sábado, 21 de mayo de 2011

Jamás tan cerca, arremetió lo lejos


El título de este artículo no solo es la primera línea de un poema de Vallejo. Es en especial el sugerente nombre de uno de los libros del que fue uno de los antropólogos más lúcidos de la última década: Carlos Iván Degregori (CID) Hace pocos días nos dejó luego de una penosa enfermedad. Sin embargo su trabajo, sus ideas y los principios que defendió hasta el final son un testimonio vigente que la partida tan solo ha sido física. Todos los hombres mueren, pocos viven de verdad.

CID inició su vida académica en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga como estudiante y como docente. No dudo que este vínculo con Ayacucho sería un factor determinante en lo que se convertiría en uno de sus intereses principales dentro de la investigación antropológica: la violencia política de los años ’80 y ‘90. Poco después traslado su labor docente a las aulas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y su rol de investigador al Instituto de Estudios Peruanos (IEP), institución de la que fue director. No obstante, estoy convencido que su trabajo en la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) fue lo que marco no solo su quehacer profesional, sino también personal.

Precisamente el libro, cuyo titulo ha pedido temporalmente prestado este artículo, esta dedicado a reunir un conjunto de ensayos sobre el periodo de violencia que vivió nuestro país entre 1980-2000. Para CID, las clases medias y altas urbanas durante este periodo construyeron “una suerte de identikit del violento: ayacuchano(a)/ serrano(a)/ joven/ educado(a)/ quechua = terrorista”. Sin embargo agrega que es: “Grave error, porque si bien Sendero Luminoso (SL) encontró un importante semillero entre los jóvenes con educación superior al promedio de los pueblos y ciudades intermedias de la sierra, o migrantes de esa procedencia en Lima, solo una minoría de ellos – minoría incluso entre los jóvenes radicalizados políticamente – se plegó a su discurso y a su práctica. Error, además porque SL no representaba a los excluidos de siempre: campesinos andinos, pueblos amazónicos, pobres urbanos”. Aporte muy importante para cuestionar ideas arraigadas asocian lugar de origen, nivel educativo y lengua directamente con la violencia y el terrorismo.

Pero el tema de SL no fue el único que apasionó a Carlos Iván. La enseñanza de la antropología en las universidades peruanas también fue tema inspirador de su quehacer investigativo. Para Degregori, la antropología peruana es hija del indigenismo de las primeras décadas del S. XX. Y aunque tuvo una breve edad dorada durante el Gobierno Revolucionario de la Fuerzas Armadas a fines de los ’60, ahora habría caído en una especie de letargo, explicado por la crisis generalizada en la enseñanza en las universidades públicas del país y el modelo neoliberal que se implanta desde los ’90. Se preguntaba de manera insistente como ‘despertar a la bella durmiente’ (refiriéndose a la antropología peruana) para comprender un país escindido. Y aunque su investigación reconoce las carencias, las brechas y los complejos existentes en la comunidad académica antropológica, su análisis y conclusiones pueden perfectamente extenderse a la enseñanza de las ciencias sociales en el Perú.
Una última faceta, no menos importante de CID, es la de periodista. Colaborador en prensa escrita de diferentes medios de la capital, sus artículos destacaban por su capacidad de ver en profundidad aquello que por temor, comodidad o alienación preferimos ver tan solo superficialmente. Incluso uno de ellos, publicado hace exactamente 5 años, también en periodo electoral y en la disyuntiva de elegir ‘al mal menor’ suena dramáticamente vigente. Titulado “Una sensación de dejavú” (el titulo original fue El reconocimiento) expresa entre sus ideas mas importantes una que puede ayudarnos a encontrar lucidez en este tiempo de penumbras y dudas: “Pero hay algo previo al incremento de las inversiones y a la lucha contra la pobreza que no ha encontrado todavía espacio en la (pobre) discusión política. Es el tema del reconocimiento (…) La percepción de no ser reconocidos como personas y ciudadanos iguales ante la ley, pero también en la vida cotidiana, aunque sean rurales, serranos y ‘motosos’, es una tara, esa sí tara, que arrastramos las élites peruanas desde tiempos inmemoriales. Por algo somos el país de habla hispana que inventó el verbo ‘cholear’”
Para CID habrá un cambio sustantivo en el Perú cuando: “…los pueblos indígenas tengan acceso a la justicia en su propia lengua, cuando todos podamos sentarnos a comer en la misma mesa, no sólo durante las campañas; mirarnos sin despreciarnos mutuamente…” Cuan necesarias estas palabras en tiempos donde la tolerancia y el respeto a la diferencia, antes que como condiciones para el diálogo son consideradas como debilidades del adversario. Queda la tarea a las futuras generaciones de antropólogos y científicos sociales seguir luchando por el país que CID quería, pero que no le alcanzo la vida para verlo. Un país que logré convertir su diversidad en una fortaleza y una oportunidad y deje de percibirla como una carga difícil de llevar.

