miércoles, 2 de diciembre de 2009

El pishtaco y el espía


Si al amable lector le preguntara que tienen en común esta banda de pishtacos que asesinaban personas para robarles la grasa y luego venderla al extranjero, con el hace poco descubierto espía que enviaba frecuentemente información a nuestro vecino del sur por varios miles de dólares, intuyo que en un primer momento dos podrían ser las respuestas: la primera relacionada con la simultaneidad en la aparición de las noticias, habiendo entre ellas algunos pocos días. La segunda es el revuelo mediático que han originado ambas, resaltando el carácter mítico de la primera y en la segunda la confirmación para muchos sectores que el afán expansionista chileno no sería cosa del pasado. Sin embargo, hay un tercer elemento que parece unir a ambos e, incluso, establecer cierta relación de causalidad entre uno y otro, que va mas allá de la pretendida tesis del psicosocial que se asocia con los pishtacos. En este artículo inicialmente brindaremos algunos datos importantes sobre el pishtaco para, posteriormente, poder presentar el vaso comunicante entre uno y otro.

Inicialmente es pertinente indicar que el termino pishtaco no es de uso generalizado en la sierra de nuestro país. Mientras en Ayacucho es conocido como pishtaco, en Puno se le conoce como karasiri y en Apurímac (y el norte) lo denominan nakaq. El mito da cuenta de un hombre vestido de monje, o de traje parecido, que ataca a los viajeros solitarios en los caminos alejados. Los adormece y le despoja de la grasa (unto). Luego los abandona en el camino mientras se marcha con su botín. Cuando el viajero se despierta, cree que todo ha sido un sueño y sigue su camino. Fallece días después, sin conocer el motivo (Morote Best, 1988: 156)

Esta grasa es vendida por el pishtaco para que las campanas de las iglesias suenen fuerte, dar brillo al rostro de los santos o funcionen mejor las máquinas. En versiones más modernas, se cree que era vendida al extranjero para crear medicina, máquinas de alta tecnología o para pagar la deuda externa. El destino de la grasa vendida por la banda recientemente descubierta eran los productos de belleza y la investigación científica. Finalmente, ¿por qué grasa humana? Para los hombres del campo, el unto (grasa) es la fuerza vital del ser humano. Un hombre robusto es capaz de someterse a grandes jornadas de trabajo, a diferencia de uno más delgado.

Ahora bien, ¿Cuál es la relación entre uno y otro? Gonzalo Portocarrero, a propósito de un episodio que se originó en Lima entre noviembre y diciembre de 1988 desliza una tesis más que interesante que pretende explicar como irrumpen repentinamente estas historias que parecen estar latentes en el inconciente colectivo. Portocarrero da cuenta que en esta época aparecieron numerosos casos de niños raptados de sus centros educativos, o de lugares solitarios. Se afirmaba que sujetos de tez blanca (extranjeros) y algunos negros les extraían los ojos y otros órganos vitales: luego los abandonaban con dólares en algún bolsillo del infante. Estos órganos se vendían al extranjero al mejor postor.

Para el autor esta situación coincidía con “…semanas de agudización de la crisis económica y la parálisis del gobierno con una hola de huelgas y el colapso de los servicios públicos.”(Portocarrero, 1991: 21) Los denominados ‘sacaojos’ (variante funcional del pishtaco en un entorno urbano) aparecen no solo como una reacción frente a la coyuntura que genera mucho miedo y ansiedad, además pasan a convertirse una suerte de mecanismo para aliviar la tensión.

Pero es también importante resaltar que la tensión que se genera es fuertemente alimentada por la figura del ‘otro’ como amenaza, como peligro, como usurpador de lo más valioso que posee cada individuo o comunidad. Tanto los pishtacos como los sacaojos son descritos como extraños, ajenos a la comunidad. En el caso del pishtaco como mestizo, blanco o extranjero. Los sacaojos, en el trabajo de Portocarrero, son descritos como médicos blancos y ayudantes negros. Conviene preguntarnos entonces: ¿En que medida, este fantasma que hemos heredado desde la Guerra del Pacifico que concibe a Chile como amenaza y usurpador permanente (antes Arica, hoy el pisco), expresada hoy a través de un espía, se ha convertido en elemento clave que genera la reactivación de un mito latente en el inconciente colectivo? ¿Por qué esta irrupción casi simultánea?

Estas tan solo son algunas preguntas que pretenden reconocer que subyace en medio de estos fenómenos y también indagar como nuestra sociedad va procesando determinados sucesos. Como refería Carl G. Jung, la vida es como una planta que vive siempre de su rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura solo un verano. El rizoma siempre permanece.

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