jueves, 31 de diciembre de 2009

Carta al año viejo


Querido 2009:
Hoy parecen lejanas aquellas voces que te recibían, bulliciosas, cuando apenas terminabas de llegar. Abrazos, risas, brindis interminables, buenos deseos, promesas cargadas de un optimismo que las hacia no solo posibles, sino reales. “Este año obtendré el trabajo que siempre quise”, “Desde mañana empiezo mi dieta”, “Volveré a comunicarme con mi padre con quien no hablo desde hace años”, “Prometo ser un mejor esposo y acercarme mas a mis hijos”, “Este año me caso”, “Me voy de viaje”, “Me compró el carro”, “Me eligen presidente”. En fin, tantas promesas y deseos como personas, y teniendo como único límite nuestra capacidad de soñar. Tú parecías observar todo ello en un silencio sabio y reverente, digno de quien conoce lo efímeros que pueden ser ciertas promesas, más aún entre los hombres.

Hoy, que todos piensan en despedirte, seguramente debes observarnos ya no con el gesto sereno de tus primeros días, donde cada deseo era nuevo e iba acompañado de ritos, tradiciones, símbolos y colores que buscaban ‘torcer’ el destino a favor nuestro. Hoy, probablemente, te encuentras con las mismas promesas, los mismos deseos, intenciones similares que recibieron tu llegada. Y creo comprender también tu cara de asombro al encontrar promesas similares y te preguntarás: “¿Qué paso durante un año si los deseos siguen siendo los mismos? ¿Es que acaso no se alcanzó nada? ¿O lo logrado no es suficiente? ¿Por qué repetir todo ello con aquel que esta por llegar si conmigo al parecer no funcionó? ¿Qué es aquello que los empuja a hacer lo mismo cada año? ¿Qué les hace creer que todo tiempo nuevo es mejor? Puede ser igual e incluso peor. Ninguno tiene mas peso que la otra en la balanza del destino.”

Pues, de igual modo que tus antecesores, iras llegando a una conclusión a medida que tu agonía va creciendo con cada segundo que pasa. Estas preguntas no se pueden responderse fácilmente porque se estrellan contra la complejidad de la condición humana. Aún cuando el pincel de la evolución nos haya brindado diferentes matices, al parecer compartimos mas cosas de la que creemos. Tal vez un año ha sido suficiente para percatarte de nuestras contradicciones. De lo impredecibles que podemos ser. De lo mucho que se han esforzado las ciencias de la sociedad tratando de establecer leyes que puedan, al menos, predecir comportamientos individuales y colectivos, y lo frustrante que puede ser no lograr encontrarlas.

Y es que, también un año basta, habrás encontrado entre nosotros de todo. Si, todos compartimos la condición humana, pero esa universalidad es tan solo el marco de la diversidad. Podemos ser fuente de bondad infinita y conmovedora. Ver al otro como un hermano, al necesitado como un pariente en desgracia, al miserable como un llamado permanente al servicio. Pero también has podido conocer nuestra cara monstruosa, aquella que lucra con la miseria y se congracia con las guerras. Aquella que nunca abandonó la torre de marfil y regodeada en autosuficiencia termina convirtiendo en instrumento a todo: a la naturaleza, a los recursos, a los animales y al hombre. Te preguntarás si estas frente a dos tipos de hombre. Me apena decir que esta frente a la misma especie, que reproduce fielmente la metáfora que utiliza Robert Luis Stevenson para expresar la lucha interior del bien y el mal que todos libramos a través del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde.

Ha sido también, y en ello debemos agradecer tu generosidad, un año de nuevos descubrimientos, avances científicos y desarrollos que confirman ese deseo indeclinable que posee el hombre en avanzar a pesar de los obstáculos. Sin embargo, nuevamente el ego de muchos se desinfla al reconocer los límites de estos avances y las tareas que quedan por hacer. Conocemos un poco más el mundo que nos rodea, pero lo seguimos contaminando. La medicina sigue mostrando desarrollos inimaginables, pero una gripe de nombre complicado nos hizo sentir, mas que nunca, parte de este mismo vecindario llamado tierra y apreciar lo vulnerables que podemos ser frente a lo desconocido. Desgraciadamente, estos baños de humildad frente a nuestros propios límites, los olvidamos fácilmente y nuevamente volvemos a contemplarnos como la especie destinada a dominar el planeta. Que fácilmente olvidamos que somos inquilinos recientes, solo hace 6 millones de años, un suspiro en la vida de la tierra y casi nada en la del universo.