martes, 17 de mayo de 2011

¿Un mundo más seguro?


Hace poco menos de dos semanas, el mundo recibía una noticia que parecía nunca escucharía. Los diversos medios de comunicación daban cuenta de la muerte, en manos de fuerzas norteamericanas (los Navy Seal para ser más exactos) del terrorista más buscado del planeta: Osama Bin Laden. Seguramente, en la memoria colectiva de millones de personas en el mundo, irrumpían aquellas imágenes con las que iniciábamos no solo una nueva década, sino un nuevo milenio: el ataque a las Torres Gemelas, denominado en adelante por las siglas 11 – S. La algarabía espontánea de muchos norteamericanos, que salían a ‘festejar’ la muerte de su enemigo Nº 1, contrastaba con la suspicacia generalizada respecto a los detalles de la denominada ‘Operación Gerónimo’. Veamos algunos detalles de la misma.

Una primera duda estaba referida a la autenticidad del cadáver. Frente a las innumerables imágenes que circulaban en Internet, desmentidas una a una por expertos en fotografía digital, se esperaba las imágenes oficiales de parte del gobierno norteamericano. Finalmente, este decidió no difundirlas por considerarlas ‘atroces’, ‘truculentas’ y potencialmente incendiarias. En segundo lugar las circunstancias de la muerte son igualmente contradictorias. Inicialmente se afirmaba que opuso resistencia, para indicar pocas horas después que estaba desarmado. Como, de manera pertinente indicó Enrique Bernales, el Convenio de Ginebra autoriza el uso de la fuerza cuando hay resistencia. Sin embargo, en el caso del líder de Al Qaeda, no han quedado claras las circunstancias.

Luego de ello, ¿Qué paso con su cuerpo? La primera información indicaba que su cadáver había sido arrojado al mar (sic.), ante la mirada incrédula de la opinión mundial. ¿Por qué el cadáver del terrorista mas buscado del planeta había sido, simplemente, arrojado al mar? Una de las hipótesis que intentaban explicar esta decisión esta apoyada en que sus seguidores no convirtieran sus restos en una suerte de reliquia, con profundos significados ideológicos y políticos en aras de la Yihad (Guerra Santa emprendida contra occidente). Sin embargo, si bien el cuerpo simplemente ha desaparecido en las profundidades marinas, ello no es óbice para que el nombre y el recuerdo de Osama puedan convertirse en un icono, una figura, un símbolo para sus partidarios.
Ahora bien, luego que circuló la información sobre el destino de los restos de Bin Laden y ante el escándalo de la importante comunidad musulmana en EE.UU., surgió una información que complementaba la anterior al indicar que se siguió un ritual antes de la inhumación (sic.). Sin embargo, según la tradición musulmana, primero hay que lavar el cuerpo de un difunto con agua jabonosa, luego sólo con agua y por último con agua mezclada con alcanfor, y después envolverlo en tres paños. Según Dalil Boubakeur, de la mezquita de Paris: "La inhumación se hace bajo tierra, sin féretro. Los restos mortales deben colocarse en paralelo a La Meca, con la cabeza del difunto ligeramente ladeada hacia la derecha para que su cara esté orientada hacia la Kaaba, el santuario sagrado de La Meca".
Para Eric Frattini, matar a Osama Bin Laden es como descabezar a una Hidra (recordemos el viejo mito griego de la serpiente de varias cabezas, a quien Hércules le cortaba una cabeza pero en su lugar crecían dos). Agrega el especialista que hace algunos años si hubiera constituido un duro golpe a Al Qaeda, ya que esta tenía una estructura piramidal con Osama a la cabeza. Sin embargo, ahora no es tal la situación, ya que hace mas de dos años Osama entrego el poder a Ayman al Zawahiri, en opinión de los expertos mas operativo y también mas despiadado que su antecesor. Además agrega que Al Qaeda funciona ahora al modo de una franquicia. Basta que una célula terrorista, en cualquier parte del mundo, se organice y comparta la ideología de la organización, para que esta pueda reivindicar sus actos en nombre de Al Qaeda. Finalmente insistió en el transfondo electoral de esta noticia, de cara a la reelección de Barack Obama y sentenció que esta muerte “es mas un tema de honor que un acto antiterrorista”.

