domingo, 31 de marzo de 2013

Viernes santo


Probablemente, dentro de la religiosidad popular, este sea el día central de la Semana Santa. Incluso más cargado de tradiciones, ritos, espíritu de recogimiento que el mismo Domingo de Resurrección, el cual rememora un Cristo que vence a la muerte y nos redime de nuestros pecados. Es importante preguntarnos porque los creyentes han puesto especial énfasis en este día en particular en detrimento del Domingo de Resurrección.
¿Qué nos recuerda viernes santo dentro de nuestra tradición religiosa? Pues es el día en que Cristo es crucificado. La experiencia de la cruz se hace más dramática porque es Jesús, quien en un acto de libertad infinita decide abrazarla. Sus amigos lo negaron o abandonaron. Solo su madre, algunas mujeres y su apóstol más joven, Juan, lo acompañan hasta el final. Todos aquellos quienes abrigaron expectativa en una liberación que iba más allá de lo espiritual, veían como sus esperanzas terminaban clavadas a un madero. Este parece ser el punto culminante de su vida y en cierto modo nos hemos acostumbrado a apreciar a un Jesús crucificado más que a un Jesús resucitado.
Pero es importante recordar que no todo terminó en la cruz, ya que la muerte es tan solo el comienzo de una promesa que se cumplirá tan solo 3 días después, la promesa de la vida eterna, del Reino de Dios para los hombres justos. Aquella promesa que le hace sus amigos cuando asciende a los cielos: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18-20). Una promesa cumplida que renueva continuamente la esperanza.
Y esta esperanza, la del Dios vivo, parece haberse renovado hace muy pocos días. Francisco, nuestro nuevo Papa, no solo nos ha recordado que esta historia no concluye en la cruz. Además y de manera constante, a través de palabras y de gestos cargados de profundo significado, insiste en que la misión continúa. Pero Francisco va más allá e insiste que en esta entrega son los pobres, aquellos que más sufren, quienes se convierten en la prioridad de nuestro servicio. “Tenemos que salir, entonces -para experimentar nuestra propia unción (como sacerdotes)- a las periferias donde hay sufrimiento, derramamiento de sangre, ceguera (…)” ha mencionado en su homilía por Jueves Santo. Estamos, en cierto modo, frente a una nueva época y frente a nuevas maneras de relacionarse con creyentes y no creyentes.
Francisco acaba de llamar a sus sacerdotes a ser “pastores con olor a ovejas”; pocos días después de su elección extendió su bendición, en una reunión con periodistas de todo el mundo, tanto a creyentes como a no creyentes, sabiendo en el fondo que todos son hijos de Dios.  Ha elegido llamarse Francisco en honor a Francisco de Asís, para colocar nuevamente en el horizonte de la Iglesia la lucha contra la pobreza, tanto material como espiritual.
Son tantos gestos en tan corto tiempo, que apenas terminamos de reponernos de la impresión del primero cuando ya está llegando otro. Pero todos ellos nos recuerdan el amor infinito de Dios y la historia de una promesa que se cumplió y se sigue cumpliendo.      

