lunes, 31 de agosto de 2009

Arequipa: Sus poemas, sus canciones


Al tratar de acercarse a la cultura de un pueblo, las ciencias sociales en general y la antropología en particular, buscan observar aquellas manifestaciones que sean expresión cotidiana y, al mismo tiempo, particular de un grupo humano. Estas van desde lo tangible (alimentación, vestido, herramientas, objetos que se intercambian o venden) hasta aquello que no vemos pero sabemos que es parte de la vida en sociedad de toda cultura (creencias, canciones, leyendas, etc.). En el caso de Arequipa, buscaremos (re)conocerla, a través de dos de sus expresiones emblemáticas: los poemas lonccos (1) y la música arequipeña. Sea usted, amable lector, quien juzgue si estas expresiones siguen siendo un espejo en el cual podemos reflejarnos o si se han convertido en un recuerdo cargado de nostalgia y melancolía.
Iniciemos esta reflexión con un poema loncco llamado “El romance de la lechera”: “Lecherita, lecherita/que vaís pa la ciuda/si el ccala te piropeya/lecherita, no le oigáis./Los piropos de los ccalas/tienen un veneno tal/que si se te mete en el alma/ya no guelve a salir más.” Este breve poema podría hablarnos de una ciudad con dos espacios definidos y en permanente interacción: el campo y la ciudad. Es el loncco, representante del espacio rural, quien no cesa de aconsejar a La Lecherita en su aventura urbana. El ccala, el otro elemento de esta visión dicotómica de las clases sociales en nuestra ciudad, aparece en el poema como peligroso. Pero, aún frente al evidente antagonismo de uno y otro grupo, al parecer ambos encontraron formas racionales de convivencia. De hecho, mucha de la desconfianza del hombre del campo respecto al de la ciudad parece sublimarse a través de la poesía loncca, que no solo expresa suspicacia, sino también cierta sorna y sentido de superioridad frente al ccala. Esto no llego a traducirse en hostilidad abierta de una u otra parte y son las migraciones que vive intensamente nuestra ciudad las que de alguna manera reconfiguran esta suerte de equilibrio estratégico entre uno y otro lado.
Revisemos un segundo poema loncco llamado “La Picantería”: “Cómo poder olvidarte. Picantería de mis pueblos,/donde sonccaba la chicha, la usma o la sayana,/con el picante jayari pa’ apaciguar la mañana;/mascando un chinchucho, con ese chaqque de nabos./Cómo no recordar mis tiznadas paredes de adobe;/tu techo de tijera, con su ccechincha llorona;/ tus claraboyas pintadas por esa paila glotona,/tras la tinaja, un chasca para que no se roben.”. La picantería, como menciona Hernán Cornejo: “… son establecimientos, pequeños restaurantes, instituciones sociales vivas de la ciudad, donde se reproducen costumbres tradicionales, lugares de encuentro donde se confunden las clases sociales…” (2) Sin embargo, Cornejo también reconoce que “La picantería ha resistido mas de cinco siglos, se ha enfrentado a la veleidad de las modas culinarias, a los guisos europeizados, y también a los encantos de cada tiempo…” Parecen conservar los sabores característicos de la gastronomía arequipeña, pero también haber perdido la dimensión más social que las caracterizaba. Un espacio que parecía no solo suspender temporalmente las diferencias sino, además lograr su encuentro, parece haber cedido a una sociedad que parece luchar por jerarquizar las relaciones interpersonales y dar a cada uno “el lugar que le corresponde.”

Finalmente, una canción muy conocida: “Quería verte inolvidable tierra querida/Arequipa ciudad blanca de mi amor/embriagado de distancia, añoraba la fragancia/de tu suelo tu campiña y su verdor./Cuando hace tiempo deje tus lares entristecido/con una pena de los hijos que se van/hubo un límpido aguacero y una lluvia de luceros/que en mis ojos contemplando tu volcán” Esta canción, que pertenece al dúo Los Dávalos, da cuenta dos un elemento mas que sugerente: el poder de la identidad. Son muchos los arequipeños que han dejado la ciudad, sin embargo, sentimientos como el desarraigo y la nostalgia parecen acentuarse de manera especial frente a su tierra. Es interesante percibir como en un mundo globalizado, donde se es ciudadano del mundo y se desarrolla una suerte de cosmopolitismo que adecuadamente describe Anthony Appiah como una creciente interconexión que nos ha convertido en miembros de una comunidad única, en moradores de una aldea global, subsisten arraigos, lazos, vínculos tan profundos con el lugar de origen. En el caso del El Regreso, pareciera dar cuenta de una sociedad en movimiento, con arequipeños globales que al mismo tiempo siguen dando a su ciudad un lugar principal en la construcción de su identidad.

Estas expresiones que brevemente hemos intentado analizar dan cuenta de una Arequipa que ya se fue, pero no del todo. De igual manera de una Arequipa que ya ha llegado, pero no completamente. Y es que la línea entre tradición y modernidad, que algunos se esfuerzan en remarcar, es más bien tenue y llena de pequeños poros que permiten el intercambio de uno y otro ámbito. La clave parece ser la construcción de una sociedad cuyas tradiciones puedan ser el cimiento más importante en la construcción de su porvenir, pero teniendo en cuenta las tradiciones de todos ya que el futuro es compartido.
(1) En: http://linda-arequipa.com/poemas-lonccos/ (Consulta: 25 de agosto de 2009)
(2) Cornejo, Hernán (s/f) La picantería arequipeña: cambio y continuidad culinaria. En: sisbib.unmsm.edu.pe/BibVirtualData/publicaciones/revis.../a07.pdf (Consulta: 25 de agosto de 2009)