No te extrañe entonces que no solo se repitan las promesas, sino también las contradicciones y los indescifrables sinsentidos y ambigüedades que poseemos. Somos así, no es nada personal. Incluso estas contradicciones parecen ser, al mismo tiempo, la fuente de nuestra aparente grandeza y la causa de nuestras desgracias. Antes de despedirme, solo un pedido final: no te vayas del todo. Quédate un poco mas para ayudar a conocernos mejor y no convertir tu partida en tan solo una vuelta de página, en una excusa para ser felices por una noche y volver a ser los mismos la mañana siguiente. Es siempre necesario tener una suerte de guardián que permanezca vigilante y quien mejor que tu, ahijado del tiempo, que es infinito.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El pishtaco y el espía


Si al amable lector le preguntara que tienen en común esta banda de pishtacos que asesinaban personas para robarles la grasa y luego venderla al extranjero, con el hace poco descubierto espía que enviaba frecuentemente información a nuestro vecino del sur por varios miles de dólares, intuyo que en un primer momento dos podrían ser las respuestas: la primera relacionada con la simultaneidad en la aparición de las noticias, habiendo entre ellas algunos pocos días. La segunda es el revuelo mediático que han originado ambas, resaltando el carácter mítico de la primera y en la segunda la confirmación para muchos sectores que el afán expansionista chileno no sería cosa del pasado. Sin embargo, hay un tercer elemento que parece unir a ambos e, incluso, establecer cierta relación de causalidad entre uno y otro, que va mas allá de la pretendida tesis del psicosocial que se asocia con los pishtacos. En este artículo inicialmente brindaremos algunos datos importantes sobre el pishtaco para, posteriormente, poder presentar el vaso comunicante entre uno y otro.

Inicialmente es pertinente indicar que el termino pishtaco no es de uso generalizado en la sierra de nuestro país. Mientras en Ayacucho es conocido como pishtaco, en Puno se le conoce como karasiri y en Apurímac (y el norte) lo denominan nakaq. El mito da cuenta de un hombre vestido de monje, o de traje parecido, que ataca a los viajeros solitarios en los caminos alejados. Los adormece y le despoja de la grasa (unto). Luego los abandona en el camino mientras se marcha con su botín. Cuando el viajero se despierta, cree que todo ha sido un sueño y sigue su camino. Fallece días después, sin conocer el motivo (Morote Best, 1988: 156)

Esta grasa es vendida por el pishtaco para que las campanas de las iglesias suenen fuerte, dar brillo al rostro de los santos o funcionen mejor las máquinas. En versiones más modernas, se cree que era vendida al extranjero para crear medicina, máquinas de alta tecnología o para pagar la deuda externa. El destino de la grasa vendida por la banda recientemente descubierta eran los productos de belleza y la investigación científica. Finalmente, ¿por qué grasa humana? Para los hombres del campo, el unto (grasa) es la fuerza vital del ser humano. Un hombre robusto es capaz de someterse a grandes jornadas de trabajo, a diferencia de uno más delgado.

Ahora bien, ¿Cuál es la relación entre uno y otro? Gonzalo Portocarrero, a propósito de un episodio que se originó en Lima entre noviembre y diciembre de 1988 desliza una tesis más que interesante que pretende explicar como irrumpen repentinamente estas historias que parecen estar latentes en el inconciente colectivo. Portocarrero da cuenta que en esta época aparecieron numerosos casos de niños raptados de sus centros educativos, o de lugares solitarios. Se afirmaba que sujetos de tez blanca (extranjeros) y algunos negros les extraían los ojos y otros órganos vitales: luego los abandonaban con dólares en algún bolsillo del infante. Estos órganos se vendían al extranjero al mejor postor.

Para el autor esta situación coincidía con “…semanas de agudización de la crisis económica y la parálisis del gobierno con una hola de huelgas y el colapso de los servicios públicos.”(Portocarrero, 1991: 21) Los denominados ‘sacaojos’ (variante funcional del pishtaco en un entorno urbano) aparecen no solo como una reacción frente a la coyuntura que genera mucho miedo y ansiedad, además pasan a convertirse una suerte de mecanismo para aliviar la tensión.

Pero es también importante resaltar que la tensión que se genera es fuertemente alimentada por la figura del ‘otro’ como amenaza, como peligro, como usurpador de lo más valioso que posee cada individuo o comunidad. Tanto los pishtacos como los sacaojos son descritos como extraños, ajenos a la comunidad. En el caso del pishtaco como mestizo, blanco o extranjero. Los sacaojos, en el trabajo de Portocarrero, son descritos como médicos blancos y ayudantes negros. Conviene preguntarnos entonces: ¿En que medida, este fantasma que hemos heredado desde la Guerra del Pacifico que concibe a Chile como amenaza y usurpador permanente (antes Arica, hoy el pisco), expresada hoy a través de un espía, se ha convertido en elemento clave que genera la reactivación de un mito latente en el inconciente colectivo? ¿Por qué esta irrupción casi simultánea?

Estas tan solo son algunas preguntas que pretenden reconocer que subyace en medio de estos fenómenos y también indagar como nuestra sociedad va procesando determinados sucesos. Como refería Carl G. Jung, la vida es como una planta que vive siempre de su rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura solo un verano. El rizoma siempre permanece.