lunes, 22 de abril de 2013

Los dos Perúes


Una de las reflexiones más importantes desde las ciencias sociales, al pensar como se ha construido el Estado en nuestro país, nos ha hablado de “dos Perués”: uno moderno y occidental; el otro tradicional y originario. Uno que parece haberse subido al tren del desarrollo casi al vuelo y siempre mirando al exterior, el otro parece observar solo hacia dentro, desconfiando de lo de fuera y sintiéndolo como una amenaza. Un Perú que parece ser respetuoso de la legalidad y de las instituciones que la representan, otro que establece justicia en sus propios términos y dentro de sus propias concepciones de la ley.

Sin embargo, esta representación de nuestra sociedad puede pecar de un dicotomismo (división en dos) poco conciliado con la realidad. Y es que lo criticable desde esta percepción es representar al Perú dividido en dos compartimentos que no tienen contacto, carente de intercambio en sus zonas de encuentro y de frontera, sin reconocer que en la modernidad hay algo de tradición como en la tradición algo de modernidad. Esta mirada encasilla “a cada Perú” en espacios vecinos y al mismo tiempo separados.

Esta reflexión surge a propósito de una noticia que nos hace nuevamente pensar en cuan efectiva es esta visión dual del Perú. Un grupo de pobladores del poblado San José de Alto Kuviriani, distrito de Pichanaqui, provincia de Chanchamayo en Junín asesinaron a una mujer acusándola de brujería. La información narra que la mujer fue quemada luego de estar varios días encerrada. Los comuneros, desesperados por  las enfermedades gastrointestinales que venían afectándolos, así como por la aparición de plagas de insectos y otros bichos que arruinaban sus sembríos, buscaron un culpable terrenal. Elena Cabreloy Jayunga reunía todos los requisitos y de curandera pasó a ser la bruja mala del pueblo.
Desde la mirada del pluralismo jurídico, que el Estado peruano contempla en su constitución, existe un reconocimiento a las formas de justicia consuetudinaria (tradicional) que poseen y siguen poniendo en práctica algunas comunidades de nuestro país. Esta se expresa muchas veces en procedimientos que penan delitos como el robo, el abuso de autoridad e incluso recientemente la infidelidad con castigos que van desde unos latigazos en frente de toda la comunidad, el rapado del cabello, la expulsión del pueblo, hasta cruentas golpizas que pueden incluso conducir a la muerte. Sin embargo, en este desencuentro entre el derecho oficial y el tradicional, parece existir una suerte de límite en la aplicación de aquellas sanciones y es lo que algunos especialistas llaman el “principio de la repugnancia”. Este consiste en que aquellas sanciones que constituyan un atentado contra la dignidad y la integridad de los individuos no son reconocidas como válidas por la justicia oficial y más bien son criticados. Este principio parece establecer una suerte de demarcación entre lo que el derecho oficial tolera y aquello que no solo no reconoce, sino además combate. En el caso de la supuesta bruja causante de los males del poblado de San José, no solo estamos frente a una acusación en la que difícilmente se podrían presentar pruebas (habría que establecer una relación de carácter mágico entre un determinado elemento y una supuesta reacción causada por este), sino también frente a un asesinato de una mujer cuyo delito fue haberse convertido en el chivo expiatorio que explique los males de la comunidad.
Pero, ¿Qué pasa en el otro Perú? Ha sido muy interesante leer los comentarios de los lectores de esta noticia. Por ejemplo algunos de ellos: la policía debe capturar terrucos y narcos y no a estos primitivos. Falta de objetivos policiales”, “fanatismo religioso y supercherías de ignorantes. Sí el dinero ROBADO por los corruptos fuese empleado para darle EDUCACIÓN DE CALIDAD a todos y cada uno de los peruanos, entonces tendríamos menos analfabetos, menos cucufatos y menos oscurantismo, y POR FIN tendríamos una DEMOCRACIA. La democracia no existe en ningún país poblado por hordas de borregos, analfabetos y salvajes.”
Es interesante percibir como desde este Perú oficial, occidental, moderno, que tiene acceso a internet, la mirada sobre quienes perpetraron este crimen utilice adjetivos como salvajes, primitivos, borregos. ¿Su puede utilizar estos calificativos para explicar una determinada conducta? De hecho y nuevamente desde la perspectiva del pluralismo jurídico, existía una suerte de atenuante de carácter cultural. Este consistía en reducir la pena si el infractor era un indígena o un nativo amazónico. Estos calificativos, nuevamente bajo la mirada de los “dos Perués”, pueden terminar restando responsabilidad a los perpetradores bajo el supuesto que su condición de salvajes les impide cierto discernimiento entre el bien y el mal. Las ciencias sociales y en particular la antropología han sido cada vez más cuidadosas en utilizar estos términos que pretendían clasificar la humanidad bajo los criterios de superioridad (civilizados) e inferioridad (salvajes) porque cayó en la cuenta que ello traía más problemas que soluciones. No estamos frente a salvajes, sino frente a ciudadanos que deben responder a la justicia frente a un crimen cometido. La diferencia cultural no debe convertirse en excusa ni menos en impunidad.

