasta donde es posible tolerar determinadas manifestaciones culturales? ¿Cuáles son los límites de esta tolerancia? ¿Como poder intervenir sin que las culturas sientan vulneradas su autonomía? ¿Cuan autónomas son las culturas cuando sus tradiciones vulneran derechos básicos? El caso que hemos mencionado al inicio de este artículo es tan solo un pequeño ejemplo de los retos que plantea la diversidad cultural en un mundo que no solo ha globalizado bienes y servicios, sino que ha permitido extender el manto de los derechos básicos a todos, aunque ello, por el momento, no sea suficiente.

sábado, 3 de abril de 2010

Los mitos de la conquista


Una división tradicional de la historia del Perú nos presenta el periodo preinca, inca, colonial, republica y contemporáneo. Cuando llegábamos al periodo inca nos maravillábamos de los grandes logros alcanzados por su civilización en organización, economía, infraestructura, artes y religión. Se nos presentaba el imperio de los incas como un lugar idílico, un paraíso perdido donde nadie tenía hambre y todos eran iguales. No obstante, al pasar a la conquista (periodo que media entre los incas y la colonia), nuestras sorpresas comenzaban ya que era difícil entender (y aceptar) como un grupo de casi 180 hombres pudieron acabar con todo un imperio. ¿Qué parte de la historia no nos han contado? ¿Por qué persisten viejas ideas respecto a este periodo? ¿Cuánto contribuyen estos mitos arraigados en el imaginario colectivo en la formación de una endeble identidad nacional? Veamos algunos de estos mitos que la tradición se ha encargado de transmitirnos como verdades que no admiten discusión.

Empecemos mencionando que efectivamente encontramos superioridad militar del lado español (caballería, armas de metal, cañones, arcabuces y capacidad estratégica de sus líderes), frente a una masa indígena provista de lanzas, garrotes y hondas, aunque con una superioridad numérica incomparable. Sin embargo, ¿esta superioridad bélica fue suficiente para inclinar la balanza? La respuesta es no, y en nuestra ayuda acuden dos factores claves para entender la victoria española: en primer lugar el colaboracionismo indígena a favor de los españoles y en segundo lugar un ejercito con aliados tan microscópicos como letales: el sarampión. Veamos cada una de ellas.

Muchas etnias, sometidas por los incas, vieron en los ‘barbudos’ una oportunidad inmejorable de libertad. De allí que unen fuerzas con ellos para enfrentar las tropas incas. Una prueba contundente de ello la brindó en el año 2004 el arqueólogo Guillermo Cox. Al explorar las tumbas de Puruchuco (Lima) descubre un enterramiento con unas características particulares. Al analizar los restos encontrados, la característica de todos ellos era que habían dejado de existir a causa de una muerte violenta. Sin embargo, mientras uno de ellos (probablemente el líder) presentaba un claro orificio de entrada y salida producido por un proyectil de arma de fuego, los demás tenían lesiones cuyo origen estaba asociado a armas de piedra.

Este probable enterramiento data de 1536, un año después de fundada Lima, en que la ciudad sufre el ataque de grupos de resistencia indígena encabezados por Manco Inca. Las crónicas españolas insisten en narrar la acción valerosa de un puñado de españoles que enfrenta a miles de indios que logran ser dispersados con la fuerza de la caballería ibérica. Sin embargo, datos etnohistóricos recientes dan cuenta del apoyo de la etnia Huaylas, a la que pertenecía la concubina de Pizarro, Quispe Sisa o Inés Huaylas (hija de Huayna Capac y hermana de Atahualpa), con la que Pizarro tuve dos hijos, Gonzalo y Francisca. Podemos apreciar claramente que se enfrentaban indios contra indios, mientras los españoles no hacían más que agudizar las contradicciones y rivalidades entre pueblos para finalmente salir ellos vencedores. Naturalmente los huaylas no fueron los únicos que colaboran con los ‘wiracochas’, sino también indios cañaris, huancas y chachapoyas.


Otro factor, tal vez más importante que el anterior, esta dado por otro tipo de arma que puede ser más efectiva que espadas o arcabuces: la viruela. La guerra biológica no es una novedad en el nuevo mundo, ya que sus antecedentes datan del medioevo (se arrojaban cuerpos en descomposición para generar epidemias dentro de las ciudades). Uno de las más ilustres victimas de este mal fue precisamente el inca Huayna Capac, cuya muerte desencadeno la lucha por el poder entre Huascar y Atahualpa. Los cálculos más aceptados de la población del Imperio inca son de 13 a 15 millones de habitantes (D. Noble Cook) En los tiempos de la Colonia la población indígena disminuyó drásticamente. En 1620 la población llegaba sólo a los 600 mil habitantes. De 1532 a 1620, había 14.400.000 habitantes menos, en apenas 88 años. La disminución media por década fue de 1.655.172 habitantes. Por año: 165.517 habitantes. Por día: 453 habitantes.

