sábado, 20 de diciembre de 2014

Tres apuntes independientes



Estando a pocos días de celebrar el aniversario de la independencia del Perú y tan solo a 8 años de cumplir 200 años de vida republicana, una serie preguntas parecen nuevamente asomarse intentando buscar respuesta al modo como se construyó la nación en nuestro país. Esta en esta mirada tres textos parecen establecer preguntas claves sobre nuestro ser republicano, un ser que algunos insisten en presentarlo como inacabado, como un proyecto inconcluso, como una tarea, como una promesa. Los trabajos de Alberto Flores Galindo (La tradición autoritaria), Heraclio Bonilla (La independencia en el Perú) y de Scarlett O’Phelan (El mito de la independencia concedida) parecen reconocer y preguntarse sobre algunos de esos momentos de nuestra historia que nos han marcado como colectivo y que aun no parecen encontrar consensos mínimos que permitan presentar una historia nacional que incluya las varias historias que la componen. Veamos.

El trabajo de Flores Galindo recoge este momento de transición entre el paso de la colonia a la república. Presenta una situación de desgobierno en 1822, casi un año después que José de San Martín proclamara la independencia. Un país en pie de guerra, menciona Flores Galindo, con el centro y el sur del país ocupado por realistas, un congreso constituyente con una representatividad cuestionable (de 79 diputados representantes de las provincias de entonces solo estaban presentes 51) y un ex conspirador elegido primer Presidente de la República (José de la Riva Agüero), depuesto en 1823 y condenado a muerte por Bolívar, que tuvo que huir a Europa. Pero no solo este caos generaba muestras de pesimismo sobre el futuro de la naciente república. El autor recoge las palabras de Bernardo de Monteagudo, Ministro de Guerra y Marina de José de San Martín, quien en 1823 escribía: “Las relaciones que existen entre amos y esclavos, entre razas que se detestan, y entre hombres que forman tantas subdivisiones sociales, cuantas modificaciones hay en su color, son enteramente incompatibles con las ideas democráticas.”

¿Era nuestra sociedad incompatible con la propuesta democrática recién adoptada? ¿La convivencia imposible y la igualdad tan solo un ideal poco aplicable dentro de una tradición marcada por las jerarquías y las diferencias entre diferentes grupos sociales? ¿Era posible construir un Estado sobre bases coloniales tan frescas y poco dispuestas al cambio? Monteagudo, siguiendo con Flores Galindo, pensó en un camino intermedio, el cual era imaginar un Perú regido por una monarquía constitucional. Incluso traer un príncipe europeo que apoyado por una asamblea nos ayudara a transitar de manera menos traumática entre el régimen colonial y el republicano. Sus ideas fueron rechazadas de plano por los criollos que buscaban borrar cualquier símbolo colonial y encontraría la muerte en un oscuro callejón de Lima en 1825.

El trabajo de Heraclio Bonilla, hace 41 años, generó una polémica que aún es vigente porque planteaba una de esas preguntas que parecen no tener una respuesta única o cuya respuesta no parece dejar satisfechos a todos: ¿Quién obtuvo la independencia del Perú? En 1971 y con motivo de cumplirse los 150 años de la Independencia nacional, se desarrollo una producción inusitada de textos y material educativo que tenían como denominador común  presentar la independencia de nuestro país como un hecho netamente nacional, producto de una “toma de consciencia” colectiva de diversos actores sociales que reconocen la necesidad de desligarse de la metrópolis. Bonilla, en un texto publicado en 1971 cuestiona esta idea y concibe el proceso de independencia como “concedido más que obtenido”. No concibe la independencia como un proceso nacional al indicar que no todas las regiones la buscaban. Es cuidadoso al hablar sobre esta “toma de consciencia” que es la base del proceso emancipador, al presentar más bien una sociedad colonial estratificada y fragmentada, donde indígenas y mestizos estaban en el fondo de la pirámide social y con nulas posibilidades de ascenso.

Finalmente tenemos el trabajo de Scarlett O’Phelan, quien cuestiona la tesis de Bonilla de la independencia concedida otorgándole el carácter de ‘mito’. En este trabajo  O’Phelan afirma que si bien los diversos intereses tanto capitalinos como provincianos en relación con la independencia deben ser matizados, insiste en la figura del sur andino para poder entender la dinámica social de la protesta frente al poder colonial. Un factor clave para entender las motivaciones del bloque sur andino para romper con la colonia tenía que ver con el eje económico formado entre Alto y Bajo Perú a partir de la explotación de las minas de Potosí, que consolidaron económicamente a la región y a sus elites. Esta autonomía económica debía complementarse con autonomía política que implicaba no solo romper con la metrópoli, sino también con Lima y un centralismo que buscaba posicionarse.  

Tan solo tres apuntes de los muchos que se han escrito y de los están por escribirse. Esta mirada sobre nuestro nacimiento como república es una tarea que no solo le hace preguntas al pasado para poder entender un poco mejor nuestro presente. También es una oportunidad para terminar de construir aquello que parece incompleto y cumplir una vieja promesa republicana pendiente.

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