domingo, 31 de marzo de 2013

Viernes santo


Probablemente, dentro de la religiosidad popular, este sea el día central de la Semana Santa. Incluso más cargado de tradiciones, ritos, espíritu de recogimiento que el mismo Domingo de Resurrección, el cual rememora un Cristo que vence a la muerte y nos redime de nuestros pecados. Es importante preguntarnos porque los creyentes han puesto especial énfasis en este día en particular en detrimento del Domingo de Resurrección.
¿Qué nos recuerda viernes santo dentro de nuestra tradición religiosa? Pues es el día en que Cristo es crucificado. La experiencia de la cruz se hace más dramática porque es Jesús, quien en un acto de libertad infinita decide abrazarla. Sus amigos lo negaron o abandonaron. Solo su madre, algunas mujeres y su apóstol más joven, Juan, lo acompañan hasta el final. Todos aquellos quienes abrigaron expectativa en una liberación que iba más allá de lo espiritual, veían como sus esperanzas terminaban clavadas a un madero. Este parece ser el punto culminante de su vida y en cierto modo nos hemos acostumbrado a apreciar a un Jesús crucificado más que a un Jesús resucitado.
Pero es importante recordar que no todo terminó en la cruz, ya que la muerte es tan solo el comienzo de una promesa que se cumplirá tan solo 3 días después, la promesa de la vida eterna, del Reino de Dios para los hombres justos. Aquella promesa que le hace sus amigos cuando asciende a los cielos: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18-20). Una promesa cumplida que renueva continuamente la esperanza.
Y esta esperanza, la del Dios vivo, parece haberse renovado hace muy pocos días. Francisco, nuestro nuevo Papa, no solo nos ha recordado que esta historia no concluye en la cruz. Además y de manera constante, a través de palabras y de gestos cargados de profundo significado, insiste en que la misión continúa. Pero Francisco va más allá e insiste que en esta entrega son los pobres, aquellos que más sufren, quienes se convierten en la prioridad de nuestro servicio. “Tenemos que salir, entonces -para experimentar nuestra propia unción (como sacerdotes)- a las periferias donde hay sufrimiento, derramamiento de sangre, ceguera (…)” ha mencionado en su homilía por Jueves Santo. Estamos, en cierto modo, frente a una nueva época y frente a nuevas maneras de relacionarse con creyentes y no creyentes.
Francisco acaba de llamar a sus sacerdotes a ser “pastores con olor a ovejas”; pocos días después de su elección extendió su bendición, en una reunión con periodistas de todo el mundo, tanto a creyentes como a no creyentes, sabiendo en el fondo que todos son hijos de Dios.  Ha elegido llamarse Francisco en honor a Francisco de Asís, para colocar nuevamente en el horizonte de la Iglesia la lucha contra la pobreza, tanto material como espiritual.
Son tantos gestos en tan corto tiempo, que apenas terminamos de reponernos de la impresión del primero cuando ya está llegando otro. Pero todos ellos nos recuerdan el amor infinito de Dios y la historia de una promesa que se cumplió y se sigue cumpliendo.      