Hace algunos años un amigo, al conversar sobre este tema, me indicaba acertadamente que los EE.UU. eran una suerte de ‘Dr. Frankenstein’. Creaba monstruos que terminaban yendo en contra suya. Ya ha acabado con dos de los más famosos antiguos aliados suyos: Sadam Husein (apoyado en la guerra Irán – Irak en los 80’s) y ahora Osama Bin Laden (socio estratégico para resistir la presencia soviética en Afganistán, en tiempos de Guerra Fría). Sin embargo, ¿Es el mundo, ahora, un lugar más seguro?, ¿Ha sido un golpe efectivo a esta suerte de nebulosa que es el terrosismo? ¿Es tan fácil trasladar de una cultura a otra ideales como libertad y democracia? ¿O no son más que la fachada políticamente correcta de intereses económicos? ¿Qué nuevos Osama’s se forman, alimentados por el resentimiento, en aquellos lugares donde las tropas norteamericanas no son queridas, en especial de quienes han sufrido la perdida de un pariente muy cercano por ‘daños colaterales’? El tiempo lo dirá.

viernes, 6 de mayo de 2011

Para entender los linchamientos


“Casi linchan a varón en Feria del Altiplano”. “Ladrona se salva de linchamiento”. “Linchan a delincuente por robar cables de energía”. “Otro intento de linchamiento en Juliaca”. ¿Le suena familiar? ¿Se ha despertado alguna vez y la primera imagen con la que inició el día fue una persona amarrada a un poste, semidesnuda, con signos de haber sido golpeada, bañada en kerosén o gasolina, con un grupo de personas que de manera amenazante hacen el ademán de lanzar un fósforo que permita concluir la lección transmitida ese día? Este artículo busca presentar un par de claves para poder contextualizar esta práctica, la cual se apoya en una pretendida idea de ‘justicia popular’ eficaz (ya que consigue objetivos, los cuales van desde dejar una impronta en el supuesto ladrón que lo comprometa a no delinquir nunca más hasta el extrema de la eliminación física) y eficiente (ante la carencia de recursos orientados a la seguridad, nada mas inmediato que hacer justicia con ‘nuestras propias manos’).