lunes, 17 de agosto de 2009

Apuntes sobre identidad arequipeña


¿Que es ser arequipeño? ¿Qué define a un arequipeño de ‘pura cepa’? ¿Qué papel juegan variables como el color de la piel, el apellido, el lugar de nacimiento, la ascendencia en esta suerte de “arequipeñometro” con el que solimos medirnos, unos a otros, los habitantes de esta ciudad? ¿Cuánto ha cambiado la identidad arequipeña a partir de las migraciones? ¿En que se ha convertido la Arequipa de ayer, la del eterno cielo azul y puro sol? Son varias las preguntas que abren esta breve reflexión sobre Arequipa y son tres historias distintas las que pretenden mostrar como la identidad arequipeña, al igual que la materia, no se crea ni se destruye, solo se transforma.

Empecemos con Ricardo Palma, quien a través de una tradición llamada “El ahijado de la providencia” narra la pelea de Alonso de Luque con un fraile dominico por quedarse con el último pescado para la cuaresma (este alimento era especialmente escaso y buscado en Arequipa dadas las distancias de aquellos tiempos con la costa). Sin embargo, mas allá de lo llamativo que puede sonarnos esta disputa, la tradición trae una historia particularmente interesante respecto a las aristocráticas pretensiones de los arequipeños. Palma refiere que: “…con carácter de proverbio, decíase en Lima: Arequipa ciudad de dones, pendones y muchachos sin calzones; y si no miente D. Bernardino de Pimentel, duque de Frías, he aquí el origen del refrán, tal como lo relata en un librejo que lleva por título Deleite de la discreción(…)Diz que a la puerta de una posada se hallaba un muchacho vestido de harapos, en circunstancias de llegar caballero en briosa mula un fraile de campanillas, el cual dirigiéndose al mozalbete, dijo: “Mancebo, téngame el estribo y darele un real de cruz.” Ofendiose el de los harapos y contestó: “Padre, mida sus expresiones y sépase que habla D. Fulano de Tal, de Tal y de Tal.” Y vomitó hasta una docena de apellidos. A lo que el fraile contestó con mucha flema: “Pues Sr. D. Fulano de Tal, de Tal y de Tal, vuesa merced se vista como se llama o llámese como se viste.” (1)

Otro aporte interesante, para pensar nuestra identidad, es presentado por Jorge Bedregal (2), en un trabajo donde analiza el discurso periodistico del Diario El Pueblo entre 1960 a 1970. Todo comienza cuando en una columna diaria llamada “Arequipa de Antaño”, el redactor menciona que el apellido Lira corresponde a los descendientes de Yarabamba y Quequeña. Sin embargo, a un lector no pareció gustarle esta vinculación y respondió en una carta que el no era de los distritos mencionados y agrego que “…su bisabuelo, teniente coronel del ejercito español era procedente de TUI (Galicia), según datos de los vestigios nobiliarios de la familia Lira. Continua que su abuelo tuvo tierras en esa zona y que dos familias pasaron a apellidarse así porque parece que les gustó”.

Finalmente, veamos un breve dialogo que tuve la oportunidad de registrar a propósito de un paro que se vivió en nuestra ciudad. Una conocida radio, de amplia difusión en sectores populares, dejó abiertas las líneas para que se comuniquen los oyentes. Un primera llamada trasmite el siguiente dialogo: “Aló, Señor Radio X, yo llamaba para apoyar paro, porque los arequipeños ya estamos cansados de abuso gobierno. Arequipa ha sido un pueblo ribelde que debe salir a las calles a protestar.” Pocos minutos después, ingresa otra llamada: “Aló, llamaba para manifestar mi desacuerdo con el paro y para decir que los verdaderos arequipeños estamos en contra del paro. Yo no se de donde será ese señor que llamo hace un momento, pero seguramente será transplantado, porque los arequipeños queremos trabajar”.

¿Que tipo de lecciones pueden dejarnos estos (des)encuentros? ¿Qué aportes podemos recoger para (re)pensar la identidad arequipeña? Amartya Sen, al reflexionar sobre como se construye la identidad, enfatiza en el papel del entorno y de los individuos con quienes interactuamos en la formación de la misma. El proceso de construcción de nuestra identidad es resultado del intercambio continuo que sostenemos con los demás. La identidad, sin embargo y siguiendo con Sen, parece tener una suerte de “doble filo”. Puede ser fuente de orgullo, alegría, fuerza y confianza, que cohesione comunidades y genere un proyecto común; pero también puede “matar y matar desenfrenadamente”. Una solidaridad interna, en algunos casos, puede ayudar alimentar la discordia entre los grupos.

Es innegable, aún para los románticos, que Arequipa es otra ciudad. Una ciudad que ha vivido intensos procesos de migración y que ha crecido de manera desordenada. Sin embargo, este crecimiento no ha ido acompañado de un proyecto que permita construir una sociedad inclusiva, en la que identidades de viejo cuño no nieguen, ni menos hagan invisibles, aquellas otras que siempre han estado allí, pero que recién están encontrando espacios para afirmar su valor. Las nuevas sociedades, entre ellas la arequipeña, nos plantean un reto impostergable: construir un mundo donde la diferencia antes que en una carga, se convierta en riqueza y potencial.

(1) Palma, Ricardo. El ahijado de la providencia. En: Tradiciones Peruanas. Quinta serie. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com (Última consulta 12 de agosto de 2009)
(2) Bedregal, Jorge (2006) Iconografía y simbolismo: Identidad Arequipeña. Arequipa: U.N.S.A.