Servicio militar voluntariamente obligatorio


Uno de los científicos sociales más importantes de la segunda mitad del siglo XX, Alberto Flores Galindo, hablaba de dos instituciones tutelares en el Perú: la Iglesia y el Ejército. Y son instituciones tutelares no solo porque una gran parte de la colectividad ha asumido, consciente e inconscientemente, que ellas no solo nos protegen, nos muestran de manera especial, un deber ser: como creyentes y como ciudadanos. En el caso de la Iglesia, sustentando su rol bajo la figura del designio divino que le encarga el rescate y conversión de las almas. En el caso del Ejército, a partir de esta asociación implícita entre heroicidad, disciplina, carácter con vida militar. Un tutor, como bien define el DRAE es aquel que ayuda al que es incapaz para gobernar sus cosas.
Pues hace pocos días, una de nuestras instituciones tutelares irrumpió súbitamente en la vida social. El miércoles 20 del mes en curso el Ministerio de Defensa publicó el Decreto Supremo 001-2013, que en su artículo 1 aprueba el llamamiento extraordinario de personal para su incorporación voluntaria al servicio militar 2013 en el Ejército. Hasta allí no hay nada nuevo. Pero en su artículo 3 indica que si con el llamamiento extraordinario no se alcanza el número de voluntarios necesarios, “se procederá de inmediato con el sorteo establecido en el artículo 50 de la Ley de Servicio Militar modificado por el Decreto Legislativo 1146. ¿Quiénes serán los llamados? jóvenes entre los 18 y 25 años. ¿A quiénes no llamarán? Están exceptuados los sorteados que tengan discapacidad física o mental grave y permanente, quienes estén privados de su libertad, quienes acrediten ser responsables del sostenimiento del hogar, los estudiantes universitarios, quienes acrediten estar prestando algún servicio voluntario a la comunidad y los residentes en el extranjero. ¿Qué pasa con aquellos que resultaron sorteados y no quieren servir? Los elegidos por sorteo o seleccionados que no se presenten son sancionados con multa del 50% de la Unidad Impositiva Tributaria (UIT), es decir 1.850 nuevos soles.
Ahora bien, veamos una serie de argumentos que han intentado justificar o criticar la medida, intentando reconocer las falacias que pueden estar detrás de cada uno de ellos.
"Uno puede optar por no hacerlo y lo que se plantea en este caso es el pago de una multa", "El tema de la multas es un tema vinculado a cualquier consideración a un deber del Estado, como lo es en el caso de las multas por elecciones generales (...) aquí no es una obligación es un deber ", (Premier Juan Jiménez) Algunas preguntas al Premier: ¿Es posible optar o no optar con una multa de por medio? ¿Dónde queda la voluntariedad cuando se trata de un deber? ¿O por ser un deber de Estado lleva implícitamente la voluntariedad de todo “buen ciudadano”? Hábilmente intenta introducir un símil con el caso de la multa para quien no acude a votar en las elecciones generales, sin embargo es una comparación bastante forzada, ya que ni la multa es tan alta, y una cosa es ir a votar y otra pasar 6 meses en un cuartel de manera obligatoria. 
"Hemos tenido 10 años probando este servicio militar voluntario, desgraciadamente por diversos motivos, la juventud no va en la medida que uno quiere", "No voy a decir que esa sea la culpa,  desde que se instauró el servicio militar voluntario, luego de 10 años, vean en las estadísticas, cómo se ha incrementado la delincuencia juvenil", “Algunas ONG estigmatizaron a las Fuerzas Armadas como entidades corruptas, lo que generó un rechazo de parte de los jóvenes” (Almirante AP José Cueto Aservi, Jefe del CCFFAA) “La juventud no va en la medida de lo que uno quiere” revela lo que anotábamos líneas arriba, esa vieja figura del tutor que intenta gobernar a quien no es capaz de hacerlo por sí mismo. Es innegable que muchos de los problemas sociales tienen un componente juvenil, pero antes que preguntarnos qué es lo que queremos para los jóvenes, considero que sería más pertinente preguntar ¿Qué quieren los jóvenes? Allí empezaríamos a entender a quién tenemos al frente. Lo primero revela paternalismo, lo segundo un sincero intento por comprender a un grupo etareo complejo, cambiante y lleno de particularidades. El Almirante Cueto, para darle mayor peso a sus argumentos, intenta establecer una relación estadística que se debe tomar con cuidado, aquella en la que menos reclutas implicarían más delincuentes. Preguntas: ¿No hacer servicio militar me hace potencialmente un delincuente? ¿Son los cuarteles reformatorios? ¿Han sido pensados para ello? ¿Seis meses de instrucción corregirían años de maltrato familiar y exclusión social?
Estas son algunos de los argumentos que he podido recoger en relación con esta nueva norma. Considero que no se están haciendo las preguntas adecuadas y que se opta, una vez más, por el camino más sencillo, el de la imposición para intentar resolver una necesidad que con mayor creatividad, motivación y recursos se podría atender mejor. A la patria se le sirve de muchas maneras y en diversos espacios, los militares no poseen el monopolio ni la receta de este servicio, y los héroes de cada día no siempre usan uniforme.  