Una primera clave es ‘culturalizar’ los linchamientos de manera general. ¿Qué pretendemos decir con ‘culturalizar’? Pues aquí estamos tomando la definición de cultura que brinda la antropología, esto es, como modo de vida, creencias, costumbres de un determinado grupo humano. Es decir, si pretendemos explicar todos los linchamientos como una práctica ancestral, tradicional y cultural de aquellos grupos que la utilizan con cierta recurrencia, podemos caer en explicaciones simplistas, parciales y cargadas de estereotipos peligrosos que muchas veces son la puerta de entrada a los prejuicios y la discriminación. El antecedente mas importante en leer los linchamientos desde la ‘cultura’ de un pueblo es el caso del asesinato del alcalde de Ilave, Cirilo Robles, hace ya 7 años. Aunque con el paso del tiempo se ha podido descubrir que detrás de este acto hubo una velada venganza política, manipulación de masas, exposición innecesario al peligro y los más grave, acusaciones de malversación que finalmente se demostró que no existían, las explicaciones que se ensayaron fueron de todo tipo, insistiendo en aquellas que recogían una supuesta agresividad innata de los pobladores de esta zona altiplánica pertenecientes al grupo étnico aymara.

De manera acertada, la antropóloga Gisela Cánepa (1) da cuenta de una serie de sesgos en el tratamiento de este suceso, en particular por parte de los medios de comunicación: “Sucedido el linchamiento del alcalde de Ilave, Cirilo Robles Callomamani, los medios escritos, radiales y de televisión inmediatamente invocaron la voz de los antropólogos —en general pocas veces invitados a opinar sobre la coyuntura nacional e internacional— para que explicaran lo que había sucedido allí.” Siguiendo con Cánepa: “…cuando se pide la opinión de los antropólogos para referirse a un grupo humano y a un conjunto de hechos en particular (en este caso el linchamiento del alcalde Robles), lo que se está asumiendo a priori es la condición tradicional de estos, así como su situación marginal a los grandes procesos históricos y al desarrollo de las instituciones modernas, atribuyéndoseles además un comportamiento irracional y violento, censurable por la razón.” Agrega que “…toda acción dominada por la razón cultural es fácilmente asociada a acciones masivas y anónimas (su sujeto es la turba) irracionales y sin propósitos (como la “ira aymara”). Preguntamos: ¿Cuántas veces se ha recurrido a una explicación de este tipo para los linchamientos ocurridos, aún cuando estos ocurren en el ámbito urbano?

Una segunda clave que se utiliza con frecuencia para entender los linchamientos es despolitizar los hechos. Siguiendo con el caso anterior, una explicación que pretendía resumir lo ocurrido en Ilave era “la ausencia de Estado”. Sin embargo, como bien refiere Cánepa: “…el solo hecho de que la persona asesinada haya sido el alcalde de Ilave ya nos indica que tal afirmación tiene que ser problematizada. Considero que este argumento es además problemático porque fácilmente se asocia con argumentos, también ampliamente esgrimidos en el debate público, según los cuales el problema de Ilave —y el de otros lugares en Puno y el Perú— se origina porque tenemos un Estado débil. Las posibles soluciones entonces se formulan como soluciones técnicas, es decir, policiales y militares, lo que rápidamente se traduce en la exigencia por un Estado y gobierno autoritarios, en vez de con autoridad y legitimidad.” En muchos de los linchamientos que ocurren en el ámbito urbano, la policía llega para ‘salvar’ al delincuente y ponerlo fuera del alcance de la turba. Sin embargo, no se ha reparado en que la queja más frecuente de los vecinos no es la ausencia de policía en la zona, sino más bien la poca eficiencia de la misma o las limitaciones de carácter legal en sus atribuciones. Si la policía ‘suelta’ en pocas horas y el acusado vuelve a delinquir, ¿Se ha hecho verdaderamente justicia?

Esto último constituye un llamado de atención a las instituciones que velan por la seguridad y la aplicación del derecho en nuestro país ¿en que medida están atendiendo el llamado de la ciudadanía, que frente a la inacción de ellas, se organiza y trata de afrontar un problema? Desgraciadamente, los métodos para atenderlo casi nunca son adecuados ni respetan un conjunto de garantías mínimas que protegen la integridad del ser humano. Mientras nuestras instituciones no reflexionen seriamente sobre este problema, acudiéremos con mayor frecuencia a modernos casos de ‘fuente ovejuna’.
(1) En QUEHACER, publicación del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo de
DESCO. “Furia Roja”, n° 148, julio del 2004.