miércoles, 6 de febrero de 2013

A propósito de los liberales


¿Qué es el liberalismo? ¿Es igual al neoliberalismo? ¿Hay relación entre crecimiento económico (vinculado al neoliberalismo) y apoyo a la democracia? ¿Hay liberales en el Perú? Desde hace algunas semanas se viene desarrollando un interesante debate sobre el liberalismo en el Perú y estas son algunas de las preguntas que es posible desprender, en líneas generales, de una discusión que no tiene el impacto mediático que se merece, pero que ha involucrado a una serie de intelectuales, opinologos y periodistas, liberales confesos algunos, que han intentado presentar sus ideas en torno a ella. Este debate lo inició un politólogo llamado Alberto Vergara a través de un artículo llamado “Nuestro liberalismo”(1). A partir de él intentaremos presentar algunos de las ideas más importantes presentadas hasta el momento en relación a las preguntas planteadas líneas arriba; sin embargo, antes de continuar: ¿Qué es el liberalismo?

El liberalismo es un sistema de pensamiento filosófico, político y económico que data del siglo XVIII. Tiene dos corrientes principales: El liberalismo económico que nos habla de apertura de mercados, la no intromisión del Estado en las relaciones mercantiles entre los ciudadanos, la reducción de impuestos a su mínima expresión y reducción de la regulación sobre comercio, producción, etc. Liberalismo político, otra de sus corrientes, insiste en las llamadas libertades individuales, civiles y políticas, como la libertad de expresión y religiosas, así como los diferentes tipos de relaciones sociales consentidas, morales, etc.

Nosotros, los ciudadanos de a pie, nos hemos acercado al liberalismo a través de uno de sus rostros (no el único, pero tal vez uno de los más importantes y contemporáneos) el Neoliberalismo. Y este acercamiento se dio a través de un conjunto de políticas de carácter básicamente económico que se dieron en nuestro país a partir de la década del 90: privatización de importantes empresas públicas, fomento de la inversión extranjera, flujo de capitales, que generaron una serie de cambios en nuestro modo de vida. Sin embargo, este nuevo liberalismo generó en algunos sectores de la sociedad política una severa crítica de este nuevo modelo con el cual no solo se pretendía ordenar, modernizar y/o regular el Estado, sino en algunos casos reducirlo hasta el ‘mínimo’ con algunas consecuencias que apreciamos casi cotidianamente: un Estado ineficiente o ausente que no atiende las demandas de carácter social que llegan hasta él. Sin embargo hay otras críticas no asociadas directamente al rol del Estado en la sociedad moderna pero que son vinculadas directamente al auge del neoliberalismo: aumento de la desigualdad, la injusticia social, cultura del individualismo, consumismo y un aparente ‘todo vale’ bajo el maquillaje de la competitividad.

Ahora bien, volviendo al debate que ha motivado este artículo, hay un par de preguntas que parecen haber resonado más fuerte, al menos, desde mi punto de vista. La primera de ellas insiste en si liberalismo económico y liberalismo político siempre van juntos. Para aquellos que creen que si, su argumento pasa porque las libertades políticas (democracia) son la base del crecimiento económico. Un crecimiento económico sostenido potencia los derechos de los individuos: salud, educación, etc. Para aquellos que opinan en sentido contrario no siempre van juntos El liberalismo económico termina percibiendo las libertades políticas (democracia) como una amenaza al status quo. Por ejemplo: apenas salió elegido Humala un sector, autodenominado liberal, pedía que nombre al Ministro de Economía y al Presidente del BCR, o la amenaza que podía significar Humala al crecimiento económico del país.

Una segunda pregunta es ¿Cuáles son los límites del Estado? Aquí aparece una interesante discusión a partir de un caso en particular: en un club campestre limeño se discrimina a las empleadas domésticas pues existen baños reservados para ellas y otros para las socias del club. Un primer argumento indica que si bien es un acto discriminatorio, al ser un club privado la ley (en otras palabras el Estado) no debe inmiscuirse violando la libertad de asociación. Desde el punto de vista de algunos liberales cualquier intervención estatal es, en última instancia, un recurso al uso de la fuerza. Una segunda postura invita a pensar en qué medida bajo el amparo de la protección a una institución privada se termina sustentando una práctica discriminatoria, todo en medio de un (aparente) Estado democrático que debe velar por el respeto de nuestros derechos. Este miedo al Estado, según Alberto Vergara, proviene de dos razones: una experiencia nefasta al Estado populista previo a 1990 y, de otro lado, una cerrazón ideológica propia de los años noventa.

Como es posible apreciar, no hay respuestas finales ni posiciones dogmáticas, más bien discrepancia tolerante, esa tolerancia que es tan necesaria para construir una nueva cultura política en nuestro país.

(1) Vergara Alberto (2012) Nuestro Liberalismo. Revista Poder360°. En: http://www.poder360.com/article_detail.php?id_article=6877 (Consultado el 20 de diciembre de 2012)

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