viernes, 15 de marzo de 2013

Percepciones y realidades


Hace pocos días leí una frase que intentaba resumir el conjunto de sentimientos y actitudes generados a partir del asalto y asesinato ocurrido en la Notaria Paino, aquel que gracias a las cámaras de seguridad, pudimos apreciar en toda su crudeza: “Paino es a la seguridad ciudadana lo que Tarata fue al terrorismo.” Esta frase, publicada en la Revista Domingo del diario La República buscaba, en mi opinión, establecer una situación límite que implicara un punto de quiebre en una realidad que es sentida y sufrida por miles de peruanos. Muchos especialistas parecen concordar en que el atentado de Tarata, calle del distrito limeño de Miraflores, significo una mirada distinta al fenómeno que desde hacía 12 años asolaba importantes sectores de la sierra y selva de nuestro país. Se trataba de un problema real, que venía creciendo y que ya estaba tocando las puertas de la ciudad más importante del país. Lima no era inexpugnable y era posible herirla de manera brutal y sanguinaria.

Ahora bien, lo ocurrido en la Notaria Paino, con el asesinato a sangre fría del contador Félix Gonzales, ¿Será efectivamente un cambio radical en la manera como percibimos la seguridad ciudadana?, ¿El Estado, finalmente, empezará por entender a que se enfrenta y será capaz de hacerlo? ¿Todo este fenómeno se tratará únicamente, como lo mencionó el Ministro Pedraza, de una “percepción” sobre la seguridad ciudadana, entendida percepción como esta manera particular de percibir la realidad que puede cargada de prejuicios o sobredimensionamiento?, o ¿Se asumirá la actitud del Presidente Humala, quien en una reflexión cargada de cierto cinismo indicaba que este era un problema de siempre? Veamos algunos datos.

Según el Informe sobre Seguridad Ciudadana de las Américas 2012 (1) el número de homicidios registrados y reportados por la policía entre los  años 2000 y 2011 ha pasado en nuestro país de 1,302 (2000) a 7,086 (2011), es decir, se ha multiplicado por 7 en 11 años. Esta cifra no se compara con países como Brasil (40,974 en 2010), México (20,585 en 2010), Colombia (17,459 en 2010) y Estados Unidos (14,159 en 2010). Sin embargo, salvo en el caso mexicano, los otros tres países han disminuido su tasa de homicidios de manera sostenido. En pocas palabras, si no se hace nada, la tendencia indica que esta cifra seguirá incrementándose.

En el caso de los accidentes de tránsito los datos tampoco son alentadores. En datos registrados entre el 2008 y 2009 el Perú se ubica en un penoso 5to lugar con 3,591 víctimas en el 2008.Estamos por debajo de Brasil, Estados Unidos, Colombia y Venezuela quienes tienes cifras escalofriantes. En cuanto a los asaltos, el año 2009 se registró 16,360 asaltos. En este indicador también se registra una tendencia peligrosa ya que desde el año 2007 esta cifra no deja de incrementarse. Para los secuestros, entre los años 2004 y 2010 el pico más alto se registró en el año 2009, con 729 secuestros, ocupando el tercer lugar en América después de países como México y Canadá. En el caso de los robos registrados entre el 2004 y 2009, si bien esta cifra tuvo su punto más alto en el 2004 (57, 560 robos) la cifra del 2009 (49,477 robos) no deja de ser alarmante y nuevamente nos ubica por encima del promedio de la región. Este es el mundo real.