Servicio militar voluntariamente obligatorio


Uno de los científicos sociales más importantes de la segunda mitad del siglo XX, Alberto Flores Galindo, hablaba de dos instituciones tutelares en el Perú: la Iglesia y el Ejército. Y son instituciones tutelares no solo porque una gran parte de la colectividad ha asumido, consciente e inconscientemente, que ellas no solo nos protegen, nos muestran de manera especial, un deber ser: como creyentes y como ciudadanos. En el caso de la Iglesia, sustentando su rol bajo la figura del designio divino que le encarga el rescate y conversión de las almas. En el caso del Ejército, a partir de esta asociación implícita entre heroicidad, disciplina, carácter con vida militar. Un tutor, como bien define el DRAE es aquel que ayuda al que es incapaz para gobernar sus cosas.
Pues hace pocos días, una de nuestras instituciones tutelares irrumpió súbitamente en la vida social. El miércoles 20 del mes en curso el Ministerio de Defensa publicó el Decreto Supremo 001-2013, que en su artículo 1 aprueba el llamamiento extraordinario de personal para su incorporación voluntaria al servicio militar 2013 en el Ejército. Hasta allí no hay nada nuevo. Pero en su artículo 3 indica que si con el llamamiento extraordinario no se alcanza el número de voluntarios necesarios, “se procederá de inmediato con el sorteo establecido en el artículo 50 de la Ley de Servicio Militar modificado por el Decreto Legislativo 1146. ¿Quiénes serán los llamados? jóvenes entre los 18 y 25 años. ¿A quiénes no llamarán? Están exceptuados los sorteados que tengan discapacidad física o mental grave y permanente, quienes estén privados de su libertad, quienes acrediten ser responsables del sostenimiento del hogar, los estudiantes universitarios, quienes acrediten estar prestando algún servicio voluntario a la comunidad y los residentes en el extranjero. ¿Qué pasa con aquellos que resultaron sorteados y no quieren servir? Los elegidos por sorteo o seleccionados que no se presenten son sancionados con multa del 50% de la Unidad Impositiva Tributaria (UIT), es decir 1.850 nuevos soles.
Ahora bien, veamos una serie de argumentos que han intentado justificar o criticar la medida, intentando reconocer las falacias que pueden estar detrás de cada uno de ellos.
"Uno puede optar por no hacerlo y lo que se plantea en este caso es el pago de una multa", "El tema de la multas es un tema vinculado a cualquier consideración a un deber del Estado, como lo es en el caso de las multas por elecciones generales (...) aquí no es una obligación es un deber ", (Premier Juan Jiménez) Algunas preguntas al Premier: ¿Es posible optar o no optar con una multa de por medio? ¿Dónde queda la voluntariedad cuando se trata de un deber? ¿O por ser un deber de Estado lleva implícitamente la voluntariedad de todo “buen ciudadano”? Hábilmente intenta introducir un símil con el caso de la multa para quien no acude a votar en las elecciones generales, sin embargo es una comparación bastante forzada, ya que ni la multa es tan alta, y una cosa es ir a votar y otra pasar 6 meses en un cuartel de manera obligatoria. 
"Hemos tenido 10 años probando este servicio militar voluntario, desgraciadamente por diversos motivos, la juventud no va en la medida que uno quiere", "No voy a decir que esa sea la culpa,  desde que se instauró el servicio militar voluntario, luego de 10 años, vean en las estadísticas, cómo se ha incrementado la delincuencia juvenil", “Algunas ONG estigmatizaron a las Fuerzas Armadas como entidades corruptas, lo que generó un rechazo de parte de los jóvenes” (Almirante AP José Cueto Aservi, Jefe del CCFFAA) “La juventud no va en la medida de lo que uno quiere” revela lo que anotábamos líneas arriba, esa vieja figura del tutor que intenta gobernar a quien no es capaz de hacerlo por sí mismo. Es innegable que muchos de los problemas sociales tienen un componente juvenil, pero antes que preguntarnos qué es lo que queremos para los jóvenes, considero que sería más pertinente preguntar ¿Qué quieren los jóvenes? Allí empezaríamos a entender a quién tenemos al frente. Lo primero revela paternalismo, lo segundo un sincero intento por comprender a un grupo etareo complejo, cambiante y lleno de particularidades. El Almirante Cueto, para darle mayor peso a sus argumentos, intenta establecer una relación estadística que se debe tomar con cuidado, aquella en la que menos reclutas implicarían más delincuentes. Preguntas: ¿No hacer servicio militar me hace potencialmente un delincuente? ¿Son los cuarteles reformatorios? ¿Han sido pensados para ello? ¿Seis meses de instrucción corregirían años de maltrato familiar y exclusión social?
Estas son algunos de los argumentos que he podido recoger en relación con esta nueva norma. Considero que no se están haciendo las preguntas adecuadas y que se opta, una vez más, por el camino más sencillo, el de la imposición para intentar resolver una necesidad que con mayor creatividad, motivación y recursos se podría atender mejor. A la patria se le sirve de muchas maneras y en diversos espacios, los militares no poseen el monopolio ni la receta de este servicio, y los héroes de cada día no siempre usan uniforme.  

viernes, 15 de marzo de 2013

Percepciones y realidades


Hace pocos días leí una frase que intentaba resumir el conjunto de sentimientos y actitudes generados a partir del asalto y asesinato ocurrido en la Notaria Paino, aquel que gracias a las cámaras de seguridad, pudimos apreciar en toda su crudeza: “Paino es a la seguridad ciudadana lo que Tarata fue al terrorismo.” Esta frase, publicada en la Revista Domingo del diario La República buscaba, en mi opinión, establecer una situación límite que implicara un punto de quiebre en una realidad que es sentida y sufrida por miles de peruanos. Muchos especialistas parecen concordar en que el atentado de Tarata, calle del distrito limeño de Miraflores, significo una mirada distinta al fenómeno que desde hacía 12 años asolaba importantes sectores de la sierra y selva de nuestro país. Se trataba de un problema real, que venía creciendo y que ya estaba tocando las puertas de la ciudad más importante del país. Lima no era inexpugnable y era posible herirla de manera brutal y sanguinaria.