Existe un gran consenso entre historiadores, demógrafos y ecólogos que apuntan a la introducción de enfermedades frente a las cuales los indígenas carecían de defensas, como la causa fundamental de la debacle demográfica, estimando entre un 75 y un 95% de disminución de población achacable a las enfermedades epidémicas. Ocurre los que Ruggiero Romano denomina un proceso de unificación micróbica del mundo que se origina en occidente (Europa, Asia y África) debido al comercio y que afecta acumulativa y sucesivamente a indígenas de todas las edades.

Para seguir pensando en este periodo de nuestra historia en búsqueda de nuevas verdades que permitan reconocer lo que sucedió hace tantos años, pero que hoy sigue desatando encendidos debates y apasionadas defensas de uno y otro lado.

Los siete “ismos” de la política


“No importa que robe, pero que haga obra”, “Si quieres ganar plata métete en política, hijito”, “Juro por Dios y por la plata,…digo…por la Patria”, “Yo voto por el primero que soluciones mis problemas, ¿si es corrupto?, bueno, nadie es perfecto” ¿Le resultan familiares al lector estas frases? ¿Cuántas veces las ha utilizado para tratar de entender nuestra política local? ¿Ha logrado establecer alguna posición frente a ellas? Algunos asocian con Nicolás de Maquiavelo la ruptura entre la ética y la política, surgiendo así una nueva moral, donde el fin justifica los medios. ¿Cómo poder reconocer esta nueva moral con la que llega la política? ¿Cómo poder construir y reforzar los viejos puentes que la vinculan con la ética? ¿En que momento nos dejamos engañar por esta nueva racionalidad y terminamos haciéndoles el juego a los políticos de turno? Veamos esta pequeña lista con 7 términos que, a modo de un pequeño manual, pretende alertarnos sobre aquello que antes que normal y común, contribuye en la construcción de una cultura política cínica e interesada.

Pragmatismo Equivale a actuar con prescindencia de ideologías principistas, haciendo lo que parece más adecuado de acuerdo a cómo se presentan las circunstancias de cada momento. Muchas veces hemos escuchado que “hay que ser práctico, no hay que hacerse problemas”. Sin embargo, el problema radica en que en esta búsqueda de soluciones inmediatas y efectivas no se considera los medios utilizados (si son éticos o no) y tampoco los fines (las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones).

Mercantilismo es un tipo de política económica en la que el gobierno debe intervenir regulando a la actividad económica. El problema, más allá de la posición liberal respecto a la intervención estatal, en que muchas veces esta mediación tiene motivaciones oscuras para favorecer a aquellos que si bien no forman parte del poder político, tienen sólidas influencias para legislar a favor suyo. Es primo hermano del proteccionismo estatal que eleva aranceles para proteger no al pequeño empresario, sino a grandes empresas.

Clientelismo es un sistema extraoficial de intercambio de favores, en el cual los políticos de turno ofrecen una serie de prestaciones, obtenidas a través de su función pública o de contactos relacionados con ella, a cambio de apoyo electoral. Se compran voluntades (de allí viene la palabra voto) a cambio de satisfacción de necesidades inmediatas. Como imaginará el lector, este tipo de práctica clientelar genera una nueva cultura política en la que el ciudadano elegirá no en base a programas e ideas, sino en función a dadivas inmediatas.

Transfuguismo como una denominación atribuida (que se puso de moda en la política peruana desde el año 2000), a aquellos representantes que traicionan a sus compañeros de lista, pactan con otras fuerzas para cambiar o mantener la mayoría gobernante. Normalmente el transfuguismo tiene lugar por motivos ilegales y socialmente inaceptables. Ello no quiere decir que una persona que pertenece a una agrupación este condenada a permanecer en ella para siempre, sino mas bien saber diferenciar las motivaciones de este cambio.

Patrimonialismo, término acuñado por Max Weber, esta referido al uso de los bienes públicos como si fueran patrimonio privado, es decir, propiedad del político. Peter Evans nos hable de Estados Predatorios que se caracterizan por la apropiación de las rentas públicas (o corrupción) por parte de los funcionarios. La sociedad es la presa de un predador o gobernante. Malversación, enriquecimiento ilícito, uso inadecuado de los bienes públicos, son expresiones concretas de esta percepción equivocada de lo público.
Corporativismo un sistema de organización o pensamiento económico y político que considera a la comunidad como un cuerpo sobre la base de la solidaridad social orgánica, la distinción funcional y los roles entre los individuos. El problema del corporativismo es que asume que roles, funciones y estructuras son inmutables y naturales. Es decir, no solo se establecen claros los roles de gobernantes y gobernados, sin posibilidad de control o fiscalización, sino que se asume que existe una suerte de clase política, que representa la cabeza de la nación y que esta destinada a dirigirnos.
Populismo es un término político usado para designar corrientes caracterizadas por su aversión a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos tradicionales (institucionales e ideológicos), su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al "pueblo" como fuente del poder. En algunos casos se identifica erróneamente el populismo con la demagogia: mientras ésta última está referida al discurso del político buscando influir en las emociones de los votantes, el populismo está referido a las medidas que toma un político, buscando la aceptación de los votantes.

A estar prevenidos entonces. Solo en la medida que podamos no solo reconocer, sino también desenmascarar las distintas personificaciones de estos “ismos” políticos podremos elegir mejor y quejarnos menos los próximos 5 años.