Ahora vayamos al ámbito de las percepciones, aquel que se mueve en los miedos, las inseguridades, la desconfianza y los prejuicios que puede establecer el ciudadano de a pie sobre una situación en particular. Según la encuestadora Datum Internacional, en trabajo realizado en marzo de este año, el 82% de la población se siente inseguro en su ciudad. El 78 % desconfía de la policía nacional (20 % confía en la Policía) y el 30 % confía en el Serenazgo (64% desconfía del Serenazgo) El 86 % considera que hay corrupción en la Policía Nacional (cifra que se mantiene inalterable desde agosto 2012, último dato sobre esta misma pregunta) Frente a la pregunta: ¿Esta el gobierno haciendo algo, mucho, nada? Un importante 49 % indica que está haciendo algo, un significativo 45 % indica que está haciendo nada, y un 3 % indica que está haciendo mucho. En los últimos 12 meses el 25 % ha sido víctima de robo o asalto, y casi el 47 % denunció tal hecho a la policía. Finalmente, un par de preguntas que son especialmente reveladoras vinculadas con los que denunciaron o decidieron no hacerlo. ¿Por qué usted no realizo la denuncia?: la policía no hace nada (21 %), es una pérdida de tiempo (20 %) no muestras interés (10 %); y de los que denunciaron, ¿Cuál fue el resultado?: quedo en el abandono (59 %) se abrió la investigación pero quedo insatisfecha ( 26 %) (2)

¿Este último es el mundo de las emociones, de los miedos, de las ideas preconcebidas? Pues basta contrastar las cifras duras con aquellas vinculadas a las percepciones para darnos cuenta que estas no aparecen de manera espontánea y que son resultado de las primeras. Esta sensación tan alta de inseguridad es fruto de una situación real en la que el ciudadano se siente desamparado ya que la única institución que lo protege no está preparada o motivada para hacerlo. ¿Será el caso de la Notaría Paino este cambio de rumbo que esperamos? El tiempo lo dirá, aunque en este caso mi percepción es pesimista, pero es solo una percepción.  

(1) En: http://www.oas.org/dsp/espanol/cpo_observatorio_alertamerica2012.asp

(2) Encuesta de Opinión Pública. En: http://www.datum.com.pe/pdf/OPMARNAC.pdf    

miércoles, 20 de febrero de 2013

Algunas preguntas a Benedicto



Es innegable que a todos nos ha tomado por sorpresa la noticia de la renuncia de Benedicto XVI al cargo de Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Dada esta larga tradición que “los papas mueren en el trono”, se había olvidado que siempre había una segunda alternativa, la de la renuncia. Esta segunda opción ha sido tomada casi 600 años después, siendo el último caso el de Gregorio XII en 1415, que se da en medio del denominado Cisma de occidente, un periodo en que varios papas (hasta tres) se disputaban la autoridad pontifica. Gregorio fue obligado a renunciar por una serie de presiones dejando su lugar a Martin V que supone también el fin del cisma.

Pero no vayamos tan atrás y veamos que recibió y que nos deja Benedicto XVI poco antes de irse. Hace casi 8 años, Juan Pablo II ingresaba a un camino de agonía que parecía no concluir. Los fieles y no tan fieles apreciaban en sus pantallas o través de imágenes como la vida del llamado Papa viajero se iba extinguiendo lenta e irremediablemente. Pero este camino a la muerte era inversamente proporcional a una popularidad que crecía cada vez más, fruto su innegable carisma. Todo ello ha contribuido  a un acelerado proceso de beatificación (acelerado por los tiempos que manejaba el Vaticano para estos casos, sino recordemos a nuestra Beata Sor Ana de los Ángeles que tuvo que esperar casi 300 años) que las masas de fieles consideraban un justo premio a quien había sido, ya, un santo en vida.

Sin embargo, esta figura acaso incuestionable, también se sometía a duras críticas al concluir su papado. Estas venían principalmente de sectores no creyentes pero preocupados del rol que tiene la religión y la iglesia en particular en la sociedad moderna. ¿Cuáles eran estas críticas? Pues partían de una pregunta elemental ¿Cuánto había crecido la iglesia durante su largo pontificado de 27 años? ¿Cómo se había manejado el tema de la apertura? ¿Seguía siendo una institución importante en la vida de las personas? Además de las ya consabidas críticas sobre el sacerdocio femenino, los métodos anticonceptivos, el dialogo interreligioso, los casos de pedofilia, estas preguntas parecían resumir una preocupación general.