Ahora bien, lo ocurrido en la Notaria Paino, con el asesinato a sangre fría del contador Félix Gonzales, ¿Será efectivamente un cambio radical en la manera como percibimos la seguridad ciudadana?, ¿El Estado, finalmente, empezará por entender a que se enfrenta y será capaz de hacerlo? ¿Todo este fenómeno se tratará únicamente, como lo mencionó el Ministro Pedraza, de una “percepción” sobre la seguridad ciudadana, entendida percepción como esta manera particular de percibir la realidad que puede cargada de prejuicios o sobredimensionamiento?, o ¿Se asumirá la actitud del Presidente Humala, quien en una reflexión cargada de cierto cinismo indicaba que este era un problema de siempre? Veamos algunos datos.

Según el Informe sobre Seguridad Ciudadana de las Américas 2012 (1) el número de homicidios registrados y reportados por la policía entre los  años 2000 y 2011 ha pasado en nuestro país de 1,302 (2000) a 7,086 (2011), es decir, se ha multiplicado por 7 en 11 años. Esta cifra no se compara con países como Brasil (40,974 en 2010), México (20,585 en 2010), Colombia (17,459 en 2010) y Estados Unidos (14,159 en 2010). Sin embargo, salvo en el caso mexicano, los otros tres países han disminuido su tasa de homicidios de manera sostenido. En pocas palabras, si no se hace nada, la tendencia indica que esta cifra seguirá incrementándose.

En el caso de los accidentes de tránsito los datos tampoco son alentadores. En datos registrados entre el 2008 y 2009 el Perú se ubica en un penoso 5to lugar con 3,591 víctimas en el 2008.Estamos por debajo de Brasil, Estados Unidos, Colombia y Venezuela quienes tienes cifras escalofriantes. En cuanto a los asaltos, el año 2009 se registró 16,360 asaltos. En este indicador también se registra una tendencia peligrosa ya que desde el año 2007 esta cifra no deja de incrementarse. Para los secuestros, entre los años 2004 y 2010 el pico más alto se registró en el año 2009, con 729 secuestros, ocupando el tercer lugar en América después de países como México y Canadá. En el caso de los robos registrados entre el 2004 y 2009, si bien esta cifra tuvo su punto más alto en el 2004 (57, 560 robos) la cifra del 2009 (49,477 robos) no deja de ser alarmante y nuevamente nos ubica por encima del promedio de la región. Este es el mundo real.

Ahora vayamos al ámbito de las percepciones, aquel que se mueve en los miedos, las inseguridades, la desconfianza y los prejuicios que puede establecer el ciudadano de a pie sobre una situación en particular. Según la encuestadora Datum Internacional, en trabajo realizado en marzo de este año, el 82% de la población se siente inseguro en su ciudad. El 78 % desconfía de la policía nacional (20 % confía en la Policía) y el 30 % confía en el Serenazgo (64% desconfía del Serenazgo) El 86 % considera que hay corrupción en la Policía Nacional (cifra que se mantiene inalterable desde agosto 2012, último dato sobre esta misma pregunta) Frente a la pregunta: ¿Esta el gobierno haciendo algo, mucho, nada? Un importante 49 % indica que está haciendo algo, un significativo 45 % indica que está haciendo nada, y un 3 % indica que está haciendo mucho. En los últimos 12 meses el 25 % ha sido víctima de robo o asalto, y casi el 47 % denunció tal hecho a la policía. Finalmente, un par de preguntas que son especialmente reveladoras vinculadas con los que denunciaron o decidieron no hacerlo. ¿Por qué usted no realizo la denuncia?: la policía no hace nada (21 %), es una pérdida de tiempo (20 %) no muestras interés (10 %); y de los que denunciaron, ¿Cuál fue el resultado?: quedo en el abandono (59 %) se abrió la investigación pero quedo insatisfecha ( 26 %) (2)

¿Este último es el mundo de las emociones, de los miedos, de las ideas preconcebidas? Pues basta contrastar las cifras duras con aquellas vinculadas a las percepciones para darnos cuenta que estas no aparecen de manera espontánea y que son resultado de las primeras. Esta sensación tan alta de inseguridad es fruto de una situación real en la que el ciudadano se siente desamparado ya que la única institución que lo protege no está preparada o motivada para hacerlo. ¿Será el caso de la Notaría Paino este cambio de rumbo que esperamos? El tiempo lo dirá, aunque en este caso mi percepción es pesimista, pero es solo una percepción.  

(1) En: http://www.oas.org/dsp/espanol/cpo_observatorio_alertamerica2012.asp

(2) Encuesta de Opinión Pública. En: http://www.datum.com.pe/pdf/OPMARNAC.pdf