sábado, 20 de diciembre de 2014

Derechos humanos, tolerancia y memoria



Han pasado 10 años desde que se entregara el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) Y aunque algunas actividades durante este año (de manera especial durante el mes de agosto), intentaron hacer un balance de los avances y retrocesos en cuanto a las recomendaciones que ofrece este informe, de manera paradójica ha sido la frustrada presencia de una declarada enemiga de la CVR, la congresista Martha Chávez, en el grupo de trabajo de derechos humanos del Congreso de la República, la que le ha brindado una notoriedad en la escena pública mayor que la suma de todos los eventos anteriormente mencionados.

Este artículo busca reflexionar inicialmente sobre lo problemático que es que el Informe Final se discuta solo de manera contextual. Posteriormente, sobre lo pertinente o no de la salida de la Sra. Chávez de este subgrupo de trabajo en el Congreso. Finalmente, como se va gestando la experiencia colombiana de reconciliación después de varias décadas de violencia, como se puede ir construyendo una sociedad que pueda integrar a aquellos que alguna vez le declararon la guerra y si hay en este proceso lecciones que el Perú puede aprender. Vemos cada uno de ellos.

¿Por qué es un problema discutir solo de manera contextual sobre el Informe Final? Porque, estemos o no de acuerdo con las conclusiones y recomendaciones de este documento, el sentido del mismo es invitar a una reflexión permanente sobre aquellas verdades que parecen haber configurado nuestra sociedad y que el informe intenta reconocer como causas del conflicto interno.  ¿Es una verdad dogmática la que presenta el Informe Final? ¿Todo lo producido después de este documento es tan solo accesorio, complementario, subalterno? En una reciente columna, el expresidente de la Comisión de la Verdad es bastante claro: “La CVR entiende por ‘verdad’ el relato fidedigno, éticamente articulado, científicamente respaldado, contrastado intersubjetivamente, hilvanando en términos narrativos, afectivamente concernido y perfectible, sobre lo ocurrido en el país en los veinte años considerados por su mandato…   ‘Verdad’ es un relato perfectible.  …” De manera que el peligro reside en postergar esta discusión hasta la próxima denuncia, el siguiente nombramiento controversial o la última declaración polémica que reavive el debate, pero nuevamente solo por unos días.

Una segunda idea que me gustaría desarrollar es la pertinencia de la salida de la Sra. Martha Chávez y la posterior desactivación del grupo de trabajo. Una frase que se ha hecho sentido común entre las personas vinculadas a la defensa de los derechos humanos es aquella que afirma que los límites de la tolerancia se reconocen cuando se encuentran con la intolerancia. Pero, ¿es siempre el mejor camino responder intolerancia (la de la Sra. Chávez) con intolerancia (la de los grupos movilizados por su nombramiento en la mencionada comisión)? Puedo pecar de ingenuo, pero tener una persona como Chávez en este encargo ¿no hubiera podido convertirse en una oportunidad antes que en una amenaza? Responder a sus prejuicios con argumentos de peso, a falsas acusaciones con pruebas objetivas. La filosofía contemporánea reconoce dos tipos de tolerancia: la negativa y la positiva. La tolerancia negativa es la del tipo “te aguanto porque no me queda otra opción”. La positiva es aquella que va un paso mas allá y intenta no solo reconocer la presencia del otro, incluso cuando podemos inicialmente percibirlo como una amenaza, para poder ir desarrollando niveles mínimos de convivencia, si no armónica y dialogante, por lo menos respetuosa.

Finalmente, ¿Es posible pensar en un verdadero proceso de reconciliación? Hace pocos días Santiago Pedraglio recogía la experiencia colombiana. A partir de una agenda de seis puntos, la primera semana de noviembre llegaron a acuerdos sobre el segundo punto: “…participación política; es decir, consensos sobre `Derechos y garantías para el ejercicio de la oposición política en general, y en particular para los nuevos movimientos que surjan luego de la firma del acuerdo final`. Dicho más claramente: garantías para la conversión de las FARC en una fuerza política legal.” Los siguientes puntos (3 y 4) abordarán el “Fin del conflicto” y la “Solución al problema de las drogas ilícitas”, respectivamente.

¿Es posible vislumbrar un escenario similar en el Perú? Probablemente usted considere que estamos frente a sociedades diferentes, con historias disímiles y una lista de varios “pero”. No obstante, aunque estemos frente a procesos diferentes (dudo que la diferencia entre ambos los coloque en extremos opuestos), el caso colombiano es un invitación a considerar que, impulsada desde diversos actores, pero sostenidos por una firme voluntad política proveniente del Estado, es posible pensar y construir una reconciliación de verdad. No aquella que busque dar la vuelta a la página, cargar las tintas de un solo lado, o entender esta historia como un enfrentamiento  de “buenos contra malos”. Es la oportunidad de refundar nuestro país, muy cerca del bicentenario, pero esta vez si con un proyecto de nación mas inclusivo. ¿Pido demasiado? Usted me responderá.

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