Un artículo, escrito hace precisamente 8 años por el abogado y periodista Luís Pasara, se atrevió a decir aquello que muchos, creyentes y no creyentes, dadas las circunstancias de la inminente partida de Juan Pablo, prefirieron callar. Cito algunas líneas: “En consecuencia, una de las grandes líneas de acción de este papado consistió en fortalecer el poder conservador en la Iglesia, en la búsqueda de, si no homogenizarla internamente, cuando menos arrinconar a otros sectores…Si ese fue el principal impacto interno del papado de Juan Pablo II, el externo encontró raíz en su incapacidad para entender el mundo moderno, negándose a seguir su evolución para ejercer en él una función pastoral respetuosa y eficaz…el mundo contemporáneo siguió un proceso cada vez más alejado de la influencia católica. Lo prueban no solo las encuestas que constatan como se reduce cada vez más el número de católicos practicantes, el angostamiento de la asistencia dominical a misa hasta hacerla asunto de viejos y niños, y la conversión de Navidad y Semana Santa en feriados laicos. La velocísima multiplicación de los grupos evangélicos es una prueba decisiva de la decadencia de la Iglesia romana en el mundo de hoy” (1) Imaginaran que el artículo generó muchas reacciones, desde aquellas dispuestas a la réplica argumentada y respetuosa, hasta otras cargadas de un dogmatismo intolerante.

Ahora bien, esta renuncia inesperada ¿Es el preludio de nuevos tiempos para la Iglesia? O ¿es más bien la confirmación del poder de sectores reaccionarios poco dispuestos a negociar cambios? Es innegable que los sectores denominados conservadores dentro de la Iglesia, que ganaron poder durante el pontificado de Juan Pablo II y se asentaron durante el de Benedicto XVI, no estarán dispuestos a ceder terreno, ya que desde su perspectiva su lucha no solo es terrenal, también es eternal, además de ser fiel al encargo recibido desde el mismo Jesucristo, encargo que muchos han malinterpretado o sesgado consciente o inconscientemente ¿Cuál será el rol de los denominados sectores progresistas dentro de la iglesia?, aquellos que si bien no aceptan todos los puntos referidos líneas arriba, por lo menos contemplan una discusión que permita leer a la Iglesia los signos que le van proponiendo los nuevos tiempos. Finalmente ¿Cuál es el rol que tiene la Iglesia, su doctrina y sus prácticas en la vida cotidiana de todo aquel que se dice creyente? ¿Sigue siendo un rol importante? Se vienen tiempos decisivos para la iglesia y para los creyentes donde, probablemente, se tomarán decisiones que afectaran su marcha por las siguientes décadas. La encrucijada parece estar entre aferrarse a la tradición, una tradición de 2000 años o abrirse paulatinamente a un mundo que cambia, 

(1) Pásara Luís (2005) El Papa responsable de una Iglesia disminuida. En: Perú21. Domingo 3 de abril de 2005. p. 14 

miércoles, 6 de febrero de 2013

A propósito de los liberales


¿Qué es el liberalismo? ¿Es igual al neoliberalismo? ¿Hay relación entre crecimiento económico (vinculado al neoliberalismo) y apoyo a la democracia? ¿Hay liberales en el Perú? Desde hace algunas semanas se viene desarrollando un interesante debate sobre el liberalismo en el Perú y estas son algunas de las preguntas que es posible desprender, en líneas generales, de una discusión que no tiene el impacto mediático que se merece, pero que ha involucrado a una serie de intelectuales, opinologos y periodistas, liberales confesos algunos, que han intentado presentar sus ideas en torno a ella. Este debate lo inició un politólogo llamado Alberto Vergara a través de un artículo llamado “Nuestro liberalismo”(1). A partir de él intentaremos presentar algunos de las ideas más importantes presentadas hasta el momento en relación a las preguntas planteadas líneas arriba; sin embargo, antes de continuar: ¿Qué es el liberalismo?

El liberalismo es un sistema de pensamiento filosófico, político y económico que data del siglo XVIII. Tiene dos corrientes principales: El liberalismo económico que nos habla de apertura de mercados, la no intromisión del Estado en las relaciones mercantiles entre los ciudadanos, la reducción de impuestos a su mínima expresión y reducción de la regulación sobre comercio, producción, etc. Liberalismo político, otra de sus corrientes, insiste en las llamadas libertades individuales, civiles y políticas, como la libertad de expresión y religiosas, así como los diferentes tipos de relaciones sociales consentidas, morales, etc.

