sábado, 20 de diciembre de 2014

A propósito de la nación



Estamos muy cerca de celebrar un nuevo aniversario patrio y cumplir 192 años de vida republicana. Sin embargo, muchas preguntas siguen despertando el interés tanto de investigadores como de ciudadanos que observan críticamente nuestra sociedad. Una de estas preguntas tiene que ver con los procesos de construcción nacional que llegaron con la independencia y como estos, en el caso del Perú, han seguido sendas diversas, incluyentes en algunos casos (esta progresiva inclusión de ciudadanía en nuestra historia), excluyentes en otros (el idioma o la tradición cultural en que medida sigue estableciendo categorías entre los peruanos). Sin embargo, sugiero que partamos de una pregunta que parece sencilla, pero en realidad es bastante compleja: ¿Qué es la nación?

Una de las respuestas más completas la propone el filósofo mexicano Luís Villoro, quien afirma que nación es un grupo humano que debe cumplir 4 características: ser una comunidad de cultura, tener sentido de pertenencia, vínculos con un territorio determinado y poseer un proyecto común. Veamos cada una de ellas. Una comunidad de cultura significa que la nación no es un simple agregado de individuos (como algunos liberales en algún momento quisieron entenderlo) sin historia y sin rasgos que los distingan de otras comunidades. Precisamente esta comunidad tiene en común varios elementos que la hacen particular: idioma, historia, tradiciones, valores compartidos, etc. Este conjunto de elementos compartidos nos pueden llevar a la segunda característica que propone Villoro que tiene que ver con el sentido de pertenencia. Antiguamente, el lugar de nacimiento condicionaba este sentido y era excluyente. Ahora, se ha llegado a la conclusión que este sentido no esta determinado por el lugar donde uno nació, sino también es posible construirlo. Pensemos en aquellas personas que hicieron patria en un lugar distinto al que nacieron. Desde la propuesta de Villoro ellos también forman parte de la nación.

Toda nación debe tener vínculos con un territorio determinado, ya que este no es solo un espacio material que se ocupa y permite desarrollar una serie de actividades. Es también fuente de identidad, relación con el pasado, patrimonio heredado y proyección al futuro. Villoro menciona como excepción al pueblo palestino, que si bien por razones políticas no cuenta con un territorio soberano, su lucha desde hace varias décadas tiene con fin poder poseerlo. Finalmente una nación también es proyecto común y compartido. La nación permite vincular mi proyecto individual con otro más grande que tiene que ver con el colectivo. Es la posibilidad de proyectarnos en el futuro y reconocernos en ese escenario, no solo como testigos pasivos, sino como actores protagónicos y comprometidos.

Ahora bien, veamos nuestro caso. ¿Somos una comunidad de cultura? Pues aunque existen elementos, símbolos, tradiciones que tienen carácter nacional (idioma castellano, la bandera nacional, el deporte) también existen manifestaciones culturales que aunque no tengan este carácter nacional, tienen una fuerte presencia regional y siguen siendo fuente de sentido en estas comunidades. Estas identidades regionales también se expresan en un sentido de pertenencia, es decir, no solo me identifico con esta comunidad más grande llamada Perú, también desarrollo vínculos muy fuertes con mi región, mi provincia, mi comunidad, incluso de manera especial en aquellas a las que el Estado históricamente les ha dado la espalda.

Los vínculos con el territorio son claves para entender la existencia de comunidades indígenas, pueblos nativos, que valoran su territorio no solo como una fuente inagotable de recursos que les permiten vivir (o en algunos casos sobrevivir), es también la tierra de sus ancestros, la base de su organización social, el lugar donde han nacido y donde pasaran a vivir en comunión con la naturaleza. Esta racionalidad, como hemos observado en reiteradas ocasiones, ha generado desencuentros con esa otra racionalidad de algunas autoridades, antropocéntrica y utilitarista, que instrumentaliza la naturaleza y el territorio y lo convierte en un producto que se puede comprar y vender.

Finalmente el proyecto compartido es la gran pregunta que podemos hacernos los peruanos. ¿Hemos logrado tener un proyecto de nación? ¿Pudimos ponerlo en marcha? ¿Quiénes lo propusieron? ¿Incluía a “todos” los peruanos? ¿Reconocía estas diferencias culturales? Desde hace mas de veinte años, el proyecto que nadie parece discutir (aunque ello no lo hace necesariamente compartido) tiene que ver con el modelo económico que no se cuestiona, que ha dado resultados, pero que sin duda puede ser mejor y debe complementarse con otras dimensiones también importantes en la marcha de toda nación: la dimensión social, cultural, ciudadana y política. ¿Es posible pensar en un proyecto que no solo convoque, inspire, anime e impulse nuestras capacidades que vaya más allá de lo económico? ¿Un proyecto que no solo reconozca la diferencia, sino especialmente el ‘derecho a la diferencia’ a estas pequeñas naciones que existen dentro de una mas grande? Han pasado casi 200 años, es hora de hacer la tarea.     

No hay comentarios: