lunes, 17 de agosto de 2009

Apuntes sobre identidad arequipeña


¿Que es ser arequipeño? ¿Qué define a un arequipeño de ‘pura cepa’? ¿Qué papel juegan variables como el color de la piel, el apellido, el lugar de nacimiento, la ascendencia en esta suerte de “arequipeñometro” con el que solimos medirnos, unos a otros, los habitantes de esta ciudad? ¿Cuánto ha cambiado la identidad arequipeña a partir de las migraciones? ¿En que se ha convertido la Arequipa de ayer, la del eterno cielo azul y puro sol? Son varias las preguntas que abren esta breve reflexión sobre Arequipa y son tres historias distintas las que pretenden mostrar como la identidad arequipeña, al igual que la materia, no se crea ni se destruye, solo se transforma.

Empecemos con Ricardo Palma, quien a través de una tradición llamada “El ahijado de la providencia” narra la pelea de Alonso de Luque con un fraile dominico por quedarse con el último pescado para la cuaresma (este alimento era especialmente escaso y buscado en Arequipa dadas las distancias de aquellos tiempos con la costa). Sin embargo, mas allá de lo llamativo que puede sonarnos esta disputa, la tradición trae una historia particularmente interesante respecto a las aristocráticas pretensiones de los arequipeños. Palma refiere que: “…con carácter de proverbio, decíase en Lima: Arequipa ciudad de dones, pendones y muchachos sin calzones; y si no miente D. Bernardino de Pimentel, duque de Frías, he aquí el origen del refrán, tal como lo relata en un librejo que lleva por título Deleite de la discreción(…)Diz que a la puerta de una posada se hallaba un muchacho vestido de harapos, en circunstancias de llegar caballero en briosa mula un fraile de campanillas, el cual dirigiéndose al mozalbete, dijo: “Mancebo, téngame el estribo y darele un real de cruz.” Ofendiose el de los harapos y contestó: “Padre, mida sus expresiones y sépase que habla D. Fulano de Tal, de Tal y de Tal.” Y vomitó hasta una docena de apellidos. A lo que el fraile contestó con mucha flema: “Pues Sr. D. Fulano de Tal, de Tal y de Tal, vuesa merced se vista como se llama o llámese como se viste.” (1)

Otro aporte interesante, para pensar nuestra identidad, es presentado por Jorge Bedregal (2), en un trabajo donde analiza el discurso periodistico del Diario El Pueblo entre 1960 a 1970. Todo comienza cuando en una columna diaria llamada “Arequipa de Antaño”, el redactor menciona que el apellido Lira corresponde a los descendientes de Yarabamba y Quequeña. Sin embargo, a un lector no pareció gustarle esta vinculación y respondió en una carta que el no era de los distritos mencionados y agrego que “…su bisabuelo, teniente coronel del ejercito español era procedente de TUI (Galicia), según datos de los vestigios nobiliarios de la familia Lira. Continua que su abuelo tuvo tierras en esa zona y que dos familias pasaron a apellidarse así porque parece que les gustó”.

Finalmente, veamos un breve dialogo que tuve la oportunidad de registrar a propósito de un paro que se vivió en nuestra ciudad. Una conocida radio, de amplia difusión en sectores populares, dejó abiertas las líneas para que se comuniquen los oyentes. Un primera llamada trasmite el siguiente dialogo: “Aló, Señor Radio X, yo llamaba para apoyar paro, porque los arequipeños ya estamos cansados de abuso gobierno. Arequipa ha sido un pueblo ribelde que debe salir a las calles a protestar.” Pocos minutos después, ingresa otra llamada: “Aló, llamaba para manifestar mi desacuerdo con el paro y para decir que los verdaderos arequipeños estamos en contra del paro. Yo no se de donde será ese señor que llamo hace un momento, pero seguramente será transplantado, porque los arequipeños queremos trabajar”.

¿Que tipo de lecciones pueden dejarnos estos (des)encuentros? ¿Qué aportes podemos recoger para (re)pensar la identidad arequipeña? Amartya Sen, al reflexionar sobre como se construye la identidad, enfatiza en el papel del entorno y de los individuos con quienes interactuamos en la formación de la misma. El proceso de construcción de nuestra identidad es resultado del intercambio continuo que sostenemos con los demás. La identidad, sin embargo y siguiendo con Sen, parece tener una suerte de “doble filo”. Puede ser fuente de orgullo, alegría, fuerza y confianza, que cohesione comunidades y genere un proyecto común; pero también puede “matar y matar desenfrenadamente”. Una solidaridad interna, en algunos casos, puede ayudar alimentar la discordia entre los grupos.

Es innegable, aún para los románticos, que Arequipa es otra ciudad. Una ciudad que ha vivido intensos procesos de migración y que ha crecido de manera desordenada. Sin embargo, este crecimiento no ha ido acompañado de un proyecto que permita construir una sociedad inclusiva, en la que identidades de viejo cuño no nieguen, ni menos hagan invisibles, aquellas otras que siempre han estado allí, pero que recién están encontrando espacios para afirmar su valor. Las nuevas sociedades, entre ellas la arequipeña, nos plantean un reto impostergable: construir un mundo donde la diferencia antes que en una carga, se convierta en riqueza y potencial.

(1) Palma, Ricardo. El ahijado de la providencia. En: Tradiciones Peruanas. Quinta serie. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com (Última consulta 12 de agosto de 2009)
(2) Bedregal, Jorge (2006) Iconografía y simbolismo: Identidad Arequipeña. Arequipa: U.N.S.A.

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