Uno de los científicos sociales más
importantes de la segunda mitad del siglo XX, Alberto Flores Galindo, hablaba
de dos instituciones tutelares en el Perú: la Iglesia y el Ejército. Y son
instituciones tutelares no solo porque una gran parte de la colectividad ha
asumido, consciente e inconscientemente, que ellas no solo nos protegen, nos
muestran de manera especial, un deber ser: como creyentes y como ciudadanos. En
el caso de la Iglesia, sustentando su rol bajo la figura del designio divino que
le encarga el rescate y conversión de las almas. En el caso del Ejército, a
partir de esta asociación implícita entre heroicidad, disciplina, carácter con
vida militar. Un tutor, como bien define el DRAE es aquel que ayuda al que es
incapaz para gobernar sus cosas.
Pues hace pocos días, una de nuestras
instituciones tutelares irrumpió súbitamente en la vida social. El miércoles 20
del mes en curso el Ministerio de Defensa publicó el Decreto Supremo 001-2013,
que en su artículo 1 aprueba el llamamiento extraordinario de personal para su
incorporación voluntaria al servicio militar 2013 en el Ejército. Hasta allí no
hay nada nuevo. Pero en su artículo 3 indica que si con el llamamiento
extraordinario no se alcanza el número de voluntarios necesarios, “se procederá
de inmediato con el sorteo establecido en el artículo 50 de la Ley de Servicio
Militar modificado por el Decreto Legislativo 1146. ¿Quiénes serán los
llamados? jóvenes entre los 18 y 25 años. ¿A quiénes no llamarán? Están
exceptuados los sorteados que tengan discapacidad física o mental grave y
permanente, quienes estén privados de su libertad, quienes acrediten ser
responsables del sostenimiento del hogar, los estudiantes universitarios,
quienes acrediten estar prestando algún servicio voluntario a la comunidad y
los residentes en el extranjero. ¿Qué pasa con aquellos que resultaron
sorteados y no quieren servir? Los elegidos por sorteo o seleccionados que no
se presenten son sancionados con multa del 50% de la Unidad Impositiva
Tributaria (UIT), es decir 1.850 nuevos soles.
Ahora bien, veamos una serie de
argumentos que han intentado justificar o criticar la medida, intentando
reconocer las falacias que pueden estar detrás de cada uno de ellos.
"Uno puede optar por no hacerlo y
lo que se plantea en este caso es el pago de una multa", "El tema de
la multas es un tema vinculado a cualquier consideración a un deber del Estado,
como lo es en el caso de las multas por elecciones generales (...) aquí no es
una obligación es un deber ", (Premier Juan Jiménez) Algunas preguntas al
Premier: ¿Es posible optar o no optar con una multa de por medio? ¿Dónde queda
la voluntariedad cuando se trata de un deber? ¿O por ser un deber de Estado
lleva implícitamente la voluntariedad de todo “buen ciudadano”? Hábilmente
intenta introducir un símil con el caso de la multa para quien no acude a votar
en las elecciones generales, sin embargo es una comparación bastante forzada,
ya que ni la multa es tan alta, y una cosa es ir a votar y otra pasar 6 meses
en un cuartel de manera obligatoria.
"Hemos tenido 10 años probando este servicio militar voluntario,
desgraciadamente por diversos motivos, la juventud no va en la medida que uno
quiere", "No
voy a decir que esa sea la culpa, desde
que se instauró el servicio militar voluntario, luego de 10 años, vean en las
estadísticas, cómo se ha incrementado la delincuencia juvenil", “Algunas
ONG estigmatizaron a las Fuerzas Armadas como entidades corruptas, lo que
generó un rechazo de parte de los jóvenes” (Almirante AP José Cueto Aservi,
Jefe del CCFFAA) “La juventud no va en la medida de lo que uno quiere” revela
lo que anotábamos líneas arriba, esa vieja figura del tutor que intenta
gobernar a quien no es capaz de hacerlo por sí mismo. Es innegable que muchos
de los problemas sociales tienen un componente juvenil, pero antes que
preguntarnos qué es lo que queremos para los jóvenes, considero que sería más
pertinente preguntar ¿Qué quieren los jóvenes? Allí empezaríamos a entender a
quién tenemos al frente. Lo primero revela paternalismo, lo segundo un sincero
intento por comprender a un grupo etareo complejo, cambiante y lleno de
particularidades. El Almirante Cueto, para darle mayor peso a sus argumentos,
intenta establecer una relación estadística que se debe tomar con cuidado,
aquella en la que menos reclutas implicarían más delincuentes. Preguntas: ¿No hacer
servicio militar me hace potencialmente un delincuente? ¿Son los cuarteles
reformatorios? ¿Han sido pensados para ello? ¿Seis meses de instrucción
corregirían años de maltrato familiar y exclusión social?
Estas son algunos de los argumentos
que he podido recoger en relación con esta nueva norma. Considero que no se
están haciendo las preguntas adecuadas y que se opta, una vez más, por el
camino más sencillo, el de la imposición para intentar resolver una necesidad
que con mayor creatividad, motivación y recursos se podría atender mejor. A la
patria se le sirve de muchas maneras y en diversos espacios, los militares no
poseen el monopolio ni la receta de este servicio, y los héroes de cada día no
siempre usan uniforme.
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