domingo, 31 de marzo de 2013

Servicio militar voluntariamente obligatorio


Uno de los científicos sociales más importantes de la segunda mitad del siglo XX, Alberto Flores Galindo, hablaba de dos instituciones tutelares en el Perú: la Iglesia y el Ejército. Y son instituciones tutelares no solo porque una gran parte de la colectividad ha asumido, consciente e inconscientemente, que ellas no solo nos protegen, nos muestran de manera especial, un deber ser: como creyentes y como ciudadanos. En el caso de la Iglesia, sustentando su rol bajo la figura del designio divino que le encarga el rescate y conversión de las almas. En el caso del Ejército, a partir de esta asociación implícita entre heroicidad, disciplina, carácter con vida militar. Un tutor, como bien define el DRAE es aquel que ayuda al que es incapaz para gobernar sus cosas.
Pues hace pocos días, una de nuestras instituciones tutelares irrumpió súbitamente en la vida social. El miércoles 20 del mes en curso el Ministerio de Defensa publicó el Decreto Supremo 001-2013, que en su artículo 1 aprueba el llamamiento extraordinario de personal para su incorporación voluntaria al servicio militar 2013 en el Ejército. Hasta allí no hay nada nuevo. Pero en su artículo 3 indica que si con el llamamiento extraordinario no se alcanza el número de voluntarios necesarios, “se procederá de inmediato con el sorteo establecido en el artículo 50 de la Ley de Servicio Militar modificado por el Decreto Legislativo 1146. ¿Quiénes serán los llamados? jóvenes entre los 18 y 25 años. ¿A quiénes no llamarán? Están exceptuados los sorteados que tengan discapacidad física o mental grave y permanente, quienes estén privados de su libertad, quienes acrediten ser responsables del sostenimiento del hogar, los estudiantes universitarios, quienes acrediten estar prestando algún servicio voluntario a la comunidad y los residentes en el extranjero. ¿Qué pasa con aquellos que resultaron sorteados y no quieren servir? Los elegidos por sorteo o seleccionados que no se presenten son sancionados con multa del 50% de la Unidad Impositiva Tributaria (UIT), es decir 1.850 nuevos soles.
Ahora bien, veamos una serie de argumentos que han intentado justificar o criticar la medida, intentando reconocer las falacias que pueden estar detrás de cada uno de ellos.
"Uno puede optar por no hacerlo y lo que se plantea en este caso es el pago de una multa", "El tema de la multas es un tema vinculado a cualquier consideración a un deber del Estado, como lo es en el caso de las multas por elecciones generales (...) aquí no es una obligación es un deber ", (Premier Juan Jiménez) Algunas preguntas al Premier: ¿Es posible optar o no optar con una multa de por medio? ¿Dónde queda la voluntariedad cuando se trata de un deber? ¿O por ser un deber de Estado lleva implícitamente la voluntariedad de todo “buen ciudadano”? Hábilmente intenta introducir un símil con el caso de la multa para quien no acude a votar en las elecciones generales, sin embargo es una comparación bastante forzada, ya que ni la multa es tan alta, y una cosa es ir a votar y otra pasar 6 meses en un cuartel de manera obligatoria. 
"Hemos tenido 10 años probando este servicio militar voluntario, desgraciadamente por diversos motivos, la juventud no va en la medida que uno quiere", "No voy a decir que esa sea la culpa,  desde que se instauró el servicio militar voluntario, luego de 10 años, vean en las estadísticas, cómo se ha incrementado la delincuencia juvenil", “Algunas ONG estigmatizaron a las Fuerzas Armadas como entidades corruptas, lo que generó un rechazo de parte de los jóvenes” (Almirante AP José Cueto Aservi, Jefe del CCFFAA) “La juventud no va en la medida de lo que uno quiere” revela lo que anotábamos líneas arriba, esa vieja figura del tutor que intenta gobernar a quien no es capaz de hacerlo por sí mismo. Es innegable que muchos de los problemas sociales tienen un componente juvenil, pero antes que preguntarnos qué es lo que queremos para los jóvenes, considero que sería más pertinente preguntar ¿Qué quieren los jóvenes? Allí empezaríamos a entender a quién tenemos al frente. Lo primero revela paternalismo, lo segundo un sincero intento por comprender a un grupo etareo complejo, cambiante y lleno de particularidades. El Almirante Cueto, para darle mayor peso a sus argumentos, intenta establecer una relación estadística que se debe tomar con cuidado, aquella en la que menos reclutas implicarían más delincuentes. Preguntas: ¿No hacer servicio militar me hace potencialmente un delincuente? ¿Son los cuarteles reformatorios? ¿Han sido pensados para ello? ¿Seis meses de instrucción corregirían años de maltrato familiar y exclusión social?
Estas son algunos de los argumentos que he podido recoger en relación con esta nueva norma. Considero que no se están haciendo las preguntas adecuadas y que se opta, una vez más, por el camino más sencillo, el de la imposición para intentar resolver una necesidad que con mayor creatividad, motivación y recursos se podría atender mejor. A la patria se le sirve de muchas maneras y en diversos espacios, los militares no poseen el monopolio ni la receta de este servicio, y los héroes de cada día no siempre usan uniforme.  

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