sábado, 13 de noviembre de 2010

Y usted, ¿cuan dispuesto está a cambiar?


¿Cuantas veces usted ha tenido que subir o bajar “al vuelo”, como se dice coloquialmente, de una combi en movimiento? ¿Recuerda el número de veces que ha tenido que abordar la unidad a media pista? ¿Piense en todas aquellas ocasiones en las que tuvo que descender a la calzada para seguir transitando porque, sencillamente, las aceras en el centro de nuestra ciudad son sencillamente intransitables? Pues si usted estaba acostumbrado a este tipo de prácticas, a partir de este lunes 15 de noviembre tendrá que pensarlo dos veces antes de hacerlo.

Como vienen informando diversos medios (aunque no con la intensidad que debieran), en unos días se aplicará el Decreto Supremo 040-2010-MTC, que modifica el Reglamento Nacional de Tránsito, que tiene como principal novedad sancionar a los peatones que incumplas las normas viales. Según el Decreto en mención, las faltas se han clasificado en muy graves (como por ejemplo cruzar la calzada de manera intempestiva y temeraria, cuya multa asciende a S/. 72 soles), graves (subir o bajar de vehículos en movimiento, S/. 27 soles) o leves (transitar al borde de la calzada).

Sin embargo, aunque la norma busca, en este caso, modificar hábitos socialmente impropios (creo que en eso todos estamos de acuerdo) a través de la coacción (expresada a través de una serie de sanciones, especialmente económicas) me pregunto si nuestros legisladores y quienes se encargarán de hacer cumplir la disposición han tenido en cuenta una pregunta que ha animado la reflexión en las ciencias sociales desde hace varias décadas: ¿Qué tan difícil puede resultar modificar una practica arraigada en una determinada sociedad? ¿Sigue siendo la coerción (expresada en multas, castigos, miedo) el único modo de generar cambios en la cultura peruana?

En palabras de Luís Quispe Candia, Director de la ONG Luz Ámbar: “Es una buena medida, sin embargo considero que debe trabajarse mas en la parte educativa pues las multas son irrisorias (sic.) Asimismo, se debe implementar gradualmente. Hay que considerar que tanto la ciudadanía como la policía no están preparadas”. De esta declaración se desprende más de un elemento que es pertinente comentar.

Un primer acierto en las declaraciones de Quispe Candia es reconocer la necesidad de mejorar la parte educativa. Este Decreto ha acertado en reconocer otra de las caras del problema vial en nuestro país, el cual esta constituido por usuarios y transeúntes. Sin embargo, este primer ejercicio de reconocimiento del “otro lado del problema” parece detenerse allí, sin ir más lejos. Es evidente que muchas veces la conducta de los transeúntes fluctúa entre el desconocimiento y la irresponsabilidad frente a las normas. Con todo, como enfrentamos una y otra dimensión. Un lector perspicaz sugerirá que el primer problema, como adecuadamente indica Candia, se soluciona con una mejor educación vial, pero el segundo, aquel relacionado no con el desconocimiento de las normas, sino con la actitud que tenemos frente a ellas ¿como lo abordamos? ¿Mayor conciencia?

Pero sus declaraciones no concluyen allí y además manifiesta que la cantidad con que se multará las faltas es irrisoria. Esta segunda afirmación incide nuevamente en la figura de la coerción como elemento sustancial en el cumplimiento de las normas, antes que reconocer el sentido y la obligación que deberían poseer los ciudadanos en el respeto de las mismas que vaya más allá de las multas o el temor al castigo. En que medida la coerción sigue dejando en pie la idea que los peruanos solo cumplimos las normas bajo la figura de la amenaza o la sanción. “La mano dura”, una vez mas es invocada y reconocida como la ‘única que salvará a este país de bárbaros que hacen lo que quieren sin que nadie les haga nada’.

Este conjunto de reflexiones que intento compartir con UD., amable lector, me recuerdan un espacio que es especialmente simbólico en la cultura peatonal de los estudiantes y profesores de la U.N.S.A. y me estoy refiriendo al puente que cruza la Av. Venezuela a la altura del Área de Sociales. De manera cotidiana, los transeúntes preferían cruzar la avenida menciona por la calzada, exponiéndose al peligro de una vía de alta velocidad. Sin embargo, algún tiempo después, el número de usuarios del puente peatonal se incremento considerablemente ¿Qué fue lo que pasó? Pues alguna autoridad no solo reforzó la malla metálica que se ubica en la verma central, además la alargo varios metros hacia arriba y hacia abajo. De esta manera, era más cómodo cruzar la avenida a través del puente que atravesarla por la calzada.

¿Esta podría ser una de las claves tantas veces buscadas? Naturalmente la respuesta va mas allá de la comodidad y mas bien parece orientarse a en que medida es posible establecer una relación adecuada entre el beneficio personal que genera la norma y el beneficio colectivo que implica su cumplimiento. Incluso, desarrollando niveles mas profundos de formación ciudadana, en que medida estoy dispuesto a renunciar a mi beneficio personal (empezando con algo tan sencillo como la comodidad) en aras de una sociedad más ordenada. Si, la educación es importante, pero las actitudes complementan y refuerzan aquello que debemos y podemos, aunque muchas veces no queremos hacer.

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