Nosotros, los ciudadanos de a pie, nos hemos acercado al liberalismo a través de uno de sus rostros (no el único, pero tal vez uno de los más importantes y contemporáneos) el Neoliberalismo. Y este acercamiento se dio a través de un conjunto de políticas de carácter básicamente económico que se dieron en nuestro país a partir de la década del 90: privatización de importantes empresas públicas, fomento de la inversión extranjera, flujo de capitales, que generaron una serie de cambios en nuestro modo de vida. Sin embargo, este nuevo liberalismo generó en algunos sectores de la sociedad política una severa crítica de este nuevo modelo con el cual no solo se pretendía ordenar, modernizar y/o regular el Estado, sino en algunos casos reducirlo hasta el ‘mínimo’ con algunas consecuencias que apreciamos casi cotidianamente: un Estado ineficiente o ausente que no atiende las demandas de carácter social que llegan hasta él. Sin embargo hay otras críticas no asociadas directamente al rol del Estado en la sociedad moderna pero que son vinculadas directamente al auge del neoliberalismo: aumento de la desigualdad, la injusticia social, cultura del individualismo, consumismo y un aparente ‘todo vale’ bajo el maquillaje de la competitividad.

Ahora bien, volviendo al debate que ha motivado este artículo, hay un par de preguntas que parecen haber resonado más fuerte, al menos, desde mi punto de vista. La primera de ellas insiste en si liberalismo económico y liberalismo político siempre van juntos. Para aquellos que creen que si, su argumento pasa porque las libertades políticas (democracia) son la base del crecimiento económico. Un crecimiento económico sostenido potencia los derechos de los individuos: salud, educación, etc. Para aquellos que opinan en sentido contrario no siempre van juntos El liberalismo económico termina percibiendo las libertades políticas (democracia) como una amenaza al status quo. Por ejemplo: apenas salió elegido Humala un sector, autodenominado liberal, pedía que nombre al Ministro de Economía y al Presidente del BCR, o la amenaza que podía significar Humala al crecimiento económico del país.

Una segunda pregunta es ¿Cuáles son los límites del Estado? Aquí aparece una interesante discusión a partir de un caso en particular: en un club campestre limeño se discrimina a las empleadas domésticas pues existen baños reservados para ellas y otros para las socias del club. Un primer argumento indica que si bien es un acto discriminatorio, al ser un club privado la ley (en otras palabras el Estado) no debe inmiscuirse violando la libertad de asociación. Desde el punto de vista de algunos liberales cualquier intervención estatal es, en última instancia, un recurso al uso de la fuerza. Una segunda postura invita a pensar en qué medida bajo el amparo de la protección a una institución privada se termina sustentando una práctica discriminatoria, todo en medio de un (aparente) Estado democrático que debe velar por el respeto de nuestros derechos. Este miedo al Estado, según Alberto Vergara, proviene de dos razones: una experiencia nefasta al Estado populista previo a 1990 y, de otro lado, una cerrazón ideológica propia de los años noventa.

Como es posible apreciar, no hay respuestas finales ni posiciones dogmáticas, más bien discrepancia tolerante, esa tolerancia que es tan necesaria para construir una nueva cultura política en nuestro país.

(1) Vergara Alberto (2012) Nuestro Liberalismo. Revista Poder360°. En: http://www.poder360.com/article_detail.php?id_article=6877 (Consultado el 20 de diciembre de 2012)

Yo te choleo, tú me choleas


Probablemente viviremos uno de los veranos más calurosos de los últimos años. Este dato no lo alcanzó el SENAMHI (tan acertado últimamente que a veces da miedo); sino los medios de comunicación que se han encargado de recoger, difundir y comentar dos frases que, inicialmente ubicadas en el contexto de la vida política, parecen ir más allá de lo meramente político. Estas frases y el conjunto de reacciones que han generado son un excelente ejemplo de lo compleja que es la vida en sociedad, los muchos grises que es posible apreciar, lo contradictorios que pueden ser los seres humanos y las enormes tareas que están pendientes, tareas que no hemos cumplido porque ni siquiera nos hemos puesto de acuerdo como comunidad si ameritan un esfuerzo conjunto.
 
Todo empezó hace casi una semana cuando el diario Expreso en su sección Azotes y chicotazos publica un comentario contra Alejandro Toledo que despertó una ola de críticas en las llamadas redes sociales. La noticia resaltaba la aparente contradicción de Perú Posible en la acusación de Juan Sheput contra el ministro de Economía, Luis Miguel Castilla, por la renuncia de Humberto Campodónico a la presidencia de Petroperú. La nota resaltaba la alianza entre el partido de gobierno y el de la chakana y concluía con una frase que pretendía, a modo de moraleja, explicar este comportamiento: “Serrano nunca bueno, si bueno nunca perfecto, y si perfecto siempre serrano”.
 
Naturalmente las reacciones no se hicieron esperar, desde aquellas que pretendían poner paños tibios, calificándola como una frase típica de los criollos costeños de los años 50, hasta aquellos que la descalificaron abiertamente tildándola de racista. Es interesante como esta frase aparece hermanada a otras, más contemporáneas, pero que igualmente reflejan el prejuicio racial existente en nuestra sociedad. Recordaba una que escuche hace muchos años, que intentaba alertar y negar de antemano la posibilidad de la participación indígena en la vida política nacional: “Si quieres al Perú joder dale al indio poder” No he podido encontrar datos que ubiquen históricamente el nacimiento de esta frase, pero probablemente se haya manejado con cierta solvencia hasta antes de la década del 80, en la que el voto es finalmente universal bajo la figura que los analfabetos podía votar (llámese indígenas quechua hablantes porque no hablar castellano en el Perú es casi sinónimo de analfabetismo). O la célebre de Antero Flores Araoz al ser consultado si debería aprobarse un referendo popular ante la firma del TLC con los Estados Unidos, frente a lo cual respondió: "¿Le vas a preguntar a las llamas y vicuñas sobre el TLC?",
 
Una segunda frase proviene de una entrevista que le hizo hace un par de días el periodista Beto Ortiz a la actriz Claudia Dammert, una de las figuras de la farándula que ha mostrado públicamente su oposición a la revocatoria de la Alcaldesa Villarán. La frase nace a partir de la pregunta de Ortiz si la revocatoria se estaba convirtiendo en una disputa de “pitucos” y “no pitucos”. “En el lado del Sí hay gente que tiene un huevo de plata, ¿no? No es que sean los pobres”, le dijo Ortiz a Dammert, quien le respondió: “Pero es que no son pitucos. Tienen un huevo plata, no tiene nada que ver. Los nuevos ricos… esos son horrorosos”, dijo la actriz. Esta frase genero una serie de reacciones inmediatas, que aunque esforzadamente la actriz trato de replicar, mucho éxito no tuvo. “Cuando digo nuevos ricos hablo de gente que habla de ostentación, que cholean… siendo cholos”, afirmó Dammert, quien luego se rectificó y dijo: “Los nuevos ricos prepotentes, al igual que los viejos ricos prepotentes y estúpidos, son horrorosos. Ponemos todo, mezclamos todo”. Poco después, y también a través de las redes, la actriz trato de enderezar el entuerto: “Una frase dicha en broma, que definitivamente fue satírica, tocó la susceptibilidad de mucha gente como muestran los comentarios en Twitter y Facebook. Pido disculpas a quien se sintió herido por ella. No puedo negar que soy un cruce extraño, difícil de comprender en nuestro Perú que amo tanto y que todos lo saben. Soy una pituchola con un corazón que creció en la sierra ancashina y que fue educada con lindos valores y respeto por monjas gringashas.”, escribió.
 
Algunas preguntas, más que sentencias, para intentar cerrar este artículo y al mismo abrir una reflexión más profunda sobre este fenómeno que aparece cada cierto tiempo: ¿este tipo de discusiones, manejadas tendenciosamente de uno y otro lado, generaran un efecto importante en la opinión pública? ¿Reflejan efectivamente prejuicios, resentimientos, miedos, traumas nunca resueltos y que afloran de tanto en tanto? o ¿Están, más bien, mediática y convenientemente inflados por un sector de la prensa que ya tomo partido, ya sea por el “si” o por el “no”? Si, finalmente, son reflejo de cómo nos vemos unos a otros, ¿Cuan viable es hablar de democracia, igualdad, ciudadanía, inclusión, justicia en una sociedad donde la convivencia es sometida constantemente a estas pruebas que muestran lo que no queremos ver (de nosotros y del otro)? De lo que no parece haber duda es que leerlos es hacer un viaje gratuito, sin psicoanalista de por medio, a lo más sórdido, abyecto y vergonzoso de nuestro inconsciente colectivo.