
Esta campaña ha llegado a las redes
sociales y uno de los post (publicación) colgados en Facebook que invitaba a
sumarse a esta campaña, recoge este comentario casi solitario: “Cuando no, los
éticos”. Los otros comentarios se aúnan a la campaña y critican no solo esta
situación poco feliz a la que ha llegado la política universitaria, sino
también desarrollan una crítica contra el sistema electoral y sus actores más
importantes. Volviendo a este breve comentario, al que casi nadie dio
importancia, es importante resaltar que encierra una de las claves para
entender el tipo de convivencia que hemos construido en la sociedad actual,
nuestra relación con la política actual y el tipo de discurso que un grupo de
personas ha construido sobre la ética.
La sociedad humana es diversa. Sin
embargo esta diversidad, que puede ser percibida desde las ciencias sociales
como una riqueza, en la práctica muchas veces es fuente de conflicto, disputa,
imposición y hegemonía de aquel grupo que logra imponer sus intereses, al menos
temporalmente. ¿Cómo convivir en una sociedad tan heterogénea, donde cada grupo
parece estar consciente y defender tan solo de sus intereses, olvidando los de
los demás? La ética nos da una clave a través de la tolerancia, pero incluso la
tolerancia, desde la perspectiva de algunos filósofos modernos, puede tener dos
cargas: positiva y negativa. La tolerancia negativa es aquella que
coloquialmente podemos definir como “aguante”, resignación, estoicismo frente a
una situación que no podemos cambia y frente a la cual no nos queda otra opción
que aceptarla pacientemente. La tolerancia positiva es más bien aquella que va
más allá de la resignación sufrida y se refiere al respeto y aceptación de las
diferencias a nivel individual o colectivo. Es decir, las diferencias en el
seno de una comunidad antes que una amenaza o fuente potencial de conflicto, se
convierten en una posibilidad de ir construyendo una mejor sociedad, donde los
individuos o colectivos que representan esta diversidad tengan cabida en una
sociedad más tolerante, pero no como “aguante”, sino a partir del
reconocimiento de derechos antes negados o postergados.
¿Cómo se relaciona la tolerancia como
la política actual? La diversidad de la sociedad encuentra en la política no
solo el ansiado espacio de representación, además, aquellos grupos antes
postergados reconocen en el espacio político la posibilidad que sus demandas,
sus deseos, sus sueños puedan ser gestionados civilizadamente. Es decir, la
confrontación, la violencia, el enfrentamiento no es el único camino para
hacerme escuchar y lograr mis objetivos, sino existen un conjunto de procedimientos
democráticos no solo para hacer visible mí diferencia, además, para convertirla
en derecho. La discusión contemporánea entre liberales y comunitaristas tienen
que ver con que el reconocimiento de derechos colectivos (postura
comunitarista) implica una negación del principio de igualdad ante la ley
(postura liberal). Por ejemplo, el derecho de una comunidad a educarse en su
lengua materna (quechua, aymara u otra) y las políticas públicas que se
desarrollen para cumplir con este derecho significaría una suerte de discriminación
que rompe con esta suerte de igualitarismo abstracto de una república fundada
sobre principios liberales.
Ahora bien, estos derechos que no solo
reconocen el derecho a la diferencia, sino que, desarrollan un conjunto de
acciones que desde el Estado atienden estas necesidades postergadas
históricamente, tienen un importante componente ético. Y es que la ética no son
solo preguntas interminables, es especialmente una crítica al tipo de moralidad
predominante en una sociedad y en qué medida esta contribuye a mejorar la
convivencia dentro de la misma. Convivencia que tiene que enfrentar no solo la
diversidad, sino debe ir proponiendo las mejores maneras de gestionar la
diferencia y convertirle en fuente potencial de desarrollo. Es decir, los individuos
y colectivos pertenecientes a una sociedad sientan que aquello que los
diferencia no significa una carga, una barrera en el camino de su desarrollo.
Es más bien una particularidad que es respetada y aceptada.
Finalmente, los
éticos (y la ética misma) son muchas veces incómodos (que es la sensación que
parece deslizar el comentario que motiva este artículo), porque se hacen las
preguntas que nadie quiere hacerse y proponen las alternativas que pocos
quieren seguir. Nos invitan a pensar en la diversidad, en la política, en los
derechos y en la convivencia, pero en una clave distinta. Los éticos nos animan
a considerar que las cosas no son “necesariamente” de una manera, sino que es posible
pensar en que pueden ser diferentes.
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